Abrazo y pañuelazo para defender la memoria
Un abrazo para defender la memoria. Y con él la convicción de que, sin trabajadores y trabajadoras, no es posible sostener esa memoria. La convocatoria que ayer se materializó en la ex ESMA tuvo ese objetivo, en medio de un escenario marcado por sentimientos encontrados, todos igualmente intensos: el espanto de la ola de despidos en el ministerio de Justicia y la secretaría de Derechos Humanos, particularmente en esta última área, que a fin de año deja a cientos de familias sin ingresos y a otras tantas en la incertidumbre sobre lo que pasará con ellas, y que virtualmente paraliza las áreas más sensibles de la secretaría y los sitios de memoria. Y la alegría por haber encontrado al nieto 138, todo un símbolo potente y fruto de ese trabajo del Estado que, justamente, es el que está en peligro. Un nieto que nació aquí mismo, en medio de un genocidio que hoy se busca negar. Organizaciones sociales, políticas y gremiales, junto a Madres e H.I.J.O.S, protagonizaron ese abrazo que para las y los trabajadores fue una suerte de caricia en un momento durísimo.
Un abrazo para defender la memoria. Y con él la convicción de que, sin trabajadores y trabajadoras, no es posible sostener esa memoria. La convocatoria que ayer se materializó en la ex ESMA tuvo ese objetivo, en medio de un escenario marcado por sentimientos encontrados, todos igualmente intensos: el espanto de la ola de despidos en el ministerio de Justicia y la secretaría de Derechos Humanos, particularmente en esta última área, que a fin de año deja a cientos de familias sin ingresos y a otras tantas en la incertidumbre sobre lo que pasará con ellas, y que virtualmente paraliza las áreas más sensibles de la secretaría y los sitios de memoria. Y la alegría por haber encontrado al nieto 138, todo un símbolo potente y fruto de ese trabajo del Estado que, justamente, es el que está en peligro. Un nieto que nació aquí mismo, en medio de un genocidio que hoy se busca negar. Organizaciones sociales, políticas y gremiales, junto a Madres e H.I.J.O.S, protagonizaron ese abrazo que para las y los trabajadores fue una suerte de caricia en un momento durísimo.
Las puertas de la entrada al edificio principal de las Cuatro Columnas, usualmente cerradas, se abrieron hoy para recibir a todos y todas los que se sumaron al abrazo. Una postal que recordó, con toda la gente entrando por este sector de la larga fila de rejas negras sobre Libertador, a aquella foto histórica del 24 de marzo de 2004, cuando el entonces presidente Néstor Kirchner recuperó este lugar como espacio para la memoria. Pero junto a las banderas, el grito por los 30 mil y los pañuelos en alto, las consignas colgadas describían esta vez otro presente: «Desmantelamiento. Peligro». Y además rondaban cercanos los efectivos de la Policía Federal, que se mantuvieron pertrechados en sus carros de asalto alrededor de la ESMA. Sobre el final, cuando la gente cortó un carril de avenida Libertador, intervinieron otros efectivos formando una fila, ahora sin la provocación de mostrarse armados.
«¡Tomá!»
Sentadas bajo las escalinatas del Edificio de las Cuatro Columnas sonreían y recibían abrazos las Madres presentes: Taty Almeida, Vera Jarach, Carmen Lareu, Clara Weinstein, Iris Avellaneda, la mamá de Floreal «el Negrito» Avellaneda, el chico de 14 años que fue la víctima más joven de los vuelos de la muerte, también ella sobreviviente de la desaparición, el secuestro y la tortura.
Junto a ellas, referentes como Daniel Tano Catalano, Hugo Yasky, Roberto Baradel, Victoria Montenegro, Myriam Bregman, Pablo Llonto, Horacio Pietragalla, Eduardo Valdés, Vanina Biasi, Gabriel Solano, Nicolás del Caño, Jorge Taiana, Carlos Tomada. Sobrevivientes de este mismo centro de detención ilegal, como Lila Pastoriza, Miriam Lewin, Manuel Franco y Ana María Cacabelos.
«Quedamos muy pocas, pero estamos tranquila, porque ya le hemos pasado la posta a los jóvenes, a todos esos que hoy vemos acá. Tenemos que demostrar que un pueblo unido, jamás será vencido», arengó Taty, recordando en su estilo que las Madres son «las locas, que a pesar de los bastones y las sillas de rueda, seguimos de pie«. «Y todavía quieren negar el genocidio… Ahora que apareció el nieto 138, a ver, Victoria Villarruel, contame, ¿quién lo llevó? ¡Tus amigos!», lanzó. «La lucha continúa. Y como ven, no nos han vencido. ¡Tomá!».
Cómo resistir
«Quieren quebrarnos, quieren dividirnos. Este encuentro, con todas nuestras ideologías políticas reunidas, abrazando esta causa que es del pueblo argentino, demuestra que no lo van a lograr», expresó Victoria Montenegro. «Hoy nos gobiernan los mismos actores económicos de la dictadura, hoy buscan implantar exactamente el mismo modelo. ¡Claro que les molesta la memoria, claro que van a querer taparla!», razonó. La mención del nombre del ministro Mariano Cúneo Libarona, y del secretario de Derechos Humanos, el ex juez Alberto Baños, provocó silbatinas.
«No puedo olvidarme de las primeras veces que veníamos aquí a las inspecciones oculares y nos recibían los marinos formados, para mostrarnos que seguían siendo los dueños de este lugar», repasó Myriam Bregman, recordando su rol como abogada querellante en los juicios por la verdad. «La lección que sacamos de las Abuelas y las Madres, junto a la alegría y la emoción por haber recuperado otro nieto, es que no hay que bajar los brazos. Pero tenemos que saber que sin los y las laburantes, es mentira que va a haber más memoria. Y que la resistencia no va a salir de ninguna red social, se construye en la calle, poniendo el cuerpo», advirtió.
En el mismo sentido habló Daniel Catalano, secretario general de ATE Capital, que respondió al grito de la gente de «Paro general»: «No tengan dudas de que hay que construir un paro general, pero esto no se resuelve con un día de paro. Se resuelve con un plan de lucha y un sindicalismo organizado», marcó. «El nieto 138 necesitaba ser encontrado por un Estado que lo arrancó de su familia. Ese estado que vamos a recuperar porque vamos a ganar esta lucha».
Lo que se busca destruir
Las historias de los trabajadores y trabajadoras despedidos y los roles que cumplían se acumulan. Muchos recibieron los telegramas ayer mismo. Los que no lo hicieron, continúan en una situación de incertidumbre: no saben qué pasará desde enero con ellos, si mantendrán sus puestos de trabajo, si se les recortará el salario (algo que el ministro Cúneo Libarona anunció como un logro), si pasarán a engrosar la lista de desempleados. Sí saben que todas las áreas de derechos humanos se verán seriamente afectadas, reducidas a su mínima expresión. A excepción, por el momento, del Museo de Memoria que funciona aquí en la ex Esma, y al que la Unesco declaró Patrimonio Mundial. Un sitio que de todos modos no se salva, relatan sus trabajadores, de la asfixia general: el recorte por goteo de recursos parece buscado, en tanto hace que sostener el trabajo cotidiano sea cada vez más complejo.
La del doctor en historia Alejandro Jasinski, investigador del ex Programa Verdad y Justicia, es una de tantas. El forma parte desde hace once años de un equipo de investigación, hoy reducido a cuatro personas, de las cuales va a quedar, por el momento, una. Allí investigaban la estructura represiva del Estado, él, particularmente, la responsabilidad empresarial en delitos de lesa humanidad. Como resultado del trabajo de este equipo, por ejemplo, fueron condenados dos exdirectivos de la Ford en 2018. O se aportó al fallo de la jueza en el juicio de la masacre indígena de Napalpí. O a las condenas a policías de Chubut en el caso por desaparición forzada de joven Iván Torres, entre otros.
Como Alejandro, también integran la lista de despedidos los trabajadores que digitalizan causas y archivos, los de soporte e informática de Derechos Humanos. De las seis personas del equipo, tres estaban recibiendo ayer los telegramas de despido, con la noticia de que recibirían la mitad de la indemnización que les corresponde; otras tres habían aceptado un retiro voluntario. Su trabajo con los legajos y con el sistema resultaba clave tanto para los juicios de lesa humanidad como para la aplicación de leyes reparatorias. Quedan pendientes requerimientos como los del juzgado de Daniel Rafecas. «No sabemos qué va a pasar ahora con todo eso, cómo se va a seguir», lamentan.
Junto al grito por los 30 mil levantado por Taty Almeida, «el pañuelazo de la resistencia», como se lo denominó, culminó con todos los pañuelos blancos levantados como bandera. A muchos los habían escrito a mano: «La memoria resiste». «No pasarán». «Luche como una abuela». Las consignas quedaron resonando junto a una certeza para el futuro cercano, que sintetizó la militante «de años» Amanda Toubes, que alguna vez integró el Centro Editor de América Latina y presenció la gigantesca quema de libros ordenada la dictadura: «Vamos a tener que joder».