«Cómo ser millonario antes que muera la abuela», el fenómeno tailandés
CÓMO SER MILLONARIO ANTES QUE MUERA LA ABUELA 6 puntos
(Lahn Mah; Tailandia, 2024)
Dirección: Pat Boonnitipat.
Guion: Pat Boonnitipat y Thodsapon Thiptinnakorn.
Duración: 125 minutos.
Intérpretes: Putthipong Assaratanakul, Usha Seamkhum, Sanya Kunakorn, Sarinrat Thomas.
Estreno en salas de cine.
Los datos del fenómeno se imponen a la reseña. Estrenada en su país natal en abril de este año, Lahn Mah (literalmente “El nieto de la abuela”) dio el batacazo en la taquilla local y gran parte del Sudeste Asiático, transformando al realizador debutante Pat Boonnitipat en el nuevo joven maravilla del cine tailandés y a su protagonista, la actriz no profesional Usha Seamkhum, una ama de casa jubilada, en una estrella naciente. La distribución internacional cambió el título del film y, entre las diversas variaciones de una misma idea, lo encuentra en la Argentina con la gracia Cómo ser millonario antes que muera la abuela, justo después de haber pasado a la lista corta de posibles nominadas al Oscar al Mejor Film Internacional. La fórmula del éxito es probada, son los detalles locales los que aportan algo de novedad: un relato que parte de la hipocresía, el cinismo e incluso la crueldad en las relaciones intrafamiliares para culminar el viaje en la estación terminal de la empatía, la humanidad y, obviamente, la emoción.
El film de Boonnitipat arranca en plena ceremonia anual de visita al cementerio, con sus inciensos y comida recién preparada como ofrenda a los que ya no están. En el grupo se destaca Amah, la abuela de raíces chinas de la familia, y su nieto M., quien ante el pedido de la anciana de desperdigar pétalos por el jardín circundante no tiene el menor empacho en vaciar las bolsas como quien echa basura en el cesto de residuos. El trámite familiar se completa unos días después con un almuerzo que todos, M. incluido, desean despachar lo más rápido posible. Es el encuentro del joven –que no estudia ni trabaja, apenas juega con su consola día y noche para un canal de streaming– con una prima que cuida ancianos lo que prende la lamparita dentro de su cabeza. Y, desde luego, enciende la chispa del concepto central de la película: hacerse cargo de Amah, quien sigue vendiendo sopa casera en las calles, durante sus últimos meses de vida, ahora que un chequeo de rutina ha revelado la presencia de una enfermedad sin visos de poder revertirse.
Como es de esperarse, siguiendo el modelo del matrimonio entre risas y lágrimas, al primer tramo de metraje, en el cual la obsesión por el dinero y la falta de pruritos personales y familiares ponen de relieve la universalidad de ciertas cuestiones espinosas dentro del seno de las familias (y las posibilidades de la comedia para enfrentarlas sin miedo), le sigue un derrotero durante el cual el simple encuentro de dos seres humamos supera las ambiciones económicas, los prejuicios generacionales y otras malas yerbas. No hay nada demasiado original en el guion de Cómo ser millonario…, pero el realizador se las ingenia para no caer en las garras de la sensiblería extrema, equilibrando los sabores agrios con los más dulces de manera generalmente sensata. Para un cine, el tailandés, que es conocido por estos pagos gracias al cine más rabiosamente autoral, cortesía del gran Apichatpong Weerasethakul, o los relatos de artes marciales extremos, la historia de M. y Amah demuestra que también allí se cuecen habas cinematográficas de otro tipo y color.