Ismael Serrano: «el algoritmo penaliza a géneros como el mío»

El cantautor español mostrará material de su último disco, Sinfónico, grabado junto con una orquesta en el Teatro Colón. «Añadir algo de épica a lo cotidiano no viene nada mal», dice.
Ismael Serrano vuelve este sábado a Buenos Aires para recrear en el Movistar Arena, a partir de las 20 hs, su álbum Sinfónico. Tal como lo sugiere su título, lo nuevo del cantautor (apareció en las plataformas digitales de música el pasado 18 de octubre) fue grabado junto con una orquesta, en el Teatro Colón.
“Haremos todas las canciones de ese disco (en total suman 13), pero también tocaremos otras para las que hicimos arreglos sinfónicos”, adelanta este madrileño de 51 años en conversación telefónica. “Estos conciertos están teniendo una suerte de épica que, si bien ya está en el disco, se magnifican. Esta experiencia se está haciendo cada vez más emocionante. En estos tiempos tan oscuros, añadir algo de épica a lo cotidiano no viene nada mal. Y este concierto invita a eso”.
-Si bien vos lo vivís así, para parte del público debe ser un espectáculo y nada más. ¿Te genera malestar esa actitud?
-Los espectáculos no son sólo espectáculos. En todo evento social hay un componente político, y hay un relato que pone al espectador en un estado de ánimo determinado. La música urbana, que invita al escapismo permanente, también tiene un componente político. Aunque luego lo niegue. En estos tiempos tan convulsos, quien no se pronuncia lo está haciendo. Hasta el pesimismo es una herramienta política que fundamentalmente lo que busca es desmovilizarnos. Hay mucha música que es autorreferencial, y que imprime un individualismo feroz que tiene que ver con salvarse a uno mismo. O sea, la sociedad no existe, como decía Margaret Thatcher. Y eso es lo que también creen los libertarios.
-¿Qué opinión te merecen los artistas que no se comprometen siquiera con contar la época que les toca vivir?
-Aunque sea deberían atreverse a contar la época. Yo no creo que todo el mundo tenga que expresarse políticamente en sus canciones, a veces es saludable practicar el escapismo. Lo malo es cuando el escapismo se pone de manera hegemónica, y todo lo que se oye en el mainstream va hacia esa dirección. También es necesaria la música que te ayude a entender la realidad o a confrontarla. Sin embargo, me cuesta más entender que haya gente que señale explícitamente, aprovechando que está en las instituciones o en el poder, y que los artistas no salgan a decir nada. Cuando eso sucede, lo que se está buscando es disciplinar. Nadie está a salvo de la censura.
–Pese a que los sectores radicales de la derecha intentan una y otra vez complotar contra el actual gobierno de tu país, sigue ganando la institucionalidad. ¿Cómo se ve a esta versión de la Argentina desde España?
–Lo que está ocurriendo en Argentina no es un caso aislado. En España hay una amenaza permanente de que esa suerte de gamberrismo político también termine ocupando el poder. De todas formas, aun cuando no lo ocupa, sí impone su agenda. En materia de migración estamos viendo cómo se rompen los consensos, y en la televisión estamos viendo debates que eran impensables. No sé cuándo nos convertimos en esa otra cosa. Esto también tiene que ver con una izquierda que no ha sabido dar una respuesta a temas contundentes de la gente, y sobre todo de las nuevas generaciones, que se han visto excluidas.
–A propósito de lo que dijiste sobre la izquierda, hoy las ideologías políticas padecen una verdad relativa. Lo que antes tenía un significado concreto se terminó convirtiendo en una interpretación.
-Eso tiene que ver con la batalla cultural y con la apropiación de conceptos como el de libertad. ¿Qué es la libertad? ¿Libertad de morirse de hambre? Esta gente cuenta con herramientas poderosas, como las redes sociales, para resignificar conceptos como la anarquía, la rebeldía y hasta la patria. Es una especie de “conmigo o contra mí”, lo que ha hecho desaparecer cualquier tipo de matiz en la discusión y en el debate político. La ultraderecha tiene la maestría de simplificar el mensaje.
-No sólo sos crítico con las redes sociales, sino también con el consumo de la cultura en la actualidad. De hecho, este disco sinfónico es una respuesta al déficit de atención que existe.
-No somos conscientes de cómo las nuevas tecnologías están determinando las creaciones artísticas. Muchos chavales no componen en función de su interés artístico, sino pensando en cómo el algoritmo va a determinar su futuro. A pesar de que la tendencia siempre marca el camino, el algoritmo penaliza a géneros como el mío. Son canciones muy largas que difícilmente tengan traducción en el lenguaje de Tiktok o son canciones sinfónicas que requieren mucha producción. Esto último es un ejercicio exigente porque tenemos que juntarnos unos 40 o 50 músicos.
–En España lanzaron el primer sello discográfico de artistas hechos con inteligencia artificial. ¿Cómo un músico tradicional puede lidiar con eso?
-Yo hago lo que sé hacer. Tampoco me puedo plantear eso. Siempre habrá un hueco para las cuestiones más artesanales, y la competencia será desigual. Salvo en los 90, que tuve un momento privilegiado en la industria, tampoco cambió mucho mi manera de entender la música: antes competía contra el marketing y ahora lo hago contra el algoritmo. Mi apuesta es ésta. Hago canción popular, no estoy en la vanguardia de la música experimental y tampoco pretendo estarlo. Siempre habrá un tipo que agarre la guitarra.
-Por todo lo que contaste, a esta época la enfrentás reivindicando tu veta de trovador.
Totalmente. Es que este disco tiene algo de tributo al género y hasta de auto homenaje, por más vanidoso que suene. Reivindico la tradición de lo que es ser un cantautor, término que está estigmatizado. Entre todas las listas de Spotify, hay una sola dedicada a nosotros, y ni siquiera está hecha por un prescriptor. Entonces no me queda otra cosa que salir a defender cierta forma y cierta sensibilidad, ser capaz de contar historias de la manera clásica, de hacer canciones conceptuales y también de hacer canciones que hablen de nosotros.