Miradas psi sobre «Adolescencia», de Netflix

No es casual que la serie haya tenido semejante impacto global: Página/12 consultó a seis profesionales de la salud mental para anlizar cuestiones ardientes del siglo XXI.
Pocas veces una serie genera tanto debate a nivel mundial, no solo en la Argentina. Se trata de Adolescencia (Adolescence), la producción británica de cuatro capítulos que estrenó la plataforma Netflix hace unas semanas. Y genera tanto revuelo y discusiones como las noticias reales que los diarios, la radio y la televisión emiten diariamente. Es que, si bien Adolescencia es una ficción y no está anclada en un caso específico real, lo que sucede allí, puede suceder. Y eso es lo que motiva el interés, pero también la preocupación del mundo adulto que parece estar descubriendo ahora hasta dónde las redes sociales se pueden convertir en un espacio para el acoso, la denigración, el rechazo, la misoginia y…como armas. Como armas que pueden servir para un asesinato.
Breve sinopsis: una familia aparentemente común ve cómo su mundo cotidiano se derrumba cuando el hijo, Jamie Miller (Owen Cooper), de 13 años, es detenido por un comando al estilo S.W.A.T. en el propio hogar. El chico es acusado del asesinato de Katie, una chica que iba al mismo colegio. Esto es sólo el comienzo de un espiral de violencia que se produce en parte del mundo adolescente que la serie refleja como un espejo de la realidad (que no es la de todos). Pero la producción británica invita también a una lectura psicológica sobre el rol de los padres en la crianza de un hijo púber, los mandatos sociales en torno de la masculinidad, lo nocivo del mal empleo de las redes sociales. Y todo un mundo de códigos secretos al que los adultos parecen no tener acceso, entre muchas aristas que propone Adolescencia: la ideología incel en comunidades virtuales de hombres, el significado de la regla del 80/20, y conceptos como manosfera y píldora roja. Página/12 entrevistó a seis prestigiosos psicoanalistas para debatir lo que se está discutiendo a nivel popular y masivo.
«La adolescencia nombra la etapa de transición entre la niñez y la adultez en la que se va configurando la propia identidad y autonomía. El término viene del latín adolescens, ‘que está creciendo’, y no de ‘adolecer’, que remite a padecer algún déficit o carencia. Lo que no impide que, de todos modos, se plantee la relación entre ambos: ¿de qué adolece un adolescente?», señalan Juan Jorge Michel Fariña y Eduardo Laso, docentes de la cátedra de Psicología, Etica y Derechos Humanos y de la Práctica de Investigación Cine y Subjetividad de la Facultad de Psicología (UBA). «De esta etapa se espera que el joven, al entrar en la pubertad, pueda saber hacer con su sexualidad, con el vínculo con los otros semejantes, y con las figuras jerárquicas, al poner a prueba lo que incorporó como identificación de la autoridad paterna», agregan Fariña y Laso.
Las ideologías en las redes
«Más que un debate sobre la violencia adolescente, la serie es paradigmática acerca de la adolescencia actual y de la sociedad del capitalismo informático y financiero en la que vivimos, que en sí misma es violenta. Y mucha de esa violencia que genera esta sociedad da de lleno más brutalmente en el adolescente. Los dos significantes que me resonaron son crueldad-fragilidad, si tuviera que usar dos palabras para referir lo que sentí al verla», explica el psicoanalista Guillermo López, autor de Adoles (seres).
El analista también se refiere al post-encierro pandémico como causa de problemas de salud mental en los adolescentes. «Creemos que la causa está en el aislamiento y el encierro pandémico, pero la razón también está en, por un lado, el retroceso que ha tenido el juego en la infancia. Los adolescentes de hoy nacieron en 2010, cuando el iPhone se hizo global y mundial y su uso pasó a ser permanente en el día de un niño. Estos adolescentes vivieron infancias en donde el juego libre, de riesgo con sus pares quedó relegado. En las escuelas y en las familias se ha limitado cada vez más la actividad del juego libre por lo que se llama seguritanismo: se pensó que por seguridad era mejor evitarles esas actividades, por considerarse riesgosas o peligrosas físicamente o psíquicamente, con lo cual se inhibieron actividades recreativas y de aprendizaje social básicas», plantea López. «Son niños que más que criarse con otros niños en un parque o en un club, con la importancia que tiene el juego de riesgo, para aprender limites, reglas, convivir y compartir con otros, se criaron con sus celulares. Esos son los adolescentes de hoy”.
López tiene claro que no se trata de demonizar a la tecnología porque Internet y las redes dan un montón de experiencias, información y cosas que pueden ser muy ricas para cualquier persona. «Pero me parece que tenemos que hacernos responsables de las consecuencias negativas que también tienen, en un momento de constitución psíquica. Ilusoriamente se cree que un chico que no está en la calle no sufre peligro, y tal vez el peligro está mucho más de lo que pensamos», advierte López. Como ciertos adolescentes de la serie.
Adolescencia abre un debate muy real sobre el peligro de las ideologías replicadas en las redes sociales. Consultada acerca de si considera de actualidad la exploración de la serie respecto de la influencia de las ideologías extremas en los jóvenes y sus consecuencias, la psicoanalista Damasia Amadeo, autora de El adolescente actual: nociones clínicas y de Bullying, ni-ni y cutting en los adolescentes, señala que hoy las ideologías «se expresan fundamentalmente en las redes sociales, pero el peligro que se corre es que salgan de ahí y salten a la realidad». «Es el temor, muy fundado por otra parte, de parte de la sociedad frente a las expresiones de violencia que, desde las redes, promueven las ideologías extremas. Sabemos que esas ideologías hoy prenden fácilmente en la juventud. De todos modos, parecería que la serie, en todo caso, podría estar mostrando la revancha masculina con respecto a los principios instalados por el feminismo y los discursos de género. Pero, insisto, hay de todos modos una incógnita respecto de esa extrapolación rápida de una ficción a la realidad, y menos puede hacerse del tema que trata esa ficción una generalidad”, subraya Amadeo.
¿Lo primero es la familia?
A partir de lo que narra, Adolescencia invita a la reflexión -sobre todo en el capítulo cuatro- en torno de la influencia de la familia en la crianza de los hijos y los errores que pudieron haberse cometido. El psiquiatra y psicoanalista Jorge Schvartzman, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), opina al respecto: «Esta serie también replantea lo siguiente: más de una vez nosotros encontramos situaciones de chicos que cometen algún crimen. Generalmente, cuando pasa algo de eso o cometen algún suceso dramático, uno se plantea quiénes son los padres, en qué lugar fueron criados, la violencia. A mí me parece que esto pone sobre el tapete lo siguiente: podemos decir que el padre de Jamie tenía un costado violento que le surgía, pero estamos hablando de una familia que, sobre todo, tenía amor, y se ve el amor en esta familia. El tema es las redes sociales: de qué manera te promueven la violencia».
El psicoanalista César Hazaki, autor de Modo Cyborg. Niños, adolescentes y familias en un mundo virtual y de Planeta Cyborg. De humanos a usuarios, entiende que «una vez más aparece en algún tema artístico el lío que la sociedad, en general, tiene con las redes sociales». «La mayoría de los límites de los vínculos están absorbidos por esta ‘dopamina’ de las redes. Entonces, como los adultos están tan entrampados en la cuestión de internet, tampoco obviamente pueden hacer mucho sin enfrentar una tarea muchas veces titánica, que es cortar el tiempo en que los chicos están metidos adentro del celular. Eso es una lucha en la que, en general, encontrás las limitaciones que tienen tanto los padres como las escuelas. Recién ahora, hace unos meses, algunas escuelas se dieron cuenta de que los chicos en los recreos no juegan y que están metidos dentro del celular. ¿Cuántos años han pasado de esto ya? ¿Y recién ahora hay escuelas que declaran que se dan cuenta de que los chicos en el recreo, en vez de socializar, están adentro del celular?», cuestiona Hazaki.
«Lo más interesante de Adolescence no es tanto el peligro de las redes sociales -un medio que puede tanto propiciar vínculos como producir estragos- sino el caso singular de un chico que interroga sobre el lugar simbólico del padre como encarnación de la autoridad. Porque a lo largo del relato, pareciera que el lugar del padre ya no estuviera en crisis, sino ausente«, sostienen Fariña y Laso. «Si ya Lacan en 1938 planteaba que la imagen social del padre había sufrido una declinación, y antes Freud pudo ubicar al padre ya no como fuente de autoridad sino como una función de la que nadie da completamente la talla, Adolescence nos muestra las consecuencias que se derivan del fin del padre simbólico: el ascenso del lado oscuro del padre en calidad de superyó (N. de la R.: el superyó es, resumidamente, la instancia psíquica que vela por el cumplimiento de las reglas morales) que ordena gozar», afirman.
Códigos secretos
En Adolescencia hay una palabra clave que destraba, en parte, la investigación: Incel. Es un acrónimo de la expresión inglesa involuntary celibate (celibato involuntario). En sus orígenes, el término fue acuñado por una mujer canadiense en 1997 que creó el Proyecto de “Célibe Involuntario” como una fuente de consuelo y apoyo para personas que experimentaban soledad, falta de reconocimiento y apoyo social permitiéndoles un espacio para crear comunidad, expresarse y hablar de ello en virtud de las experiencias compartidas. Sin embargo, luego de su creación, el ecosistema incel fue manifestándose en comunidades virtuales, integradas en su mayoría por varones, que fueron desarrollando una cultura propia. A través de los foros incels fueron in crescendo en expresiones de misoginia, hostilidad, apología de la violencia hacia las mujeres y personas LGBTIQ+, deshumanizándolas y responsabilizándolas por su falta de interacciones sexo-afectivas, llegando incluso a promover o realizar actos de violencia extrema. Esto es clave en el desarrollo de la trama de la serie. Y el policía que investiga se entera de muchas de estas cosas por su hijo, que va al mismo colegio que Jamie. Pero la serie demuestra que no todos los jóvenes proceden de la misma manera por más que todos accedan a cierto tipo de información.
Hazaki explica que el grupo incel terminó copado por los varones que odian a las mujeres y terminó siendo el grupo de lanzamiento de lo que se conoce como la «manosfera» y para asesinatos masivos, como el que cometió Elliot Rodger. La manosfera es una red de sitios web, blogs y foros en línea que promueven la masculinidad enfatizada, la hostilidad hacia las mujeres o misoginia, y una fuerte oposición al feminismo. Se la ha asociado políticamente con la extrema derecha. «Y su ídolo es Elliot Rodger, quien en 2014 mató a seis personas e hirió a 13 y después se mató. Es considerado ‘el caballero supremo’. Ellos quisieran tener un mundo como la serie Las criadas, la serie en la que los hombres dominaban el mundo y tenían las mujeres para reproducir bajo su dominio», historiza el psicoanalista.
Los primeros Incel tenían dos enemigos: las mujeres, que eran gentiles con otros y no con ellos. Y los varones que tenían relaciones. «En la serie hablan de una estadística que los chicos hacen circular por la escuela de que el 80 por ciento de las mujeres desea al 20 por ciento de los hombres. Allí está la convicción que puede prender mucho en los varones: que las mujeres tienen el poder de acceder al amor y que no se lo otorgan. En la escena de la reunión con la terapeuta, Jamie, cuando se descontrola, lo único que pide saber es si la terapeuta lo quiere. Toda esa sensación de no ser atractivo es la que a los Incel ha llevado al asesinato y al odio a las mujeres», subraya Hazaki.
Lo que se espera de un niño
Fariña y Laso plantean las siguientes preguntas: ¿Qué es un «menor»? ¿Cómo definirlo ya no desde los códigos del Derecho, que fijan una responsabilidad jurídica convencional y variable según los países entre los 12 y 16 años? «Podríamos decir que la niñez es la inocencia, es decir, la ignorancia respecto de determinadas ‘verdades’ de la vida, como el sexo y la muerte. Verdades que alcanzan a la infancia a través de cuentos y mitos, relatos que velan un real no simbolizable. De ahí que un niño no esté en condiciones de llevar a cabo determinados actos, como torturar, violar, o matar, porque tales actos le resultan inconcebibles», explican.
Para Fariña y Laso, el personaje de Jamie ofrece el retrato de un niño inocente como mero semblante. Una psicóloga lo entrevista en una sesión de 50 minutos para evaluar el grado de comprensión que tiene del delito que se le imputa y, en consecuencia, la responsabilidad respecto de sus actos. «La escena es una especie de montaña rusa en la que vemos al púber pasar del registro de pobre víctima inocente al de un monstruo amenazante una vez que se siente descubierto. Tras la máscara, emerge algo absolutamente inquietante. En esos momentos sale a la luz, bajo la ira, rabieta y resentimiento infantil un fantasma de insuficiencia frente a la mujer como Otro malvado. Este fantasma, que toma la forma de ‘no soy deseado por las mujeres, por culpa de ellas, que son frívolas y malvadas’, introduce algo que ya no tiene nada que ver con un niño, y que deja a Jamie del lado del perverso: un goce sádico con propiciar la angustia del otro, como forma de restituir su imagen y su poder», explican porque no sólo queda afectada la psicóloga, que termina la sesión con una crisis de angustia, sino también los espectadores. «Y por cierto también estos padres, divididos entre el amor y el horror a un pasaje al acto insoportable», entienden Fariña y Laso.
«Una de las virtudes de Adolescencia es que plantea preguntas en vez de ofrecer respuestas simples respecto de las consecuencias del vacío del lugar de autoridad para las nuevas generaciones. Y, por cierto, respecto de las consecuencias que se derivan de este vacío. Son las preguntas que se hacen estos padres respecto de su función de tales. Y son también las que se hacen los policías, que no entienden el vínculo desmesurado entre emojis y furia asesina», concluyen Fariña y Laso.