The Vaccines y un show frenético para ponerse al día
La banda liderada por Justin Hayward-Young volvió a Buenos Aires con el reciente álbum Pick-Up Full of Pink Carnations.
En una encuesta en la que participaron los lectores de una revista estadounidense, sobre los artistas revelación de 2012, Lana del Rey lideró el ranking, seguida por el cantante surcoreano Psy. El tercer puesto lo ocupó el grupo inglés de música indie The Vaccines, por encima (y esto no es un dato menor) de la banda psicodélica australiana Tame Impala. Si bien el último lugar fue para el productor y DJ estadounidense Skrillex, la yapa, por las dudas, se la dieron Nicky Minaj. Luego de una década, los resultados del sondeo demostraron que no se equivocaron, salvo porque la carrera del intérprete del hit “Gangnam Style” se fue diluyendo al punto de que poco y nada se sabe de él, al menos en esta parte de Occidente. Pero el caso más extraño fue el de los londinenses.
Amén de que la música inglesa cambió previo a la pandemia, la banda no se tornó en una de las más top debido a que con su primer álbum, What Did You Expect from the Vaccines? (2011), habían dejado la vara muy alta. Tan arriba que su título se transformó en una especie de trampa o de karma (en español quiere decir “¿Qué esperabas de The Vaccines?). A esto hay que añadir que el entonces guitarrista del grupo, Freddie Cowan, es hermano de Tom, tecladista de The Horrors, otros de los nombres indispensables para comprender la escena musical indie manufacturada en el país europeo entre las primera y segunda décadas de los 2000. Y, por ende, no dejó de ser su competencia o más bien una sombra. La cosa no fue sólo entre ellos, porque hasta llegó a reemplazarlo en algunos shows, sino entre toda la oferta que había. Y vaya que era mucha.
Sin embargo, desde aquel debut hasta la actualidad, The Vaccines no dejó de trabajar. A 11 años de su estreno en Niceto Club, donde gracias a esa chapa de “nueva promesa” de la música de su país la expectativa era tal que brindó un recital en la que el público voló por el aire, la banda volvió a presentarse en Buenos Aires en la noche del domingo. Si bien el recital iba a acontecer el día anterior en la sala Sinpiso de GEBA, terminó sucediendo en el Teatro Vorterix. Uno no tan colmado como suele suceder. En las filas del grupo ya no está Cowan, quien se fue tras la grabación de su último trabajo de estudio, Pick-Up Full of Pink Carnations, editado en enero de este año. Su lugar lo ocupó el tecladista Timothy Lanham y un músico de sesión terminó supliendo al bajista Árni Árnason, que no pudo venir a causa de la muerte de un familiar.
De ese desembarco porteño inicial tampoco estuvo el baterista, Pete Robertson, pero su reemplazo, Yoann Intont, logró que nadie lo extrañara. Así de cruel es el rock. Con todos, menos con el frontman. Justamente éste vaticinó en la previa de este reencuentro que sería “un show frenético”, y cumplió con su palabra, por más que tenían varios factores en contra, especialmente el tiempo que había pasado entre uno y otro recital. Por eso, la tarea fundamental era ponerse al día y mechar su actualidad con su presente. Otra cosa que no debe pasar inadvertida es que el cuarteto llegó a perder adeptos durante el covid-19 tan sólo por el hecho de su nombre (no es una hipérbole, se lo dijeron a este diario en una nota en enero de este año). Por eso fue un gesto que el vocalista Justin Hayward-Young presentara a los suyos diciendo en español: “Hola, somos Las Vacunas”.
Ya no son sólo los artistas nacionales los que están padeciendo la caída de la convocatoria en los shows, a raíz de este ruin momento económico de la Argentina y ante la sobreoferta de espectáculos. El último grupo internacional que llamó la atención sobre eso fue The Kooks, cuyo predio fue mudado del estadio Obras a la sala Groove. Pero, a diferencia de sus compatriotas, a The Vaccines le bastó una hora y quince minutos para sublevar al estupor. Cuando ingresó a escena, lo hizo con “Live and Let Die”, de Wings. No llegó a sonar la última parte, y el grupo desató su furia con la novel “Love to Walk Away”, canción que continúa con su afán garagero (el garage rock es un subgénero que mezcla el rock salvaje con las voces melódicas del doo wop de The Platters, síntesis que le voló la peluca a los Ramones hasta el punto de curtirla).
A continuación, el golpe de tambores del batero sirvió de advertencia para la suerte de punk “Wreckin’ Bar (Ra Ra Ra)”, de su primer álbum. La guitarra indie se encargó del liderazgo de “I Can’t Quit”, que luego se tornó en una invitación al baile discotequero a lo Franz Ferdinand. Apelaron a esa huella conmovedora (por lo melancólica) ramonera en el tema que da título a su sexto álbum, Pick-Up Full of Pink Carnations, en tanto que en “Wetsuit” se volvieron medio atmosféricos. Ahí vino el primer “Olé, olé, Vaccines”, y apareció su oda a la resiliencia “Discount de Kooning (Last One Standing)”, con ese sonido contemplativo propio de The Smiths y de descendencias como The Drums. Y en ese plan estético, aunque un cachito más arriba, entró “The Dreamer”, lo que le dio pie para que la melodiosa “Headphones Baby” prendiera el pogo.
El espíritu pop de “Jump Off The Top” fue contrarrestado por la virulencia de “No Hope”. Subieron dos cambios más de la mano de “Handsome”, para luego pegar el volantazo una vez más hacia el indie en «Heartbreak Kid». Así como son unos alquimistas de la melodía en un estilo musical que dialoga con cambios de tiempos, el arrebato, experimentos con el ruido y una impronta descarnada, por lo que tienen la cualidad de hacer temas aptos para todo público (hasta para ser cantados en la cancha), su frontman cuenta con la cualidad de saber personificarlos sobre el escenario. Puede hacer balanceando su cuerpo, en contraste con la velocidad, usando sus manos para profundizar en las letras, plantándose con la guitarra eléctrica a lo Carl Perkins o mirando desde una punta del escenario cómo sus compañeros dialogan con el baterista. Eso fue lo que pasó en medio de la soulera “I Always Knew”, que fue antecedida por “Teenage Icon”.
En la antesala del final, el elocuente Hayward-Young explicó que éste sería el último recital del año para la banda, lo que le puso más leña a la pasión de la gente. Eso quedó en evidencia en la contagiosa “If You Wanna”, cuyo estribillo puso a girar en círculos al público. Tras despedirse con la épica “All in White”, a los cinco minutos los músicos, entre los que también destacó el tecladista y guitarrista Matt Hitt (desde 2023 los acompaña en las giras), regresaron para hacer un bis que incluyo otro de los temas nuevos, “Sometimes, I Swear”. Le secundaron la suite sónica “A Lack of Understanding”, el indie “Lunar Eclipse” y “All My Friends Are Falling in Love”, canción (con aroma a The Who) con el poder de aplacar tormentas.