Espectáculos

Ariel Staltari y treinta criaturas para un solo actor

Estrenó un unipersonal en el que interpreta a un actor que espera su oportunidad y mientras tanto sobrevive atendiendo el teléfono en un restaurante en el que pasa de todo.

Agotados de tanta crueldad, de tanta violencia desplegada por todas partes, de trabajar todo el día para llegar arañando a fin de mes, de que en todo lo que se encare surga un problema. Agotados de una sociedad que no da respiro, corriendo de aquí para allá sin saber bien el por qué y el para qué. Agotados de no poder hacer lo que desean, lo que siempre buscaron ser, de no conseguir aquello que sueñan y pelean desde siempre. Como Sam, un actor en ascenso que espera hace tiempo su gran oportunidad y que mientras tanto sobrevive atendiendo el teléfono de uno de los restaurantes más exclusivos de Buenos Aires, lidiando con comensales cogotudos que buscan mesa un sábado a la noche y con un padre experto en chantaje emocional. Sam es el protagonista de Agotados, el unipersonal protagonizado por Ariel Staltari, que los jueves a las 22 sube al escenario de la Sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza.

Bien podría Staltari haber sido Sam, el protagonista de la obra basada en Fully Committed de Becky Mode y Mark Setlock, que fue un éxito en Broadway con Jesse Tyler Ferguson (Modern Family) en el rol principal. Al fin de cuentas, él también la peleó y mucho para hacerse un lugar en la escena cultural argentina, desde su debut como Walter en la recordada serie Okupas hasta sus más recientes trabajos en Un gallo para Esculapio y en la adpatacióna audiovisual de El Eternauta (en ambos casos también coguionista junto a Bruno Stagnaro). Sin embargo, el actor cree que con Agotados está cumpliendo el sueño del pibe, ese que se le posterga a Sam y por el que se hace mala sangre como telefonista del paquete restaurante de la obra dirigida por Pablo Fábregas.

Agotados es un juego divertidísimo, es volver a ser un pendejo, donde abrís la puerta para ir a jugar y tenés un montón de amigos imaginarios a los que les ponés el cuerpo, la voz, la psicología y la emocionalidad”, le cuenta Staltari a Página/12 sobre el unipersonal en el que interpreta a más de 30 personajes en escena. “Es una obra con texturas diferentes, que no tenés ni inflexión para respirar porque salís y entrás todo el tiempo de un personaje a otro, pero es lo que quería actuar. Siempre soñé con hacer una obra así. Para el actor, los tiempos audiovisuales son muy largos. Lo que me da Agotados es el dinamismo de estar todas las semanas arriba del escenario jugando. Es como al que le gusta ir a jugar al fútbol una vez por semana con sus amigos. Estar arriba del escenario haciendo tantos personajes me llena de felicidad”.

-¿Por qué decís que estás cumpliendo el sueño del pibe con Agotados, si ya hiciste de todo en tu carrera?

-Soy un tipo al cual siempre le costó todo el doble. Vengo peleando por este sueño hace un montón. Quería tener la oportunidad de estar en calle Corrientes, protagonizando una comedia, con la posibilidad de interpretar varios personajes y siendo dirigido por Pablito Fábregas, que la tiene muy clara en ese mundo y me ayudó un montón a llegar a este lugar. Y a la vez, metiéndome en el barro en un momento que, supuestamente, desde la mirada ajena no tendría por qué hacerlo. No habría necesidad, porque estoy en la puerta del estreno de ese tanque de guerra que es El Eternauta. Pero no concibo la vida de otra manera que no se arremangándome y metiéndome en el barro. Me hace bien. Me hace sentir que soy el mismo tipo de siempre, que vuelvo a las fuentes, que vuelvo al punto de partida. Quiero aprender, es un desafío que nunca me había llegado y no podría decir que no. Y también me quiero poner a prueba.

-¿A prueba de qué?

-No sé. No estoy tan seguro por el momento de lo que soy. Saber si soy capaz de bancármela arriba del escenario, solo, con todas esas criaturas. Agotados no sigue la línea de otros unipersonales, donde es un mismo personaje el que lleva la obra. No, acá es responder, contestarte, y todo el tiempo entrar y salir a los personajes; es maravilloso y complejo. Y a la vez, tratar de mantener en ritmo la obra, que no se caiga, que esté en timing, con un montón de llamados que le van torturando el balero a Sam, porque tiene la llamada conectada directamente a su oído y después tiene otro teléfono interno, un analógico que lo conecta con el jefe en la oficina, habla con uno de sus compañeros por una endija de la cocina… Así que es casi esquizofrénico, te diría. Es un ejercicio teatral de la puta madre, con una exigencia de la hostia. Y a la vez, tiene su profundidad también, porque está su papá con una ausencia familiar muy grande, exigiéndole en vistas a la Navidad. También lidia con su representante, con su amigo actor que le enrostra que a le va bien y a él no. Y en el medio tiene que soportar al chef, que lo manda a hacer cualquier verdura. La obra nos interpela como miembros de esta sociedad que vivimos. Habrá quienes se identifiquen con algún personaje, o con el mismo Sam, porque estás persiguiendo algún sueño, o porque también te sentís medio basureado en tu laburo.

-Padecer el trabajo y cargar con sueños frustrados es un combo agotador.

-Son dos mochilas pesadas. Igual, para mí, lo importante en la vida está en otro lugar, no en el laburo ni en las ficciones que hago. El trabajo te puede dañar el ego un rato o abrir puertas para seguir trabajando… porque sigo siendo peatón e inquilino. No tengo nada resuelto.

-¿Sos peatón e inquilino, literal?

-Peatón ya no, pero inquilino seguro.

-¿Pero no es que los actores tienen todos un buen pasar?

-¡Claro! Sí, sí… La gente cree que porque participás de alguna ficción ya te compraste 20 departamentos en Punta del Este. ¡Cuánta fantasía! Pero bueno… está lindo también eso porque esa imaginación alimenta lo que hacemos. Pero la realidad de los actores es otra.

-Mucho más dura en estos tiempos, sin ficciones televisas, con el Incaa paralizado y el nulo apoyo estatal a la cultura.

-Sí, vivo con tristeza y con preocupación todo lo que está pasando. Pero siempre con esperanza, porque yo soy un tipo resiliente (N. de R.: superó un tipo de leucemia antes de ser actor). Así que a mí no me pidan no ver la vida con esperanza. No va a pasar jamás. Pero sí pienso que estaría buenísimo desarrollar mucho más el juego para todos los colegas, porque hay mucha gente talentosa en este país. Ojalá El Eternauta pueda llegar a generar algo de eso, si se sale bien. Tal vez abra puertas para que quieran venir a apostar acá, porque hay tantísima gente que está esperando poder contar sus hermosas historias. Y están capacitados. Ojalá se dé. Hay que tener fe. A mí me tocó sufrir en la época del pleno empleo, también.

-¿Por qué?

-Porque era una época donde laburaban todos menos yo. Me pasó a la inversa. Estaban todos trabajando, y yo veía cómo pasaban los centros y no podía cabecear ninguno. Son momentos sociales y personales. Yo también quiero disfrutar este momento que me toca porque me maté laburando. Pero es tremendo. En mi escuela de actuación, le digo a mis alumnos y alumnas una frase que le robé a Federico Luppi y me la apropié, que es que “ser actor es ser un eterno desocupado que a veces trabaja”. Y es así. Uno siempre tiene que tener alguna actividad paralela para ganarse el mango y calmar la cabeza. En mi caso, por suerte, se me abrió dentro de la misma fauna, como guionista.

-¿Y cuáles son las expectativas con el estreno de la serie sobre El Éternauta, donde fuiste actor y adaptador de la historieta escrita por Germán Oesterheld?

-Tenemos muchas expectativas. Estamos ansiosos, felices, entusiasmados, con mucha confianza de que las cosas van a salir bien. Hay un producto de calidad y hay algo que nos hace sentir orgullosos, que es que siento que somos fieles a la obra. Después, habrá un montón de cuestiones técnicas y artísticas a debatir. Cómo hicimos la traslación del mundo de la historieta al audiovisual, qué decisiones se tomaron… Pero siento que tenemos un gran producto, que estuvimos a la altura de semejante obra. Ojalá no me equivoque.

Fuente: Pagina12

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