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En el pádel hay que tener las cosas en orden para competir

Doha, Qatar. 2 de noviembre de 2024. Argentina y España empatan 1 a 1 en la final del FIP World Pádel Championships. La dupla española Arturo Coello (número uno del ranking FIP) y Coki Nieto obtuvieron el primer punto, mientras que la pareja argentina, Agustín Tapia y Fede Chingotto, se quedaron con el segundo. Todo se dirime en un último partido definitorio. Leo Augsburger y Valentino Libaak por el lado argentino. Paquito Navarro y Mike Yanguas, por el lado español. El encuentro llega a 3 sets. Argentina gana 6 a 2 en el Tie break y está a un punto de la gloria. Yanguas deja la pelota en la red y la albiceleste celebra el campeonato del mundo. Es el duodécimo mundial para la Argentina. Durante los festejos, Tino Libaak es alzado por sus compañeros.

Tiene 19 años y es de San Luis, Villa Mercedes. Desde los siete años la paleta es una extensión de su brazo, cuando peloteaba en el Squash Padel, el club de su familia. Jugó al tenis y al fútbol, pero a los 10 eligió el camino del pádel. Una vez tomada la decisión, no paró: campeón del mundo sub 12 en Málaga 2017, hasta que a los 16 años migró a España para participar de los World Padel Tour. Allí, se convirtió en el padelista más joven de la historia (17 años) en llegar a una final del circuito mundial, en el Rioja Open. Hoy, en Madrid, planifica su 2025 junto a su nueva dupla, Juan Tello. Y con un mundial bajo el brazo, sigue soñando. «Te puedo asegurar que mantengo el sueño de ganar muchos mundiales más», expresa Libaak a Página 12.

–¿Qué significado tiene el Squash Padel en tu vida?

–Es mi primera casa. En mi hogar solamente dormía, porque me levantaba, iba al colegio y al momento que salía, estaba todo el tiempo en el club. Hay días que almorzaba, merendaba y cenaba ahí. Cada rato libre, me metía en las canchas a jugar. Si faltaba alguien en algún turno, buscaba participar, sin importar que los demás tengan más nivel que yo. Fue gran parte de mi educación. Forjó mi personalidad. Siempre tuve esos valores del club, como espacio de amistad y de compartir.

–¿Por qué tomaste el camino del pádel?

–A los 7 u 8 años, encontré un deporte donde podía jugar con gente mayor, sin importar mi edad. Podía entrar a torneos y encontrar turnos en el club todos los días. En el tenis, a esa edad, no había nadie con quien jugar, en mi nivel hiper básico. Hice fútbol por dos años y probé como cualquier chico argentino que sueña con jugar a la pelota. Esos años prácticamente dejé el pádel. Participaba de los torneos, pero ya no hacía turnos durante la semana. Pero a los 10 años, le dije a mis padres que sólo quería ser padelista.

–A los 16 años migraste de Argentina a España, ¿de qué manera transitaste ese proceso?

–Cuando me vine a vivir a España, fue en el 2022, con el plan de estar dos o tres meses. Es lo que uno sueña de chico: entrenar en Europa. El epicentro del pádel está acá. Fue aprender de diferentes conceptos y de Europa como formación avanzada. Empecé a jugar en el World Padel Tour y a competir a otro nivel de torneo. Lo que nos lleva a todos a participar del circuito es el competir. Ahí es donde entro a la pista y dejo un poco de lado mi costado tranquilo. Poder ver el nivel en las previas era increíble. Fue genial ser consciente de ese mundo, siendo tan chico.

–¿Sentiste que a los 16 años se te aceleraba la vida?

–Es complicado. Soy una persona muy cercana a mi círculo. Más allá del viaje a España, antes también viajaba mucho dentro de la Argentina para disputar torneos. Faltaba a clase el miércoles y regresaba el lunes de la otra semana. El colegio me bancó mucho ese estilo de vida. Terminaba distanciándome por un mes y medio, dos meses, hasta que un momento lo terminé dejando del todo, porque era imposible seguir el ritmo presencial. Les decía a mis papás de que terminaba la secundaria y me iba a Europa, y al final pasó todo, dos años antes de que pueda terminarla. Lo que siempre recalco que lo que más me ayudó fue la decisión de querer hacer lo que amo. Que, si tenía que dedicarme al pádel un 100 por 100, dejando de lado a mi familia y amigos, lo iba hacer.

–¿Cómo fue tu proceso de mejora como jugador de pádel?

–Mientras más de chico se hace el deporte, más natural te sale. Jugaba partidos con mis amigos todos los días. Siempre que había un torneo amateur en mi club o en el club de la ciudad intentaba participar. Empecé a entrenar, antes y después del mundial de Málaga de 2017, en el que clasifico al campeonato de menores con 12 años, y viajo por primera vez como pareja número uno (Junto a Ramiro Valenzuela). Desde ahí no paré de entrenar, que es algo que me gusta. Jugar todos los días y el entrenamiento diario, potenció mi técnica.

–¿Y qué rol cumplió tu tío Hugo Luffi en esos inicios?

–Él era profe en el Squash Padel y ahora mismo está viviendo en Miami relacionado con el deporte. Lo que sucedía era que, al ser mi tío, nunca fui un alumno regular. Iba lunes, miércoles y viernes. Salía del colegio el lunes y aprovechaba el turno para entrenar. Pero el martes no iba, porque prefería jugar partidos. No era regular con él, salvo en la etapa de los 12 años, cuando iba a los entrenamientos. Recuerdo que con mi tío hice mis primeros peloteos con canasto (para mejorar el centro de impacto). Fueron mis primeros ejercicios para potenciar lo básico del juego.

–¿Qué importancia tiene la sincronicidad a la hora de jugar con tu pareja de pádel?

–Siendo profesional, considero que llevarse bien fuera de pista es súper importante. Poder conocerte con tu compañero en las pretemporadas y tener la mayor cantidad de tiempo de entrenamientos es vital. Está a la vista: mientras más tiempo juega una pareja, los resultados van mejorando en la comunicación. Conocerse con tu compañero hace que el juego fluya más y todo sea menos forzado. Hace que sepas qué va a hacer tu pareja. A lo mejor vos con tus movimientos te podés adelantar un segundo a lo que él va a hacer, y eso es lo que genera fluidez.

–¿Es esencial pensar rápido?

–Obvio. Los entrenamientos sirven para eso. Uno entrena y practica lo que no sale naturalmente, para que cuando llega el momento de competición, puedas resolver sin forzar. Con Leo (Leo Augsburger), éramos chicos que recién llegábamos al circuito y las estrategias nos costaban muchísimo. La única estrategia que teníamos era salir a jugar y que fluya todo. Por suerte, y de a poco, estoy pudiendo adaptarme a lo que me pide el equipo y a las estrategias.

¿Cómo se logra una mayor regularidad en el tiempo?

–No me gusta decir que la mentalidad es más importante que la técnica, la táctica o la sincronización con tu compañero. A lo mejor puedo tener la mejor mentalidad del mundo, pero si no estoy bien físicamente o padelísticamente, va a ser muy complicado poder ganar. Intento estar en mi mejor nivel en cada una de las facetas. En el pádel hay que tener las cosas en orden para competir. Estuve como pareja de Bela (Fernando Belasteguín, considerado el mejor jugador de pádel de la historia) en su última etapa como jugador y es un ejemplo de que todo tiene que estar en su lugar para alargar una carrera. Le quedaban tres meses antes de retirarse y entrenaba como si fuera la primera vez. Aprendí mucho observando a los mejores, como hoy lo es Agustín (Tapia).

–Dentro de ese conjunto de cosas, ¿el físico y la mente son claves?

–Claro. Voy a la psicóloga desde muy chico y me ayudó a entender que a veces perdés y te vas con una buena sensación, y otras veces te vas con una sensación horrible, pero sabiendo que, al otro día, tenés que estar entrenando igual. Es estar preparado para las distintas circunstancias que te va dando el deporte. El físico es algo personal, pero es importante para tu equipo, ya que es fundamental desplegar bien los pasos dentro de un partido. Trabajamos mucho esto. Entrenamos movimientos específicos para pádel, que son los que terminamos ejecutando en la pista. Hacer un paso o girar para determinados lados sin pensar o sin que te cueste.

–¿Qué visión tenés del auge del pádel que hay hoy en día?

–Soy un privilegiado de la época que me está tocando vivir. El pádel venía creciendo, pero la pandemia ayudó muchísimo, porque fue de los primeros deportes que se flexibilizó y se empezó a jugar. Lo bueno del pádel es su parte social. A lo mejor para jugar al fútbol son muchísimos y para jugar al pádel se necesita menos gente. Con muy poco se la puede pasar muy bien entre amigos. No es difícil jugarlo y es muy entretenido a nivel amateur. Además, a nivel profesional, el crecimiento se puede ver en la cantidad de padelistas argentinos, el calendario de torneos que tenemos y a los países de todos los continentes que estamos yendo a jugar.

–¿Qué es el pádel en tu vida?

–Mi vida se mueve en base al pádel. Mi lugar de residencia, lo lejos que vivo de mi familia, mis principales amigos son por este deporte. Es lo que amo y tengo el privilegio de poder vivir de él.

Fuente: Pagina12

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