Homenaje a Gasalla

¡Qué decir de Antonio Gasalla! Simplemente que tuve el honor de haber sido guionista de sus últimos 4 programas: “El Palacio de la Risa”, “Gasalla en la tele”, “Gasalla en Libertad” y “Gasalla”, y el hermoso privilegio de haber escrito sketchs para sus personajes durante casi 6 años. Nunca nos sacamos una foto juntos, no eran tiempos de celulares con selfies, pero todavía conservo sus mails de comienzos de este siglo, antes no había otra que escribir los guiones a máquina y mandarle en un sobre las fotocopias de los sketchs de la semana.
Hoy en esta columna homenaje, el personaje que en “Esperando la carroza” fue Mamá Cora, que en los programas de Antonio fue “La Vieja” y que en lo de Susana Giménez fue simplemente “La Abuela”.
– Mamá Cora ¿Vio los partidos de la Selección?
– Sí, los vi en la casa de mi hijo el Sergio, que es un fanático del fútbol. Con decirle que antes del Mundial del 2022 hizo la promesa de tatuarse la cara de los jugadores si la Argentina salía campeón. Al final tuvo que cumplir: en un hombro se tatuó la cara de Messi, en el otro hombro la cara del Dibu y en la panza el resto de los jugadores.
– ¿Le entraron todos los jugadores?
– Sí, porque como está bastante gordito hasta le quedó espacio para tatuarse a los titulares, los suplentes, Scaloni, al preparador físico, al aguatero y hasta al Chiqui Tapia.
– Entonces me imagino la alegría que tuvo con la goleada a Brasil…
– Mire, le digo la verdad. Yo a esta altura de mi vida la única alegría que tengo es llegar viva a fin de mes. El médico me dice que no me preocupe porque estoy re sana, dice que no tengo nada… ¡No tengo nada, obvio que no tengo nada! Soy jubilada. No tengo plata, no tengo proyectos, no tengo crédito en el banco…tampoco puedo decir que tengo una salud de hierro. Porque el hierro se oxida y después se vende como chatarra. ¡Y los remedios! Los remedios cada día están más caros, lo mismo que los impuestos. Hoy tenés que decidir si enfermarte o pagar la luz. Para sentirme mejor, el médico me dio unas pastillas para tomar después de cada comida. O sea: tres veces por semana. Claro, si a los dientes ni los uso casi. ¿Para qué? Comer como salteado, y para sonreír tengo pocos motivos, con lo que está haciendo el Milei con los jubilados, más que reír me dan ganas de llorar.
– En la película “Esperando la carroza”, hay una parte donde aparece un nieto suyo jugando a la pelota.
– Sí, el Cachito. Pobre, su habilidad para jugar al fútbol me hace acordar a Papá Noel
– ¿Porque tiene magia y reparte alegría?
– No, porque no existe. Es más malo que una rebaja de sueldo. Yo lo puedo decir porque es mi nieto, pobre, en el club de barrio donde juega lo llaman “cajero automático”, porque nadie lo saca del banco. El otro día cuando vino a casa me dijo que sus compañeros de equipo lo vinieron a apretar con exigencias desmedidas.
– ¿Desmedidas? ¿Le pidieron que meta un gol en todos los partidos?
– No, que dé dos pases seguidos al menos en uno. Para mí le conviene irse a jugar a la China o al Japón. Putear lo van a seguir puteando, pero al menos no va a entender el significado de nada de lo que le gritan.
– Bueno, Mamá Cora, ya terminamos la nota, no se olvide de comprar el diario para leerla.
– Es que en casa diarios ya no compramos, revistas tampoco. La última que compré fue cuando Michael Jackson era negro y Patricia Bullrich peronista. Lo único que leo yo son prospectos de remedios contra la ciática. Gracias, igual. Ahora me voy urgente a la cocina…
– ¿Se va a preparar algún menú?
– No, a controlar que mi hijo el millonario no se nos robe ninguna de las tres empanadas que tenemos para la cena.
¡Feliz gira, Antonio!