Pablo Gignoli y Fernando Samalea, cómo ampliar universos
No es su primera colaboración, pero esta vez no hubo pandemia que obligara al trabajo a distancia: “La unión viene de tres temas que parten del tango como materia base, pero se van hacia lugares mucho más lejanos.”
“Lo de Pablo se dio de la forma más natural posible porque él tuvo la generosidad de alojarnos en su hábitat de la Avenida Villiers en el verano europeo de 2022, y ahí, compartiendo camaradería, chistes, recueredos de conciertos, él me fue mostrando sus canciones”, rememora el baterista Fernando Samalea sobre la producción de Después de la tormenta, el flamante disco de Pablo Gignoli, en que tiene una participación preponderante.
No es la primera colaboración entre el legendario baterista rockero (multiinstrumentista es más justo con su trayectoria) y el bandoneonista argentino, que lleva radicado en París hace varios años. En el proyecto anterior, Samalea se había sumado al dúo de Gignoli con Volco. Aquí las sonoridades se multiplican y aunque es esencialmente un disco solista de Gignoli, la bata de Sama es omnipresente. “Pablo me parece un musicazo y una persona muy noble”, asegura Samalea mientras recuerda el tren atravesando la campiña francesa para ir a los alrededores de París a grabar su participación en Después de la tormenta. “Ideamos un concepto de baterías tal vez más cercanas al mundo del rock, pero intercalando esa fantasía tanguera y tan especial que tiene él con la música”, completa.
Gignoli, por su parte, reconoce en este disco sus ganas de explorar otros horizontes. “La unión de este disco viene de tres temas instrumentales que parten del tango como materia base pero se van hacia lugares mucho más lejanos”, considera el bandoneonista. A eso se suman otros tres temas con letras de Flavio “el Ministro” Reggiani, antiguo compañero de Gignoli en la Fernández Fierro. “De alguna manera este es tal vez el álbum menos conceptual que hice hasta el momento pero al mismo tiempo posiblemente el más sincero”, comenta.
–¿Por qué el más sincero?
P. G.: -La verdad que es difícil de hablar de sinceridad en el arte porque en general las obras son productos de ciertas reflexiones o búsquedas estéticas. Por ejemplo, mis discos con TAXXI Tango XXI están enmarcados en la estética de lo que llamamos el Tango del Siglo XXI, la utilización de la Orquesta Típica de tango como eje sonoro, los colores armónicos, la yumba puglieseana como base rítmica. Si bien en el álbum (GénerXs dYversOs) hay un eclecticismo bastante alto, sigo manteniendo ese concepto de “orquesta”. En cambio en Después de la Tormenta me puse a jugar al rock, al pop, me animé a cantar las canciones, a darme el lujo de hacerme el David Gilmour en el estudio y que no me importe si es tango o no. En la búsqueda de la voz propia últimamente me estuve dando cuenta que lo ecléctico es mi camino pero dentro de ese camino la línea del medio es el tango o la música argentina. Más tiempo paso viviendo fuera de Argentina, más argentino me siento.
-Ya habías laburado con Samalea, ¿cómo fue este reencuentro artístico?
P. G.: -Sí, habíamos grabado un álbum con mi dúo junto a Sebastian Volco (Volco & Gignoli + Samalea) durante la pandemia, que fue hecho a distancia. Reencontrarse con Sama siempre es algo grato porque es un tipazo. A nivel artístico fue muy enriquecedor porque solo podés aprender cosas buenas al lado de un músico con tanta experiencia pero también fue muy emocionante poder grabar estos temas que se acercan mucho al “Rock Nacional” con alguien que es parte de lo mejor de nuestra música.
-Igual este disco es bastante distinto a su colaboración anterior, ¿lo sentís así?
P. G.: -Sí, solo por el hecho de haberlo grabado juntos y no a la distancia ya hay un extra plus. Además con Samalea tenemos una colaboración más que fue no fue publicada bajo mi nombre, sino que era un pedido de electrotango de parte de un sello llamado Alba Music, que trabaja con BMG y produce lo que se llama música de catálogo.
-Por otro lado, Sama tiene un laburo hecho ya en el tango, aunque venga de una tradición rockera. ¿Qué le aporta esa mezcla a tu tango?
P. G.: -Lo que es realmente groso de Sama es que sus aportes van mucho mas allá de hacer “la parte de la percusión”. Tiene esa manera de orquestar con los toms, de dejar silencios, de rellenar con algún detalle que para estos temas quedó genial. Imaginate que estábamos en el estudio grabando “Jupiter” y me dice “¿te parece si acá hago esto, como hice en Fuerza Natural?”… Y dale, ¡que querés que le diga!
Por fuera de esta participación, Samalea también incursiona en el fueye desde hace años. Al respecto, asegura a Página/12 que guarda un respeto enorme por el tango aunque “nunca pude abordarlo de una forma realmente tradicional”. “Siempre lo hice con mis limitaciones y a los ponchazos con el bandoneón tratando de sumar, darle un revestimiento cosmopolita. Sumar el lenguaje del bandoneón más a otros mundos que yo conocía mejor, llámese el rock o incluso la música árabe, un poquito de ese vuelo de músicas ‘progresivas’”, plantea.
Pero además, el multinstrumentista reflexiona que el bandoneón le “toca ese lado tan antagónico entre los dos instrumentos, por un lado el bandoneón que es sensibilidad pura que conecta con esa Buenos Aires en blanco y negro, con los tranvías circulando por las calles, esa cosa tan metafísica y tan justamente emocional. Y la batería es el lado más cavernícola y salvaje, si se quiere el pulso vital de la herencia africana a flor de piel”.
Para este disco, sin embargo, se concentró en los parches. “Pablo es un bandoneonista espectacular y mi intención musical vino por el lado del ritmo”. Además, señala que “entre los dos de alguna forma la batería es el elemento multicolor en mi vida, que me conectó cuando era niño con todos esos grupos de rock que llamaban mi atención. Entonces hice un paralelo entre ambos universos sin pensarlo demasiado, voy y vengo a través de los dos”.