Espectáculos

Las fuerzas del libro contra las fuerzas del cielo

Este año se publicaron casi la misma cantidad de títulos que en 2023, pero con tiradas reducidas que promedian los mil ejemplares. Con un peso tan revaluado y un dólar retrasado es cada vez más difícil exportar porque no tienen precios competitivos. «Se vino un revival de los 90, en el que entró mucho material muy barato de importación y lamentablemente termina compitiendo con nuestros libros», dice Juan Manuel Pampín, presidente de la Cámara Argentina del Libro.  

La ultraderecha avanza, la industria editorial retrocede. Los libros serán un artículo de “primera necesidad” para los lectores, pero cuando el consumo se contrae son bienes suntuarios cuya demanda se desploma estrepitosamente. El contexto económico obliga a ser “menos audaces”, “menos intrépidos”, “ir más sobre seguro”, confiesa un editor. Las ventas en librerías cayeron entre un 30 a un 50% durante 2024, un descenso que un editor independiente define como “brutal”. Los grandes grupos y algunas editoriales medianas publicaron la misma cantidad de novedades que en 2023, pero con tiradas reducidas que hoy promedian los mil ejemplares.

Caída abrupta

Walter Marini, de la editorial, librería y revista Sudestada, refiere que hubo “un retroceso generalizado de la economía y los libros no fueron la excepción”. El editor observa que con salarios “tan precarizados” solo acceden “las clases más acomodadas” a la compra de libros. “Desde hace años que no se veía una caída tan abrupta. Los envíos al conurbano e interior del país, que en la pandemia fueron un boom, durante este año cayeron un 80%”, explica el editor. Sudestada editó más de veinte libros, un promedio similar al del año anterior, pero las tiradas se redujeron en algunos casos y “las novedades no tuvieron el impacto de otros años”. 

La directora editorial de Eterna Cadencia, Leonora Djament, destaca que en el primer semestre las ventas cayeron “muy fuertemente” mientras que en el segundo fue “mejor”. “Terminamos el año bien, dentro del contexto, con libros que fueron muy bien recibidos por los lectores, tanto de escritores que ya formaban parte de nuestro catálogo (Alejandra Kamiya, Hernán Ronsino, Jorge Consiglio, Claire Keegan, Lydia Davis y Ricardo Piglia) como de autoras que publicamos por primera vez (la joven escritora laosiana canadiense Souvankham Thammavongsa o la pensadora feminista María Lugones)”. Djament confirma que Eterna Cadencia publicó la misma cantidad de títulos que el año pasado, pero con tiradas “un poco más ajustadas”.

Cambio de planes: reducción y postergación

Dos libreras repasan lo que sucedió en sus locales, ubicados en dos zonas privilegiadas de la ciudad: Belgrano y Colegiales. Mónica Dinerstein, presidenta de la Cámara Argentina de Librerías Independientes (CALI) y dueña de la librería Tiempos Modernos, ubicada sobre la calle Cuba y casi Sucre, dice que las ventas cayeron “mucho” y trata de establecer temporalmente el comienzo de este descenso. “Empezaron a caer a partir de septiembre-octubre del 2023. En el último trimestre del año pasado las ventas en cantidad de ejemplares fue casi un 30 % menos que el mismo trimestre del 2022 -compara los porcentajes-. Esa tendencia se vio en el 2024 con una baja muy importante que llegó en algunos meses a más del 35%. Levemente fuimos subiendo y hoy, comparativamente con el 2023, tenemos una baja del 15 % en cantidad de ejemplares y con respecto al 2022 es un 18%”. Dinerstein cuenta que la reducción de las tiradas de los libros de las grandes editoriales se vio reflejado en las librerías. “En nuestro caso recibimos menos cantidad de ejemplares con las novedades y muchas veces se hace muy difícil la reposición. Las librerías independientes, de barrio, sentimos mucho esa merma”.

Desde Céspedes, librería que está sobre la avenida Álvarez Thomas al 800, entre Céspedes y Palpa, la escritora y librera Cecilia Fanti ratifica que el descenso de las ventas fue del 20 %. “Después de una caída estrepitosa el primer trimestre (enero, febrero, marzo), la venta se mantuvo algunos meses mejor, otros peor. Yo estoy tomando en cuenta solamente mi sucursal de colegiales”, precisa Fanti, que tiene otra sede en el Centro Cultural Recoleta. “A partir de julio de este año, por una nueva implementación en el ingreso del centro cultural hubo una serie de obstáculos en la circulación de la gente en mi librería -revela-. Ahí tuve en el último semestre una caída del 50%, pero que no tiene que ver con una caída real de la venta”. En cuanto a la reducción de las tiradas, es una tendencia de los últimos cuatro o cinco años. “El impacto más grande en lo que respecta a la reducción de tiradas tiene que ver con los grandes grupos y no tanto con las editoriales medianas o pequeñas. El peor efecto se lo llevan los libros literarios que salen por sellos de los grandes grupos, que tienen plazas muy grandes para cubrir, entonces los libros terminan llegando a cuentagotas. No tuve ese problema con editores independientes este año”, contrasta Fanti.

Diego Skliar, del colectivo editorial Tinta Limón, subraya que la caída de ventas en diciembre del 2023 en las librerías fue “brutal”, casi un 50 %, y ese “nuevo piso” prácticamente se sostuvo durante el 2024. “En ferias del libro es más fluctuante. Por deseo, necesidad y organización, han proliferado espacios de encuentro directo entre editores, autores y lectores”, comenta el editor y agrega que Tinta Limón, como cooperativa de trabajo, fortaleció fuentes económicas diversas, redes internacionales, multiplicó las presentaciones de libros y amplió los espacios de capacitación. Skliar aclara que Tinta Limón no publicó menos títulos de los previstos; pero sí redujeron las tiradas en algunos libros, modificaron el plan de edición en función de buscar vías de financiamiento y postergaron reimpresiones de libros de años anteriores.

Juan Manuel Pampín, presidente de la Cámara Argentina del Libro (CAL), coincide que la caída fue “muy abrupta” y que en algunos casos superó el 40% “y un poco más”, pero que estuvo entre 25 al 30%. Junto a sus hermanas, Fernanda y Paula, lleva adelante la editorial Corregidor, que fundó su padre, Manuel Pampín (1936-2023), en 1970. “La mayoría de nosotros achicó sus planes editoriales y también las tiradas. Los grandes grupos a veces publican mayor cantidad de novedades, pero con una reducción importante en cuanto a lo que es la tirada inicial. En el caso de las editoriales pequeñas, se agrava doblemente porque hay muchas que estamos publicando menos títulos de lo previsto y en una tirada más pequeña. El contexto económico nos obliga a ser menos audaces, menos intrépidos, ir más sobre seguro”, lamenta Pampín.

Difícil exportar

¿La industria editorial argentina llegó a un punto de inflexión? ¿O puede caer aún más? No cunde el optimismo entre editores y libreros. “Tocar fondo en nuestro país nunca es del todo claro”, advierte Marini. “Cuando parece que la economía se acomoda, siempre ocurre algo que detiene el comercio y hay que volver a empezar. La economía se paralizó de una forma increíble, pero con salarios tan bajos las ventas no van a mejorar, aunque algunas actividades se verán privilegiadas. Nuestro rubro, que principalmente consumen estudiantes, docentes y jubilados, será siempre una segunda necesidad cuando no se llega a fin de mes. Lo que ocurre es que un libro pasa de mano en mano más de lo habitual; es volver a la malaria y la inventiva porque nuestro país tiene una historia de lectura y discusión que no podrán eliminar”, afirma uno de los editores de Sudestada.

Djament admite que es “imposible” sostener que la industria editorial argentina tocó fondo. “No es fácil saber cómo será el comportamiento de los lectores en 2025, un año donde probablemente la inflación no sea alta, pero venga acompañada de más recesión por los salarios que quedaron retrasados respecto de la inflación y por el mayor empobrecimiento general de la sociedad”, analiza la directora editorial de Eterna Cadencia y detalla que “con un peso tan revaluado y un dólar retrasado va a ser cada vez más difícil exportar –ya fue casi imposible hacerlo en 2024– y seguramente entrarán importaciones de libros con precios más bajos que los libros nacionales”.

Como librera, Dinerstein sabe que “la industria editorial siempre puede caer un poco más”, pero el énfasis de esa caída dependerá de la situación económica del país. “Nuestro público lector mayormente pertenece a la clase media y esa franja fue muy tocada este año. Al haber aumentado mucho los gastos fijos que tiene una familia, el libro quedó relegado a una segunda necesidad, aunque por suerte veo que el lector hace un gran esfuerzo y sigue comprando menos, pero compra. Yo tengo una librería donde trabajo casi en un 90% con clientela, que vuelve porque se la atiende bien, se le recomienda libros y generalmente encuentra lo que busca”, comenta la librera de Tiempos Modernos .

Un revival de los 90

Fanti expresa que ve una industria editorial “en alerta” y “muy preocupada” porque por las condiciones de producción “inevitablemente se empieza a reducir”. La escritora y librera de Céspedes no duda en calificar como “ejemplar” a la industria editorial argentina y fundamenta las razones. “Hay un choque de fuerzas: la realidad que pareciera querer llevarte para una dirección y que te hace decir que la industria está en crisis, y es cierto, pero por otro lado también es una industria que se sigue profesionalizando, que sigue trabajando, que sigue apostando por nuevos autores o por volver a poner en catálogo a autores que no se conseguían hace mucho tiempo, pienso en lo que está haciendo Godot con (Gustavo) Ferreyra”, ejemplifica y ella misma se pregunta si puede caer más la industria editorial argentina. “Sí, por supuesto, en la medida en que este gobierno empuje también cierta desregulación en materia de libros. Sabemos que eso puede dañar la industria en su bibliodiversidad, puede dañar el ecosistema tal como lo conocemos y puede llevarnos a un mercado mucho más hostil, que puede ser un drama para las editoriales y librerías independientes. Siempre se puede estar peor”.

Pampín asegura que la industria editorial todavía no tocó fondo. “El Estado brilló por su ausencia. Al día de hoy, no terminaron de definir la compra de libros de texto, que habitualmente a esta altura ya debería estar resuelta, las editoriales todavía no tienen las órdenes, y en lo que es literatura general la caída es muy fuerte y en estos momentos no estamos con precios competitivos para exportar. Yo creo que se vino un revival de los 90, en el que entró mucho material muy barato de importación y lamentablemente termina compitiendo con nuestros libros”, reflexiona el presidente de la CAL.

“El libro es un bien de tercer y cuarto orden de consumo, es casi suntuario, más allá del valor simbólico -describe Pampín-. En un país que tiene más del 50% de gente por debajo de la línea de pobreza, con personas que no comen todos los días, difícilmente se pueda comprar un libro. Es realmente una situación complicada la que se está viviendo hoy, con mucha angustia en cuanto al tema del trabajo. Un libro promedio, una novedad promedio, puede estar entre los 25 y 30 mil pesos. También, por supuesto, vas a encontrar de menos valor; pero los sueldos lamentablemente no acompañan”.

Estampida de precios y margen de rentabilidad

El incremento del precio de los libros es un universo diverso. Las medianas y pequeñas editoriales consultadas –Sudestada, Eterna Cadencia, Tinta Limón y Corregidor– aumentaron menos. “Vamos siempre por debajo de la inflación, manteniendo precios acordes a lo que nuestros lectores pueden pagar -manifiesta Skliar del colectivo editorial Tinta Limón-. Luchamos para que los libros que editamos no sean un producto de élite. Esa decisión implica a veces demorar actualizaciones en nuestros salarios o multiplicar tareas”.

Marini define a Sudestada como una editorial que siempre estuvo entre “las más económicas del mercado” porque la intención es buscar a las lectoras y lectores en los sectores populares. “El descontrol de precios de diciembre de 2023 y los primeros meses del 2024 provocó distorsión en la imprenta y el mercado. Quedamos más caros que otros países y los salarios no se acomodaron. Ya no hay margen para aumentar los libros -reconoce-. Habrá que ser creativos y trabajar con menos margen de ganancia. El mayor deterioro se vio en el hecho de que autores que hacen talleres o charlas este año casi no movieron sus trabajos y con la baja de la venta de libros es preocupante que muchos dejen de tener su actividad principal en la escritura para trabajar de lo que sea”.

Desde Tiempos Modernos, Dinerstein traza el panorama de cómo evolucionaron los precios según lo que ella palpitó desde la librería. “Los libros tuvieron un aumento muy importante a partir de septiembre del 2023 y no pararon hasta mayo del 2024. El aumento fue brutal porque el costo del papel se incrementó de una manera que no coincidía con los precios internacionales. Eso se notó mucho y la gente se sorprendía por el costo del libro”, recapitula la librera y puntualiza que a partir de mayo los precios se estacionaron, el papel bajó “mucho” y los libros no aumentaron. Para Dinerstein en algunos casos los precios subieron por arriba de la inflación, en otros se instalaron por debajo. “Se nota una gran diferencia entre los precios de los grandes grupos (más caros) y de las editoriales independientes (más baratos)”, sostiene la librera.

Fanti resalta que con “la gran devaluación” de diciembre de 2023 hubo libros que de 10.000 pesos pasaron a costar de 17 a 19 mil pesos de un tirón en menos de dos meses y que eso impactó en las ventas. Después de esa estampida, los precios se mantuvieron estables. La librera de Céspedes pone un ejemplo: La llamada, de Leila Guerriero, uno de los mejores libros publicados en 2024, salió en marzo a 32.500 pesos “Hoy se vende al mismo precio. La percepción es que el valor no era el mismo en marzo que ahora. Los precios se mantuvieron por debajo de la inflación. Lo que sí es indudable es que estamos en un momento en el cual al no actualizarse los salarios ni las jubilaciones, frente al recorte de las becas del Conicet, frente a la cantidad de despedidos en el Estado, tenés un montón de gente que antes podía comprarse con mucho esfuerzo su librito al mes y que ahora no la vemos hace meses en la librería. O el que se llevaba la pila sin mirar y ahora evalúa específicamente qué compra y qué deja para después”.

Pampín considera que inicialmente los editores esperaron “un dólar más alto”, entonces muchos elevaron los precios para protegerse las espaldas. “El libro es un material que está consignado, que se va vendiendo por goteo, que tiene un proceso de comercialización y cobro muy largo. Desde que nosotros largamos el libro a la calle hasta que estamos recibiendo el primer cobro, pasan entre 120 a 150 días”. El presidente de la CAL y editor de Corregidor bosqueja un escenario hipotético para escarbar en un tema tan sensible como es el precio del libro. “La persona que está dispuesta a pagar 15 mil pesos el libro La vegetariana de la premio Nobel de Literatura, ¿estaría dispuesta a pagar 20 mil? Ahí es cuando como editor estás intentando buscar ese equilibrio que permita que puedas tener el dinero para poder hacer la reposición y por otro lado lo que la gente esté dispuesta a pagar. Los precios de las editoriales pymes estuvieron por debajo de la inflación y en muchos casos resignamos margen de rentabilidad”, concluye Pampín.

En un 2024 demasiado hostil, las fuerzas del libro intentaron exorcizar las sistemáticas embestidas de “las fuerzas del cielo”. La pelea continuará…

Fuente: Pagina12

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