Kevin Johansen y Liniers: «Nos divierte traicionarnos, pero con cariño»

Celebran 15 años juntos con un show de temas del cancionista, más algunas versiones e invitados especiales. El mismo repertorio que el dibujante ilustró para Es nuestra forma de comunicarnos, el libro que presentarán en la Feria.
«Liniers tergiversa mis versos y yo influjo sus dibujos», bromea Kevin Johansen sentado en el living de su casa de Colegiales. La dupla creativa, que ya tiene quince años de rodaje, acaba de publicar el disco en vivo Desde que te Madrid (Sony, 2025), un trabajo audiovisual –también en formato vinilo y CD– grabado en vivo en el histórico Teatro Albéniz, de Madrid. «Fue en el final de una gira europea. Estábamos cansados, pero Madrid era como llegar a casa», sintetiza Liniers sobre el lugar elegido para el disco. «Lo que me llamó la atención fue la comunidad latinoamericana, que es muy grande en España. Es un mix de españoles y latinoamericanos», explica Johansen sobre la familiaridad del ambiente. Con entradas agotadas, se presentarán este miércoles 30 de abril a las 20 en Niceto Club (Niceto Vega 5510). Luego de girar por el noroeste argentino y Brasil, el 9 de julio harán una nueva función en la sala porteña.
El repertorio del espectáculo está integrado por clásicos del cantante y compositor nacido en Alaska, como «Anoche soñé contigo», «Mc Guevara’s o Che Donald’s», «Desde que te perdí», «Guacamole», «No voy a ser yo», «Cumbiera intelectual» y «El círculo», además de dos versiones: «Modern Love», de David Bowie; y «La chanson de Prevert», de Serge Gainsbourg. Hay, también, canciones más nuevas como «El vals de la luna» y la rumba «Quiero mejor», en este caso con la participación del grupo español Las Migas. El otro invitado especial es el uruguayo Jorge Drexler, radicado hace varios años en España, en «No voy a ser yo». Además, Tom Atahualpa, el hijo de Johansen, suma su cajón peruano en «Mi name es peligro», «Anoche soñé contigo» y «No voy a ser yo».
Lo más importante es la complicidad y el ida y vuelta entre ambos. Hay un alto grado espontaneidad, sorpresa e improvisación. «Nos jactamos de no haber ensayado nunca ni guionado nada, realmente fuimos fijando al andar el espectáculo», confiesa el músico. «A los dos nos divierte sorprender al otro. Traicionarnos con cariño, como uno traiciona a los amigos. Nos hacemos tentar todo el tiempo», resalta el dibujante. «El escenario es el lugar más contagioso del planeta. Si vos estás incómodo en el escenario, todo el mundo lo está. Si estás contento, transmitís lo mismo. El público está de tu lado. Yo lo descubrí cuando empecé a presentar libros. Iba a aterrorizado, porque era muy tímido. Cuando llegaba veía las caras de la gente y todos estaban con una sonrisa previa. Un show es eso, pero con música», compara el artista plástico radicado en Vermont. «Lo que rescato de lo que trae Liniers a la mesa es que no es el historietista del chiste fácil. Entonces, es rico y vasto el abanico que podemos cubrir. De repente yo soy el que dice algo irónico y él está tirando algo que los emociona. Yo tampoco soy, como dice el Negro Rada, el ‘cansautor solemne’ que está arriba del escenario dando cátedra».
En definitiva, los dos manejan muy bien los tiempos del espectáculo y los estados de ánimo en escena: transitan la profundidad sin caer en la solemnidad y el humor sin recurrir al chiste fácil o a la pavada constante. Hay un buen equilibro entre la gracia, la ternura y la reflexión. La comedia y el drama, sin más. Ambos, además, son expertos en emocionar con la belleza de lo cotidiano y lo simple. Dos artistas populares. «Un poco lo que pasaba en el teatro griego. La risa y el llanto es algo que está ahí», enmarca Johansen. «Los músicos tienen mucho temor a no ser tomados en serio. Sin embargo, son los que más cuentos y chistes hacen; son las personas más graciosas que hay, porque jugamos con las palabras todo el tiempo. Liniers también: todo el tiempo está buscando un remate. En la pandemia se hablaba mucho de trabajadores esenciales y nosotros somos trabajadores presenciales, porque vivimos de la presencia y la conexión con el público«.
-Liniers, tu intervención en vivo no es complementaria ni imitativa de lo que dice la canción, sino que intentás ampliar el sentido o darle otro distinto, ¿no?
Liniers: Lo que tiene Kevin, primero, es ese nivel de desacartonamiento. Juega mucho con el contraste. Cuando en «La chanson de Prevert» pongo los carteles cada vez más ridículos, Kevin está dando la versión más sentida de esa canción. En ningún momento rompe. Funciona porque él está haciendo una cosa y yo otra totalmente diferente. En todas las canciones hay cosas distintas para hacer, pero eso pasa porque sus canciones no recorren el mismo camino. De repente rapea, después toca un reggaetón y finalmente hace una que emociona, como «El vals de la luna». En Macanudo tengo un menú grande de personajes también.
-Y este espectáculo te permite abrir el juego y salir de tu zona habitual…
Liniers: Sí, porque me saca del estudio y es un espacio diametralmente opuesto. El tiempo en el que trabajo en una tira no es el mismo que cuando dibujo durante una canción, que son tres minutos. También por el público, porque genera una adrenalina y una tensión. Por estar con Kevin en un escenario, por las luces. Nada que ver a cómo laburo la tira de Macanudo. Las primeras veces, que lo hacíamos con un lienzo gigante, también era genial. Cuando yo hago una tira, quizás en seis meses viene uno para decirte que le gustó. Pero en el show se ríen ahí. Es algo que disfruto mucho.
-Esta sociedad artística tiene quince años y nunca se discontinuo, ¿Qué encontraron en esta sociedad?
Johansen: Encontramos una buena dinámica. Él que es del sur se mudó a Vermont, Estados Unidos, hace como ocho años…
Liniers: Tratamos de estar siempre en hemisferios diferentes (risas)
Johansen: ¡Por contrato! Los dos gustamos un poco de los accidentes, de la cosa que no está pensada, pergeñada o especulada. Después, sí, vamos fijando cosas. El hecho creativo tiene eso. Al componer uno se equivoca un montón. Podés tener ocasionalmente algún acierto, pero si no componés no te equivocás nunca. Tenés que abrazar el error también. Hay que confiar un poco en eso.
Liniers: En la tira diaria si no abrazás el fracaso, cagaste. El fracaso mío se publica igual. De esos momentos que yo pensé que no estaba inspirado salieron personajes como El Hombre Misterioso y Olga. Después, en la Feria del Libro, todos me piden El Hombre Misterioso. Tengo un amigo español que se llama Juanjo Saéz, que escribió un libro muy lindo que se llama El arte. Ahí explica que existen caminos a la belleza. Y pone muchas puertitas. Hay una versión del camino que es belleza, belleza, belleza: pintás una flor, le ponés perfume, etc. Después hay otro camino que es fealdad: vas por una puerta fea, después otra puerta fea, pero del otro lado hay una belleza. Eso lo vemos todo el tiempo en fotografía, donde ves belleza en la fealdad. ¡O en Goya! Hay belleza en la verdad y en la oscuridad de muchos cuadros, por ejemplo.
El músico y el dibujante estarán en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires el domingo 11 de mayo a las 18.30, en el escenario de Blender –al aire libre–, para presentar Es nuestra forma de comunicarnos (2025), un libro en el que Liniers ilustra canciones de Johansen. «Cuando pasó lo del disco a fin del año pasado, yo le dije: ‘Kevin, lo mío no se oye en el disco, poné Kevin feat Liniers. Hagamos 80 a 20, no pasa nada'», bromea Liniers. «Entonces, le propuse hacer algo para no sentirme tan culpable: hacer un libro ilustrado. En una gira por Chile empecé a dibujar las letras de las canciones en formato historieta. Ahí descubrí algo muy lindo: cuando me puse a hacer las primeras me di cuenta que tenía las canciones muy metidas adentro, porque les tengo mucho cariño y tienen que ver con mi vida. Era muy fácil dibujarlas. Me sentaba a la mañana y dibujaba. Entonces, salieron todas estas historietas, una por día. Toda la vida dibujé en acuarela y tinta china, así que me gusta ir a contrapelo por ejemplo ahora de la inteligencia artificial«, remata el autor de Macanudo.
-Dedican el disco a Les Luthiers, y el propio Carlos López Puccio escribió un prólogo donde habla de «dos universos disruptivos unidos» en el arte y el humor, ¿sienten que continúan esa línea?
Liniers: Ambos íbamos desde chicos a ver a Les Luthiers. La primera tira de Macanudo 1 es un tipo vestido de smoking con una trompetita y quedando en ridículo. Quiere hacer una gran presentación pero es una mierda. Aparece un pingüino y no sé qué. Y eso es claramente influencia estética de Les Luthiers.
Johansen: Somos fans de Charly, Spinetta, Les Luthiers y Quino. Hay una amistad interdisciplinaria entre músicos, dibujantes, actores. Hay mucho de juego con la palabra, de contar, relatar. El timing.
Liniers: Son idiomas que están haciendo algo parecido en espacios diferentes. Estoy diciendo últimamente la frase de Jean-Michel Basquiat: «El arte es como decoramos el espacio y la música como decoramos el tiempo». Lo de la decoración me gusta. Hay como una curiosidad en esos dos campos. Se dio mucho en las tapas de los discos de Peter Gabriel, Pink Floyd, The Cure. ¡Los Redondos con Rocambole!
-¿Cómo incide este contexto político y cultural en lo que cada uno hace?
Johansen: Tengo amigos argentinos que viven en Estados Unidos y cuando asumió Milei me decían: «¡Qué país te elegiste, gringo!». Y allá ganó ahora de nuevo Trump. Entonces, tenemos allá a Trump y al mini Trump acá. Es un momento «interesante». Sin embargo, en un mundo tan convulsionado en el que estamos viviendo también están Orsi en Uruguay, Sheinbaum en México, Boric en Chile… siempre se reparten. Siempre va circulando una especie de socialismo popular y lo neoliberal.
Liniers: El problema es cuando se empiezan a entusiasmar demasiado y Elon Musk hace el «sieg heil». ¡Se nota, Elon! No es sin querer.
-En tu caso, Liniers, ¿Cómo ves el país a la distancia?
Liniers: La razón por la que todo el mundo está fuera de eje es la muerte de David Bowie y el teléfono celular. Arrancó Twitter, Facebook y el lema de «todos vamos a estar unidos y podés encontrar a tus amigos del colegio», pero nadie puso por delante al factor humano. A nosotros nos das cosas y las rompemos. Eso se volvió una especie de semillero o lugar en donde las oscuridades del mundo se pudieron organizar y juntar. Porque antes los nazis eran cinco bobos en cada barrio y no se animaban a vociferar lo que pensaban, ahora anónimamente y por el túnel de internet descubrieron cómo pasar de cinco bobos a ser mil en todo el país y después generar redes en el mundo. Empezaron a tener orgullo de esas ideas. Gente como Trump y Elon Musk coquetean con frases de Mein Kampf (Mi lucha). Son guiños para tener a los pibes excitados. Y acá también pasa con los guiños a los milicos. Y excitados votan y hacen campaña. Cuando era chico se hablaba de memoria sobre el Holocausto o los 30 mil desaparecidos. Y yo pensaba: «¿Quién se va a olvidar de esto?». Hay películas, canciones… era imposible que nos olvidáramos de eso.