“Se mantuvo tanto tiempo porque somos gente del rock y porque es un lugar de encuentro. Y porque construimos una masa crítica”, destaca el músico Javier Lecumberry, uno de los fundadores de este emblemático espacio de la bohemia artística, por donde pasaron El Indio Solari, Skay, Catupecu Machu, Diego Capusotto y Fernando Noy, entre muchos otros.
Del centro a la periferia. Ese es el lema que acompañó desde su fundación al Imaginario Cultural, un emblemático bar porteño ubicado en Bulnes 905 que cobijó a la bohemia rockera y que el 21 de septiembre cumplió treinta años de existencia y resistencia. «Nos interesaba que la gente del centro viniera a la periferia. Nos gusta lo que hacemos, nos gusta tener un lugar para que la gente se exprese, ésa fue la idea desde el comienzo y sigue siéndola”, sostiene el músico Javier Lecumberry, uno de los fundadores del Imaginario Cultural junto a Matías Godio. “Se mantuvo tantos años porque somos gente del rock y porque es un lugar de encuentro. Y porque construimos una masa crítica”, entiende Lecumberry. Este sábado 28 de septiembre a las 21 se presentará Lecu 14.
En este marco, este mes se inauguró una muestra de fotos, flyers y afiches que retrata algunos de los eventos artísticos más significativos que ocurrieron en el espacio en estas tres décadas. «Hay varias fotos de Mariano Larralde, que trabajó con nosotros cinco años y que también era fotógrafo de Los Redondos», cuenta Lecumberry. «Hay una foto muy linda en la que estamos zapando Skay, El Soldado y yo», resalta. En todos estos años, pasaron una infinidad de artistas por “el sótano” de Almagro, que tuvo una primera sede en Palermo. Catupecu Machu, Buenos Muchachos (Uruguay), Los Tipitos, Estelares y El Plan de la Mariposa dieron sus primeros pasos o se curtieron en estas cuatro paredes.
Además, en el Imaginario se presentaron artistas como Vicente Zito Lema, Capusotto (con un unipersonal), Willy Crook, Erica García, Moris, Palo Pandolfo, Hilda Lizarazu, Jorge Pinchevsky, Patán Vidal, Daniel Aráoz, Rocambole, Vértigo Colectivo, Teleporter, Elefantes Violetas, Las Canoplas, Pecera, Venus, Piccolini, Flor Maleva, Lenin Tiene Hambre, La Favorita, A-Tirador Láser, Cielo Razzo, Los Umbanda de la Turka, Gonzo Palacios, The Human Blue, Roben y Las Noruegas, y Té de Jazmín. “El Soldado, Skay y yo dos o tres veces por semana solíamos zapar y mostrarnos lo que íbamos a hacer. La gente se fue acercando e hizo del Imaginario su casa, porque es un lugar muy abierto y deja que el arte entre por su puerta”, destaca.
Con agenda completa, en la actualidad hay actividades de jueves a domingos. El domingo 29 tocará Comandante Pikone y todos los jueves se presenta Rodrigo Ottaviano, siempre a las 21. En tanto, el sábado 12 de octubre a las 22 hará su debut Lecu y Los Gnomos de Lata, la nueva banda de Lecumberry. El lugar tiene capacidad para noventa personas y en veinte años se presentaron más de seis mil espectáculos. “El Indio venía seguido hasta que se separaron Los Redondos. Cuando tocaron en River en 2000 se vinieron después de los shows”, recuerda Lecumberry, ex tecladista de la banda de Skay Beilinson.
El día de la inauguración -el 21 de septiembre de 1994-, que estuvo a cargo de Miguel Rep y Sometidos por Morgan, desde el centro de la plaza Serrano llegaron 25 jóvenes disfrazados de personajes de distintas épocas. Había piratas, clowns, rufianes, zancos. Los vecinos y los clientes fueron sorprendidos cuando llegaron al Imaginario y cada uno fue ocupando un lugar en el nuevo espacio, ahora más colorido, en la periferia. En esa época, el espacio estaba ubicado en la esquina de Honduras y Armenia, en un barrio que «todavía no había sido invadido por la desmesura del espíritu consumista».
De este modo, el Imaginario se convirtió en un refugio de las nuevas expresiones estéticas, tanto en el rock como en otras disciplinas, sin olvidar, por ejemplo, ciclos de cine en súper 8, con películas de acción y suspenso, o presentaciones de libros y lecturas de poemas que llegan a la actualidad, con Fernando Noy y su Vermut de Poesía. «Hicimos un trabajo antropológico, nada fue casual. En el Abasto construimos un espacio y un vínculo con los vecinos. Había un montón de teatros independientes en la zona, pero ningún bar cultural. Creemos que el centro tiene que ir a la periferia. Porque en la periferia están las perlas y en el centro la picadora de carne», entiende Lecumberry.
«Lo más importante era que nos juntábamos a tocar y a encontrarnos. Pasaron artistas plásticos, sociólogos, músicos, actores, una mezcla hermosa. Desde el Indio Solari hasta gente que manejaba un taxi. Los encuentros fortuitos fueron lo más importante», dice. «El desafío es seguir haciendo lo que nos gusta hasta el último respiro: seguir sosteniendo un lugar para que la gente siga expresándose», remata.