Javier Sinay y el diario oculto del atentado a la AMIA
El periodista realizó una investigación durante más de dos años para trazar un mapa del laberinto que es la causa por la voladura de la mutual israelita.
“Necesitaba entender lo que nadie entiende. Por qué, después de tanto tiempo, no hay justicia. Pero no pretendía revelar nada, sino ordenar el caos. Tratar de alumbrar el presente exhumando el pasado. Fueron muchos los que ya se perdieron en el laberinto”, asegura el periodista Javier Sinay, a treinta años del peor ataque terrorista de la historia argentina: el atentando a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). Acaba de publicar su libro Después de las 09:53 (Sudamericana), una extensa investigación de más de dos años que es, al mismo tiempo, un mapa de ese laberinto. Un camino de reconocimiento en ese territorio escabroso donde la verdad parece sepultada bajo capas y capas de pistas falsas, operaciones de servicios de inteligencia, hipótesis que van de un extremo a otro del mundo. “Quería un libro de mirada, que trabaje desde lo estilístico para descubrir la cartografía del atentado, de esta terra incognita en que se convirtió el caso AMIA”.
La realidad se siente atraída por las simetrías. En esa premisa que sostenía Borges, Javier Sinay encontró su brújula. Treinta años después del atentado, se propuso reconstruir qué ocurrió durante los primeros treinta días luego de que estalló la bomba, el 18 de julio de 1994. En un primero plano, Después de las 09:53 funciona como el diario oculto del atentado. Cada capítulo se detiene y analiza –con un nivel de detalle asombroso– cada uno de esos días. Observa con obsesión las incógnitas que dejó abiertas, las grietas por las que todavía se puede filtrar algo de verdad. Y desde ahí, viajando hacia el presente y hacia el pasado, intenta comprender por qué, aún hoy, no hay ningún responsable condenado por el atentado.
“En una historia que aún no está cerrada, se trabaja y se escribe poniendo en primer lugar las preguntas”, asegura Javier Sinay, ganador del Premio Gabriel García Márquez y del Premio Rodolfo Walsh en la Semana Negra de Gijón, autor de los libros Sangre joven: Matar y morir antes de la adultez (2009), Los crímenes de Moisés Ville: Una historia de gauchos y judíos (2013), y Camino al Este: Crónicas de amor y desamor (2019). “En ese sentido estoy cómodo, porque en general escribo tratando de mostrar distintos puntos de vista de las mismas cosas. El caso AMIA es un caso calidoscópico, una especie de Aleph del horror que contiene lo que sucede dentro de la Justicia en Argentina y al mismo tiempo nos habla de la injustica, la inseguridad y el terror”.
A lo largo de esos primeros treinta días, Sinay rastrea aquello que se sabe y aquello que no. Reconstruye las vidas de las víctimas, pero también de los terroristas internacionales que fueron acusados: sus orígenes, sus pasiones, sus miedos. Analiza el posible papel de organizaciones como Hezbolá –amparada por el gobierno de Irán– en la planificación y ejecución del atentado, para luego recorrer el camino inverso: ¿dónde nos deja esta historia si no tuvieron nada que ver? Estudia la teoría principal del coche bomba –que lo lleva incluso a describir con precisión la posibilidad de que ese auto estuviese armado con tres camionetas Tráfic distintas– y luego escucha a quienes aseguran que las bombas estaban en un contenedor de basura y dentro del edificio, que no fue Irán sino Siria el país que dio apoyo al atentado. En el interior de este monstruo de dos cabezas, parece decir el autor, aún está la verdad. Solo queda seguir observándolo.
“Decidí primero hacer pie en la línea de investigación oficial, que asegura que las bombas estaban dentro de una Tráfic blanca, a partir de las pericias científicas que se hicieron. Esa hipótesis fue sostenida por todos los fiscales y jueces del caso, personas que se llevaron muy mal entre sí”, dice Sinay sobre el enfoque del libro. “Pero desde ahí partí para entender los puntos que no cierran de esa trama, que nos muestran otros caminos posibles. Caminos que capaz no están tan lejos unos de otros”.
Después de las 09:53 se mueve entre Siria e Irán, entre la Triple Frontera y Estados Unidos, entre la “guerra infinita” abierta en Medio Oriente, los interminables interrogatorios en consulados de Latinoamérica, la última dictadura cívico militar argentina, y oficinas escondidas con miles y miles de casetes, videos y carpetas judiciales. En el interior de esa serpiente incontrolable, Sinay entrevista a jueces, fiscales, clérigos, diplomáticos y dirigentes políticos. Relata las vidas de ladrones bonaerenses, agentes de la SIDE y el Mossad, guerrilleros setentistas y policías fuera de control. Se trenza en el juego del gato y el ratón entre al juez Juan José Galeano –el primero de la causa AMIA– y su principal acusado, Carlos Telleldín, el vendedor de autos usados devenido en abogado multimillonario. Y pone en jaque todas sus voces.
“Me atrajo mucho el thriller político y judicial del caso, las ambigüedades. Para cada pregunta que hacía, obtenía respuestas diametralmente distintas, depende a quien se la hiciera. No hay un solo punto en el que coincidan todos”, resume Sinay. “Es un desafío interesante ir contrastando y elegir las piezas del relato. En la causa se sabe mucho, se probó poco y se manchó muchísimo la investigación. Coexistió una investigación donde las cosas se hicieron bien y mal al mismo tiempo”.
-¿En algún punto de la investigación te inclinaste por una de las hipótesis?
-Hoy la línea oficial es la única que se sostiene. La línea que asegura que hubo una camioneta Tráfic, a partir de las esquirlas que dejó en veintisiete cadáveres. A pesar de que casi no hay testigos de esa camioneta, las pruebas científicas son las que le dan sustento. Esa pista lleva hasta Hezbolá e Irán. La pista siria, en cambio, tenía eso que llamamos “la noticia deseada”, algo tan atractivo que la gente se inclina a pensar en eso. Porque la posibilidad de que las bombas estuviesen en un contenedor llevaba a una conexión local que alcanzaba hasta al expresidente Carlos Menem. Esa línea se investigó muchísimo y hace poco se descartó oficialmente. Pero como periodista, como ciudadano curioso, no me incliné por ninguna. En un caso que la Corte Suprema de Justicia de la Nación definió como “el más complejo de la historia argentina”, tomar una sola posición es demasiado difícil.
-¿Por qué te centraste en los primeros treinta días del atentado para contar esta historia?
-En 2022 escribí un primer ensayo sobre la causa AMIA para la revista The Jewish Quarterly. Y al armar la línea de tiempo, buscando dónde hacer foco, encontré la resolución que el juez Galeano lanzó veintitrés días después del atentado, el 9 de agosto de 1994. Y ahí ya estaba todo: la posible participación de Irán a través de la Embajada, de Telleldín, que ya estaba preso. Incluso está analizada la pista siria. Esa resolución de setenta páginas contaba todo lo que iba a venir después, era un prisma para ver el caso. El caso en miniatura está ahí. Entonces podía partir desde esos primeros treinta días para descubrir qué pasó en los siguientes treinta años y encontrar una nueva mirada al hacer chocar esas dos temporalidades.
-El libro está repleto de pequeños perfiles de cada uno de los implicados. Desde Menem hasta Telleldín y su padre, un policía acusado de delitos de lesa humanidad. Reconstruís la historia del posible suicida que conducía la Trafic, la del exfiscal Nisman, la los líderes de Hezbolá y los dirigentes de la comunidad judía en la Argentina. ¿Por qué elegiste contar todas esas vidas?
-Esa es una de las herramientas del periodismo narrativo. Hacer retratos tridimensionales de todos los personajes, ver que la historia no se trata solo de buenos y malos, sino de personas complejas. Al juez Galeano lo entrevisté diez veces. Con Telledín me pasé nueve horas en su estudio. Conocer esas vidas es un camino para entender asuntos que parecen no tener pies ni cabeza. El libro puede tener errores, pero es honesto. No estoy jugando para nadie sino haciendo un trabajo periodístico. Hay un viejo cuento jasídico, que está en el libro, y básicamente dice que cuando nos olvidamos de dónde está todo lo que necesitamos, aún podemos contarnos el relato de cómo era. Y creo que el libro se trata de eso. Ante la ausencia de justicia, es una forma de contribuir en la lucha contra el silencio.