La política deportiva, te la debo
Pasó el año olímpico sin que, ni los resultados de París, por cierto bastante pobres, ni las expectativas por el comienzo del nuevo ciclo olímpico, y ni siquiera el comienzo de las promesas y especulaciones políticas por las elecciones nacionales del año próximo, hayan logrado mover ni tan sólo un poquito el amperímetro de la importancia política del deporte, en sus distintas facetas.
Ya lo hemos visto antes, con lamentable frecuencia al consabido y a veces falaz por su incumplimiento. «Hay otras prioridades», frase que muchos gobiernos han sabido acuñar. Se le añade también hoy una insólita abulia del área, que no se transmita a la comunidad deportiva.
Apenas si se habla casi exclusivamente de la infinidad de los posibles, fabulosos y redondos negocios, que podrían hacer algunos, si se aprueba la ley por las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD).
En esa pelea de fondo que dirime muchas cosas, por el negocio del fútbol de élite, y de paso por las instalaciones deportivas de los clubes con esos grandes capitales disfrazados de mecenas de los clubes o de las SAD, como ya resignadamente las denominan, hasta los que dicen estar en desacuerdo con la ley.
Es grave lo que muchos parecen olvidar, tanto en el horizonte político como en la forma de exponer el conflicto, y es que sin duda lo más importante o lo único importante es que los ya escasos clubes que desarrollan una actividad social con deportes amateurs, puedan seguir haciéndola para todos nosotros. Es decir, para los habitantes de Argentina, y no como burda y aisladamente se resume de la batalla en la que se nos habla de poder admirar o no a los mejores y más grandes equipos de fútbol, que quizás se pueden armar si se alinean los planetas.
Nada se dice o se pregunta de los muchos chicos y jóvenes, que en la necesaria práctica del deporte quedarán o están ya afuera de ella, y sin posibilidad de tener un lugar de referencia y que seguirán así. Triste privilegio este de ser un país futbolero en el peor de los sentidos.
No es serio que muy pocos, en realidad casi nadie, ni tan siquiera las posibles futuras víctimas de las carencias, salgan a hablar del presupuesto 2025 para el deporte de desarrollo y el de representación nacional, de la infraestructura faltante o en vías de ser privatizada, o de las becas y de los programas que se puedan desarrollar en todos los deportes. En fin, alguna idea, ya sea para mejorar o siquiera para hacer la plancha.
Con el amperímetro de su importancia social por el piso, el deporte termina un año en el debe, y va a comenzar otro muy cerca de la más triste y mediocre de las opciones humanas. No sabe, no contesta.
* Ex Director Nacional de Deportes.