St. Vincent: la vanguardia como fenómeno de masas
En su tercera visita a Buenos Aires, el álter ego de Annie Clark mostró las canciones de su reciente disco All Born Screaming.
A pesar de que cada movimiento e incluso cada ademán suyo exuda espontaneidad, St. Vincent tiene una manera de entender la sorpresa que pareciera reflexionada, convirtiendo al escenario en un laboratorio para la prueba y error. Algo parecido a lo que hace en el estudio de grabación, contexto en el que sacude al pop de toda actitud blandengue para convertirlo en una situación salvaje. Sin embargo, por más delirante que parezca, a veces a un tris de la ridiculez y por momentos a punto de detonarlo todo por los aires, el álter ego de Annie Clark sabe sobre los límites. De hecho, durante la promoción de su más reciente disco, reconoció su cualidad obsesiva, como la de todo músico, aunque tuvo que aprender a parar para no volverse loca.
Su intención performática evoca a la de David Byrne en razón de su histrionismo. Aunque tal vez sea mera sugestión, tras grabar juntos, en 2012, el álbum Love This Giant. Sin embargo, ese trabajo, al igual que la legitimación del otrora frontman de Talking Heads, le dio la suficiente confianza como para seguir creyendo que lo mejor siempre está por venir, por más que la realidad exprese lo contrario. Y de eso dio constancia en la noche del jueves, en la sala C Art Media, en su tercer desembarco porteño. Sin duda, el que mejor la definió, después de su paso (en ambas ocasiones) por el festival Lollapalooza, donde sus actuaciones tuvieron saber a poco. En especial la última, que la tuvo en el tablado tan solo con su guitarra eléctrica.
En esta ocasión, planteada originalmente para que sucediera en el estadio Obras Sanitarias, y en la que compartió fecha con su ídola Kim Gordon, la música estadounidense salió a escena junto a su banda para presentar su séptimo álbum de estudio, All Born Screaming (2024). El repertorio levantó vuelo con uno de los temas de ese material, “Reckless”, cuyo minimalismo y oscuridad le sirvió para comenzar construir un show sin concesiones, en el que ella siempre tuvo el control, alimentada por la interacción con el público. Entonces salió de entre las sombras, ya con la guitarra puesta, para desenfundar “Fear the Future”, ajeno a cualquier obviedad rockera e incluido en Masseduction (2017).
De ese disco también tocó la electrónica (de final bailable) “Los Ageless”, lo que decantó en el primer “olé, olé”. A continuación, retornó a su último álbum de la mano de “Broken Man”, suerte de funk que a medida que avanza se torna mutante, invitando a la artista de 42 años a volverse caótica, tirando al piso platillos de la batería y todo lo demás que encuentre a su paso. Mientras que en el pop industrial “Birth Reverse” le pasó por delante a su violero, entorpeciendo su ejecución, para luego jadear a un minuto del orgasmo. Como si nada de esto hubiera pasado, tomó nuevamente su guitarra, y le preguntó en español a la audiencia si querían más. Previo a bajar un cambio con “Dilettante”, St. Vincent soltó con ardor: “Es un jodido placer, Buenos Aires”.
La enajenación de esta texana es sexy, incluso cuando se apropia del “olé, olé” para transformarlo en una mini canción. En el show, eso le dio pie además para interpretar el R&B alienígena “Pay Your Way in Pain”, secundado por el rock no rock “Flea” y la balada explosiva (amén de especie de tributo a Ziggy Stardust) “Cheerleader”. Fue el pasaje sublime del recital, salvo por el innecesario solo de batería del último. Nunca nada es lo que parece con ella, como lo evidenció en “Big Time Nothing”, de All Born Screaming, en el limbo entre electrónica, funk y pop. Lo que sí es unánime es que una de las mejores guitarristas de su generación, capaz de exprimir al instrumento al punto de que suene a cualquier otra cosa menos que a una viola.
Cuando se suponía todo había vuelto a la prolijidad, St. Vicent, quien hizo nuevamente de la vanguardia un fenómeno de masas, se lanzó desde el escenario hacia el público, que la llevó de un lado a otro sin que ella dejara de cantar “New York”. Una vez que acabó, explicó en español, otra vez, que era el momento de decir “Gracias”, advirtiendo la despedida. Es más: algunas partes de “Violent Times” las cantó en la lengua de Cervantes (hace una semana salió una versión grabada así, en complicidad con Mon Laferte), como fruto de sus experiencias en Latinoamérica. Y luego de cerrar esta vuelta con “Sugarboy”, “All Born Screaming” y “Candy Darling”, la artista reincidió: “Buenas noches, mi’ amores”.