Las preguntas de Contracampo: «¿Un Incaa para quién?»
La muestra no fue organizada como «boicot» del devaluado Festival oficial, sino como una forma de mantener viva la discusión sobre el rol del Instituto para el cine argentino. Y no elude la autocrítica.
Puede pensarse que afirmar que 2024 es un año atípico para el cine argentino -atípicamente malo- es redundante. Un año de una parálisis absoluta impulsada por el gobierno del presidente Javier Milei, a partir de una política de demolición económica y simbólica que apunta no solo a desprestigiar la labor del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), sino a retorcer de forma perversa lo que las películas representan como manifestación de la cultura y la identidad de un país.
Sin embargo, hay gran diferencia entre redundancia e insistencia. La primera es un vicio dialéctico involuntario, equivalente a la repetición mecánica de las cotorras, mientras que la segunda es un recurso consciente utilizado con la intención de reforzar una idea, de mantenerla viva ante la posibilidad de olvidarla o de que se vuelva invisible por dejar de nombrarla. Esa es la función de Contracampo, la muestra de cine argentino organizada de forma independiente por cineastas, productores, críticos y otros sectores que integran el colectivo del cine argentino: impedir que se deje de hablar de algunos temas que la actual gestión del Incaa quisiera dar por cerrados.
Contracampo se desarrolla en Mar del Plata hasta el martes 25 de noviembre y sus actividades se realizan en paralelo a las del 39° Festival Internacional de Cine de esta ciudad. Una superposición que no está planteada como un boicot contra el festival (evento que, por otra parte, se muestra muy eficiente a la hora de boicotearse solo, con entradas a $4000, es decir, más caras que las de la cartelera comercial, que gracias al beneficio omnipresente del 2×1 valen menos que eso). Por el contrario, la muestra aspira a propiciar las discusiones obturadas en los espacios del Festival de Mar del Plata, que forma parte de la estructura del Incaa y, por lo tanto, se ha visto tan perjudicado como todo lo que pertenece a dicha órbita. Por eso, más allá de las películas programadas, que se proyectan en la Sala Enrique Carreras, Entre Ríos 1824, el espacio de mayor efervescencia de Contracampo es el de las charlas públicas que se realizan cada mañana a las 11 en la librería El Gran Pez, ubicada en Santiago del Estero 2052.
“¿Un Incaa para quién?” fue el nombre elegido para el primero de esos paneles, que se desarrolló este sábado e incluyó a representantes del ámbito de la producción, como Pablo Chernov, Paula Zyngierman, Amparo Aguilar, Pablo Piedras, Vale Pagani y Delfina Montecchia. Ante una sala desbordada y con gente sentada hasta en la escalera de acceso, los panelistas realizaron un análisis del rol del Instituto. Se habló del lugar que debería ocupar no solo como ente dedicado a la financiación, sino que también se discutieron sus atribuciones en otros terrenos, como la difusión o la formación de audiencias, asuntos que inevitablemente llevaron a que la palabra “autocrítica” fuera la más pronunciada.
El primero en tomar la palabra fue Chernov, quién sostuvo que “cerrar el Incaa tiene un costo político” que el Gobierno no está dispuesto a pagar, porque además “le conviene tenerlo vivo para salir a cachetearlo cuando le resulte conveniente tener un punching ball discursivo”, un antagonista “muy útil cuando se necesita alguien a quien odiar”. A la hora de responder la pregunta que le dio nombre a la charla, Chernov concluyó que, si bien es posible “hacer una hipótesis de qué es lo que quiere el otro, lo más importante es preguntase: ¿qué queremos nosotros? ¿Cómo nos posicionamos y qué es lo que podemos hacer? Porque lo que quieren los otros está muy claro. Nosotros simplemente queremos seguir haciendo nuestro trabajo”.
“No importa qué Incaa queremos, sino qué Incaa necesita el país. Lo que estamos debatiendo es una noción de país, contra la idea de un no-país”, agregó Aguilar en ese mismo sentido. “Un país necesita un cine propio y debe haber un Estado que garantice esa diversidad que hasta ahora tuvo el cine argentino. Y yo estoy dispuesta inmolarme para que sigan existiendo películas como Cuatreros, de Albertina Carri, pero también para que existan Los bañeros más locos del mundo”, expresó la productora, que también integra el Espacio Audiovisual Nacional (EAN), que se encuentra trabajando en un proyecto de modificación y aggiornamiento de la Ley del Cine de 1994. “Como comunidad nos debemos una autocrítica que tiene que ver con la eficiencia de esa ley. Propongo que hagamos un gesto: no seguir diciendo en privado lo que debe decirse en público y si sabemos que algo no está funcionando, hay que decirlo”, agregó en relación a la actitud adoptada durante las gestiones anteriores, cuando ya se sabía que dentro del Incaa había muchas cuestiones para debatir y resolver.
Esa idea fue completada por Pagani, quien recordó que desde “hace cuatro años veníamos viendo como los fondos de fomento se iban cayendo. Y si mañana se va Milei y asume otro, vamos a seguir estando en problemas”. La productora, que también integra el EAN, afirmó que “el federalismo que plantea la Ley del Cine nunca funcionó y hoy el 90% de la producción se sigue haciendo en CABA”. “Cada provincia debería tener la potestad de decidir qué cine quiere hacer sin que se lo digamos desde Buenos Aires. Pero sin recursos no existe federalismo”, cerró.
Por su parte, Montecchia insistió en la idea de “no hablar del Incaa solo como una fuente de fomento, porque se trata de una entidad más grande” y subrayó la necesidad de “ampliar la forma en que percibimos a la institución, si no nos quedamos solo con lo básico”. “Me parece que todo cambió, que tenemos que dejar de hablar entre nosotros, dejar de pensar que como en mi feed de Instagram todos piensan como yo, entonces Milei no va a ganar. Abramos la puerta, porque este diálogo se tiene que dar acá pero también en otros sectores. El cine es de todos. Como el fútbol, que no es de los de Boca y de los de River, sino de todos los argentinos”, comparó Montecchia.
A su turno, Zyngierman fue clara a la hora de concluir que “lo que está pasando es una consecuencia”. “Yo defiendo lo anterior, pero no todo lo anterior, porque hay cosas que estaban mal. El sistema viene arrastrando muchas debilidades, pero cuando lo fuimos a plantear nuestra propia gente no nos escuchó”, recordó. “Estamos defendiendo un Incaa que en privado todos criticamos desde hace mucho. Ahora todos los que estamos acá venimos a protestar, pero cuando había que ir al Incaa a reclamar que se revierta lo que estaba mal, tuvimos que hacerlo en soledad. No dejemos solos a nuestros representantes. No podemos aparecer solo cuando estamos hundidos”, subrayó. “Hay algo perverso en la forma en que esto fue creado. Algo tenía que cambiar y cometimos el error de no hacerlo cuando podíamos y permitimos que nos tiraran un misil”, concluyó.