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«Venganza de un vampiro»: sangre napolitana

La película tiene más puntos de contacto con, por ejemplo, Martín, el amante del terror (George Romero, 1977), que con cualquiera de las versiones de Drácula. 

Venganza de un vampiro 6 puntos 

Mimí, il principe delle tenebre, Italia, 2023 

Dirección: Brando De Sica 

Guion: Ugo Chiti, Irene Pollini Giolai y Brando De Sica 

Duración: 98 minutos 

Intérpretes: Domenico Cuomo, Sara Ciocca, Mimmo Borrelli, Giuseppe Brunetti, Abril Zamora. 

Estreno en salas.

En el siglo XXI, la figura del vampiro ha perdido un poco de espacio en el cine a manos de otros monstruos a los que es mucho más fácil asociar con algunas características de la sociedad moderna, como pueden ser los zombies, una entidad colectiva. Por eso la llegada a salas locales de Venganza de un vampiro le aporta algo de frescura a la cartelera para los amantes del género. A pesar de varios detalles en los que se manifiesta un abordaje personal, la película maneja muy bien los elementos que conforman la estructura clásica del arquetipo, para a partir de eso permitirse el gesto bienvenido de salirse de sus márgenes y abordar lo monstruoso de una forma más amplia.

El protagonista es Mimí, un adolescente con problemas de autoestima, característica que se potencia en los hechos de ser huérfano y padecer una extraña deformidad en sus pies. Mimí fue adoptado por el dueño de una pizzería, quien lo educó para convertirlo en el mejor maestro pizzero de Nápoles y por eso la cocina es de alguna forma su guarida, el espacio en el que se siente seguro. Eso no impide que el joven sea objeto de burlas por parte del hijo de la mafia local, quien junto a su grupo de amigos se dedican a acosarlo y maltratarlo. Todos estos detalles funcionan como relectura de elementos centrales en la identidad del relato vampírico en clave pop y pulp.

La pizzería es el castillo, la cocina la cámara mortuoria y el horno el ataúd en el que Mimí encuentra refugio de un mundo hostil. Y el hijo del mafioso y su banda, la turba pueblerina que lo ataca porque le teme al solitario y al distinto. Nápoles funciona muy bien como escenario: sus calles angostas y ruinosas, sucias y mal iluminadas, en la que la fluorescencia anaranjada de las luminarias inevitablemente remite a la luz del siglo XIX, le confieren a la ciudad el carácter de paisaje neogótico. Lo mismo ocurre con los corredores del antiguo sistema de cloacas, que ya ha sido escenario deslumbrante en otras películas napolitanas, como Fue la mano de Dios, de Paolo Sorrentino.

Más allá de las referencias clásicas, el protagonista de Venganza de un vampiro se corre del modelo decimonónico. En ese sentido y aunque la cosa va por otro lado, tiene más puntos de contacto con, por ejemplo, Martín, el amante del terror (George Romero, 1977), que con cualquiera de las versiones de Drácula. Dicho lo cual, también es cierto que la película construye un vínculo deliberado con Nosferatu de Murnau, a la que cita tanto de forma explícita como a través elementos formales y narrativos que se van desplegando a lo largo del relato. Más allá de esa suma de aciertos, Venganza de un vampiro no siempre se mantiene rigurosa en relación a cuestiones como la puesta en escena o el manejo de recursos técnicos, que en algunos pasajes debilitan el dispositivo. 

Fuente: Pagina12

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