Cosquín Rock, Día 1: cómo espantar a la lluvia
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El inicio de la primera jornada hizo temer por un festejo pasado por agua, pero la música obró su magia. Y el festival dejó la primera serie de momentos para el recuerdo.
Faltaban quince minutos para que Santi Celli diera el puntapié inicial en el escenario Norte, y el cielo se encargó de voltear toda esperanza con una descarga cerrada de agua. Si la lluvia ha sido habitual coprotagonista de la larga historia de Cosquín Rock, la edición 25º aniversario no iba a ser inmune. Pero poco le importó a la primera andanada de asistentes recibidos por el mismo José Palazzo en el acceso, premiándolos con camisetas por su condición de pájaros tempraneros. Poco después, esa misma gente ejecutaba sus primeras danzas bajo la lluvia. Y así el gran encuentro en el Aerodrómo Santa María de Punilla ofreció de entrada la cuota épica de todo festival que se precie. Sobre todo en una edición especial, la vigésimo cuarta que por cuestiones pandémicas marca los 25 años de vida.
En el extremo opuesto del predio se encontraba el escenario Sur, otro de los seis erigidos en esta versión de la cita musical cordobesa. Ahí el grupo Ryan, en su debut en la grilla, confirmó su chapa de sensación del nuevo under argentino con un show volátil que tuvo como corolario a Javier Milei y Donald Trump besándose en las pantallas (emulando el beso comunista entre Leonid Brezhnev y Erick Honecker inmortalizado en el Muro de Berlín), mientras tocaba su tema “El beso más famoso del mundo». “Lo hicimos porque estamos muy molestos con lo que viene diciendo el presidente en las últimas semanas”, les dijeron los músicos a este diario apenas bajaron de escena. Convirtiendo al evento, al igual que el año pasado, en tribuna política.
Acto seguido, se produjo el retorno de Jóvenes Pordioseros al festival, y lo hicieron con un set que incluyó una gran revisita a “Ñam fri frufi fali fru», himno ricotero en el que el frontman Toti Iglesias llevaba ataviada la bandera argentina tal cual superhéroe. La fecha del sábado también significó el reencuentro con el Valle de Punilla de Cruzando el Charco, grupo que desenvainó en el escenario Montaña un caleidoscopio de hits entre los que destacaron el reggae “Lo nuestro tiene magia” y la intimista “Volver a nacer”. Previamente, por ese tablado pasó el dúo El Zar, que aprovechó la vuelta del sol para despachar su pop veraniego.
El auténtico pop para las masas asomó en el Norte: cuando Hilda Lizarazu ganó las tablas, los brazos que se elevaban en el estribillo de “Necesito tu amor” saludaban a ese sol que ya rajaba las piedras y levantaba un calor húmedo que desafiaba hasta a los más audaces. Pero claro, lo de Hilda era una oferta que no podía fallar: obras maestras de Charly García en una voz que las conoce a fondo, y mantiene su aura magnetizadora de almas. La arenga general de “Nos siguen pegando abajo”, el groove de «Fanky», el delicioso dueto de Hilda y su hija Mia en «Buscando un símbolo de paz» y las emocionantes versiones de «Seminare» y «Rasguña las piedras» -coreadas hasta la afonía por la multitud- colorearon uno de los puntos más altos de la primera jornada.
A unos cuantos metros, en el escenario Boomerang, ya habían desfilado la canción de Florián, el groove de Vinocio y el indie de Siddharta. El músico mexicano fue uno de los actos internacionales de la primera jornada, al que le secundó La Vela Puerca, uruguayos con ciudadanía honoraria en este lado del Río de la Plata que históricamente tocaban en el escenario Norte: en esta ocasión se presentaron por primera vez en el escenario Montaña, relativamente nuevo y confeccionado para artistas más del palo indie o alternativo. Y el ensayo funcionó bien, al punto de que su público logró cohabitar con otro diametralmente opuesto, pero que, por ese corte popular de la banda, la conocía. Arrancaron con “El viejo”, siguieron con “Sé a dónde quiere ir” y “Colabore”.
Amén de las banderas uruguayas que ondearon
durante esa performance, hubo otras tribus que dijeron presente. Varias de
ellas se fueron mudando desde el recital en el escenario Sur de Guasones,
quienes propinaron un show contundente. De hecho, en ese horario, justo en la
caída de la tarde, el Aeródromo ya empezaba a disfrutar de su mayor pico de
convocatoria. De las dos fechas, la primera fue la que anunció el sold out (60
mil personas, según cifras oficiales). Los platenses, que se despidieron con su
hit “Me sentí un tarado”,
se midieron con sus paisanos de El Mató a un Policía Motorizado, agendados en
el Norte. Y, a vuelo de pájaro, quedaron parejos. Aunque los públicos que
asistieron a ambos recitales era idiosincráticamente diferentes.
Conocedores de la dinámica festivalera, El Mató fueron al hueso con un set que puso en trance bailable a la multitud, desde la apertura con «Sábado» al cierre con el clásico «Chica de oro», y que tuvo como invitada a Javiera Mena en «Terrorismo en la copa del mundo»; el mismo Santi Motorizado se pondría el traje de convidado sobre el final de la noche, invitado por Dillom para el intenso «Cirugía».
El ingreso a la noche por el lado Norte, en tanto, tuvo un encadenamiento perfecto: en La Casita del Blues, Los Espíritus coronaron un show festejadísimo con “Lo echaron del bar”, “Vamos a la luna” y la aparición de Semilla Bucciarelli para cerrar en shock eléctrico. Y enseguida en el escenario principal de ese lado del predio, Divididos salió con la solvencia de veteranos coscoínos… y esa performance que sacude multitudes. Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Catriel Ciavarella hilaron un show bien festivalero, que tuvo la intensidad de “Haciendo cosas raras” y “Crua Chan”, y supo cerrar a todo gas con “Paraguay”, “Rasputín» y el combo «Qué tal / La rubia tarada»; pero también dio espacio a momentos de alta delicadeza como ese “Spaghetti del rock” con decenas de miles de personas cantando. Y un urgente llamado de Mollo sobre los incendios en toda la Argentina.
En La Casita del Blues, en tanto, la figura de Norberto Pappo Napolitano -de cuyo fallecimiento se cumplirán 20 años en apenas unos días- dio pie a un homenaje en el que saltaron chispas: Don Vilanova Botafogo y Celeste Carballo comandaron una afiebrada y disfrutable cabalgata por clásicos del Carpo (con grandes versiones de «Llegará la paz» y «El hombre suburbano») que incluyó una aparición especial de Juanse para «Ruta 66», preludio de lo que sería el gran cierre de la jornada con Los Ratones Paranoicos en el Sur. Mientras tanto, el Norte estallaba con la potencia y los fuegos de Airbag, que pudieron salir a los palos con «Jinetes cromados» y a la vez meter en la lista el himno y una visita al gardelianísimo «Por una cabeza».
A esa altura, el predio era un cúmulo de invitaciones imposible de cumplir. Porque quien se concentraba en el inicio de la arrasadora lista de Dillom inevitablemente se perdía lo que estaba sucediendo en el Montaña: en su quinta participación consecutiva, Conociendo Rusia llenó el lugar y premió a los asistentes con la aparición de Wos para encadenar palabras como ametralladora en una versión de su propio «Luz Delito» que el Ruso Sujatovich disfrutó como un fan más: el emocionado abrazo entre ellos lo dejó bien claro.
Al cierre de esta edición, Las Pastillas del Abuelo y Dillom terminaban de repartirse las emociones en los dos escenarios principales. Y la medianoche ya era una realidad cuando en el Norte desembarcó la fiesta infalible de Los Auténticos Decadentes, y el Sur se aprestaba a la gran fiesta rockera que supone la formación original de Los Ratones Paranoicos. Y a recuperar algo de descanso para encarar el domingo, que promete alta intensidad con Skay y los Fakires, Las Pelotas, Massacre, La Delio Valdez, Luck Ra y el gran cierre con los regresados Los Piojos.