Espectáculos

Julio Coviello toca obras de música clásica en el ciclo «Noches de bandoneón» 

El notable músico reintegra el instrumento insignia del tango a su naturaleza polifónica y a su memoria barroca con piezas de Domenico Scarlatti.

Domenico Scarlatti en bandoneón. Una apuesta de Julio Coviello que reintegra el instrumento insignia del tango a su naturaleza polifónica y a su memoria barroca. Todos los jueves a las 21, el notable bandoneonista –figura importante en las dinámicas actuales del tango– traducirá al lenguaje del fueye algunas de las sonatas que el maestro italiano compuso para clave en los primeros años del siglo XVIII, además, claro, de “tangos de ayer y hoy”. Lo hará en el marco del ciclo Noches de bandoneón, en La Tierra Invisible, el espacio de avenida Del Barco Centenera 1099, en Parque Chacabuco. “Tocar esta música es mostrar la cocina de los bandoneonistas”, define Coviello conversando con Página/12. Y cuenta que muchas veces los maestros de bandoneón dan clases utilizando este exigente repertorio, que pocas veces se muestra en concierto.

“Si vos ibas a estudiar con Carlos Lázzari –el bandoneonista de D’Arienzo–, con Marcos Madrigal, con Julio Pane, con Néstor Marconi, para hablar de los grandes maestros, en algún momento se hacía el repertorio clásico. Cosas de Bach, de Scarlatti, de Chopin, que permiten desarrollar la técnica polifónica del bandoneón y también conocer de manera práctica un estilo distinto, otra gramática”, detalla el bandoneonista. “Conocer analogías y diferencias entre una obra barroca y un tango, la manera de interpretar los matices, las articulaciones y los recursos musicales de cada estilo, te ubica en otra perspectiva y te ayuda a definir tu propia música”, asegura.

Musetta y la Peste se llama el programa que porpondrá Coviello, con cinco sonatas del Scarlatti en bandoneón –430, 9, 98, 380 y 476 según la numeración del catálogo Kirkpatrick–. El nombre viene del streaming que el músico hizo en 2020, plena pandemia, para apoyar al Musetta Café. Hace poco lo convirtió en un disco que tiene un atractivo arte de tapa, obra de Pancho Pepe, y ya se puede escuchar en las plataformas. “Tocar este repertorio me agrega perspectiva, pero además me permite, como músico de tango, entender en qué momento de la historia del género estamos”, asegura Coviello. “Muchas veces, por ser una creación tan cercana y tan querida, se lo entiende al tango como una historia única, independiente del resto de la música del mundo. Eso crea distorsiones en el análisis. Por eso insisto en que la perspectiva que da la música de siglos atrás, nos permite pensar al tango dentro de la historia de la música. En los momentos de crisis del género, hace bien pensar que el tango es parte de la gran conversación de la música, de la humanidad”, observa el bandoneonista.

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“El Conservatorio Manuel de Falla en 1954, cuando el director era Cátulo Castillo, fue uno de los primeros que incluyó la carrera de bandoneón. Pedro Mafia fue el primer profesor y ya entonces enseñaba las sonatas de Scarlatti”, detalla Coviello. “Yo entré en 2000 y ahí estudié con Rodolfo D’Aluisio, que amplió el programa de estudios con obras específicas para bandoneón, pero seguía dando las sonatas entre otras obras clásicas”. Hoy Coviello es profesor en el mismo conservatorio y en el Julián Aguirre de Banfield, el Alberto Ginastera de Morón y el Alfredo Schiuma de San Martín. “Si en esa formación inicial uno se dedica a estudiar con amplitud, después hay tiempo de especializarse. Es difícil hablar en estos términos en un mundo que busca la inmediatez, pero las construcciones culturales no se hacen de un día para el otro. Una obra antigua puede seguir interpelándonos, hacernos pensar, por lo pronto, que los años de formación en el conservatorio son un pequeño trayecto en una vida musical”, dice en su rol docente.

Además de bandoneonista, docente e investigador, Coviello es un activo gestor. Desde hace más de dos años empuja los destinos artísticos de La Tierra Invisible, un espacio de música en vivo en Parque Chacabuco, con buen escenario, piano y el clima necesarios para escuchar sin ruido de cubiertos. “Desde principio de siglo estoy más o menos acostumbrado a tener un espacio. En 2004 inauguramos el CAFF, Club Atlético Fernández Fierro, y estuve ahí hasta el 2016, siempre muy atento con las cuestiones de gestión también, sobre todo la papeleta, porque la cuestión de habilitaciones y todo eso estaba a mi cargo. Esto no es nada nuevo para un músico de tango. El ‘Tata’ Cedrón tuvo Gotan, Edmundo Rivero El Viejo Almacén, Beba Bidart Taconeando, Rubén Juárez Café Homero, Atilio Stampone el Caño 14 y en la actualidad también Bárbara Grabinsk tiene su espacio propio en San Telmo –Club Social Cambalache–. Defender los refugios para la música en vivo, sostener los rituales del concierto, del contacto con el público, hoy es central”, sostiene Coviello.

De algo está seguro el bandoneonista: “De los 150 años de historia del tango, la masividad y el éxito rutilante que llenaba salas de baile y clubes no fueron más de 20 o 30 años. Por eso tenemos que estar tranquilos, es más habitual ser una minoría que ser una expresión de multitudes. Mientras muchos se preguntan si está muerto, el tango persiste en esta minoría intensa, está en el corazón de la gente tanguera y en el corazón de gente que, acaso sin saberlo, vive la vida como un tango”. 

Fuente: Pagina12

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