«Guasón 2: Folie à Deux», mejor en los papeles que en la pantalla
No es un film fallido, pero tampoco aquello que se esperaba tras el debut de Joaquin Phoenix en el personaje, en una continuación que parece creada para inhabilitar ciertas malas lecturas políticas de la anterior.
Guasón 2: Folie à Deux – 6 puntos
(Joker: Folie à Deux; Estados Unidos, 2024)
Dirección: Todd Phillips.
Guion: Scott Silver y Todd Phillips.
Duración: 138 minutos.
Intérpretes: Joaquin Phoenix, Lady Gaga, Brendan Gleeson, Catherine Keener, Zazie Beetz.
Estreno en salas de cine.
Es innegable que con Guasón 2: Folie à Deux el realizador Todd Phillips eleva varios grados la apuesta de la seminal Guasón (2019), exitosa reinvención del famoso habitante de Ciudad Gótica que construía su relato de origen en un contexto realista y varios elementos del cine de Martin Scorsese tomados en préstamo. En esta particularísima secuela, que viene de presentarse en la competencia oficial del Festival de Venecia, sigue muy presente el concepto de transferir el imaginario de la villanía de historieta a los recovecos de la psicopatía, pero el tono seco es invadido permanentemente por la fantasía musical, sin dejar nunca de lado, desde luego, una pegajosa sensación de oscuridad e incluso nihilismo.
Nuevamente con el histriónico Joaquin Phoenix en el papel de Arthur Fleck, uno de los archirrivales de Batman, el film suma a la cantante Lady Gaga como Harleen Quinzel, más conocida como Harley Quinn, la ex psiquiatra que un buen día se pasa al otro lado del diván luego de enamorarse obsesivamente del payaso sociópata.
En la descripción de tópicos y formas pueden descubrirse claramente las ambiciones de Phillips –que no son pocas, sobre todo para un film con intenciones de masividad como este–, aunque la ejecución de esas ideas terminan transformando a Guasón 2 no tanto en un film fallido como en uno moderadamente “interesante”. El film retoma la historia del anterior, con Fleck/Guasón encerrado en una prisión para reos con problemas psicológicos de envergadura, a la espera de un juicio que, muchos así lo esperan, termine con su cuerpo freído en la silla eléctrica. Dopado con potentes drogas, el hombre parece una sombra de quien supo ser, e incluso su irrefrenable pulsión a la risa patológica permanece bajo control. Un guardiacárceles en particular, interpretado por el gran Brendan Gleeson, mantiene una particular relación con el presidiario, a mitad de camino entre la repulsión y la fascinación. Es por ello, y porque viene comportándose bien, que Fleck es admitido en una clase de canto dentro del pabellón de mínima seguridad, donde conoce a la rubia tentación, una genuina groupie del asesino.
Guasón 2 alterna escenas de prisión con aquellas que transcurren en el salón de juicios, previa preparación de la defensa –difícil, habiendo cometido cinco homicidios y, quizás, alguno más– por parte de su abogada (Catherine Keener). Y entrelazadas con ellas, desde luego, las melodías, el canto y el baile, que surgen de la pantalla y los parlantes como ocurría en los musicales clásicos, pasando revista por el cancionero popular, de Bacharach y David a los Bee Gees, en solitario o a dúo. Una peculiar aproximación creativa a ese Trastorno Psicótico Compartido, o “locura de a dos” del título, mientras en las calles los defensores del acusado, más papistas que el Papa, insisten de manera desordenada en la posibilidad de un nuevo y caótico orden.
Se ha escrito y se escribirá bastante sobre la dualidad del protagonista, sobre la lucha intestina entre Fleck y Guasón, y de como esta película parece haber sido creada para inhabilitar ciertas (malas) lecturas políticas de la anterior. No es casual que Guasón 2 comience con un segmento animado, creado a imagen y semejanza de los cortos de la Warner de los años 30, en el cual la “sombra” del Joker (¿su ideario, sus seguidores, el contexto político?) toma por asalto la escena, eclipsando al propio personaje. En ese sentido, cualquier imitación del arte por parte de la vida corre por cuenta de los discursos más agresivos del arco social contemporáneo. El telón final de la película –algo extensa en sus dos horas y veinte de metraje– habilita la posibilidad lejana de otra secuela, pero obtura por completo, literalmente, la posibilidad de que sea este mismo Joker su protagonista. La única certeza es que el largometraje de Phillips es más estimulante en los papeles que en la pantalla.