¿Hay resignación o también un río subterráneo de bronca?
Se profundizó la pregunta que aturde en todos los ámbitos políticos y politizados. ¿Hay un estado de resignación popular frente al que parecen seguir de largo no sólo las acciones ejecutivas, sino también las lisas y llanas provocaciones del Gobierno? ¿O habrá un río subterráneo de bronca, imperceptible a simple vista, en condiciones de salir a superficie en cualquier momento?
Se profundizó la pregunta que aturde en todos los ámbitos políticos y politizados. ¿Hay un estado de resignación popular frente al que parecen seguir de largo no sólo las acciones ejecutivas, sino también las lisas y llanas provocaciones del Gobierno? ¿O habrá un río subterráneo de bronca, imperceptible a simple vista, en condiciones de salir a superficie en cualquier momento?
Por si poco fuera, las palabras del Papa le agregaron dramatismo ecuménico a la tensión. Sorprendió absolutamente a todos. No hay registro de un pontífice siendo tan explícito al designar las animaladas represivas de un gobierno, con su alusión al gas pimienta en lugar de la justicia social.
Es un dato interesante que el festejo de los 87 héroes, por el saque a los jubilados, haya producido molestia o indignación entre los propios operadores periodísticos de la banda libertarista.
Fue un asado rimbombante. Justo un asado, cuando el consumo de carne se sumerge en el índice más bajo de la historia gracias a un poder adquisitivo desplomado. No es chicana fácil. ¿Qué es esto? ¿Qué estamos viviendo? ¿En qué tipo de universo paralelo anidan estos degenerados?
Saborido y Capusotto volvieron a quedar a la altura de dos perejiles que recién empiezan. Diputados llevando ensaladas. Desfile para pasar la tarjeta de débito. Uno de los héroes cambiemitas, Damián Arabia, entrando a Olivos con la patente del auto borrosa. Mariano Campero, radical tucumano, gritando a los postres “viva la libertad, carajo” en medio de un quincho silencioso.
Y después la bestialidad del virus Ku-K12, en un formato de video fascista que sindica como zombies desde Cristina y Massa hasta Fito Páez.
¿De qué habla primordialmente este auto-embeleso perverso? ¿De los que lo desarrollan? ¿De la tolerancia de quienes lo contemplan? ¿De ambos? Es incitación a la violencia sin más ni más.
El Presidente hizo un discurso en el que ¿confundió? las decenas de miles de millones de dólares de ajuste pedidos a los gobernadores. Guillermo Francos y Caputo Toto, al día siguiente, debieron convocar de urgencia a un zoom aclaratorio con los mandatarios provinciales.
Fuentes del Gobierno admiten que el Presupuesto Nacional declamado por Milei, para advertir que toda la plata irá a los intereses de la deuda, es una obligación táctica. No se esperanza en que le aprueben esa ley de leyes. Quiere que se la rechacen para prorrogar el Presupuesto vigente. Una mitad de la biblioteca previene que es ilegal la prórroga consecutiva. Pero la topadora de impunidad no se detendría en esos detalles.
El Gobierno disfruta con sus planillas de Excel, donde no entran las estadísticas oficiales del segundo semestre. La tasa de desocupación de quienes buscan trabajo creció a más del 8 por ciento. Añadido al porcentual de desocupados -sin adosarle el gigantesco mercado informal- se llega a un 16 por ciento de población activa en busca de empleo.
Es neomenemismo al galope, con la diferencia reiterada de que no hay zanahoria alguna para la empobrecida clase media. Ni un manguito para ir tirando, ni expectativas de acomodarse, ni nada de nada que no sea el efluvio de una inflación oficial a la baja y conseguir alguna ocupación precarizada. Es cuando se refresca la pregunta sobre el aguante social, que por la anomia opositora está sin respuesta.
Alfredo Serrano Mancilla publicó en el diario español El País un artículo relativo al “cualquiercosismo” de Milei.
Señala al Presidente como hijo del desorden político que vive Argentina en los últimos años, fruto de un progresivo caos ideológico en el que, cada día, resulta más difícil conocer las diferencias entre los unos y los otros.
Apunta que el anhelo de Milei es un estatus diferente: pasar de ser hijo a padre. Quiere ser Il Duce y deliberadamente, él y sus correligionarios, actúan en pro de llevarnos al máximo grado del Estado de Confusión.
“La desorientación debe ser lo suficientemente extrema como para constituir un terreno que nos haga disminuir la conciencia sobre todo lo que nos sucede (…). El objetivo detrás de este modus operandi es muy cristalino: lograr que la sociedad se aleje cada vez más de la política hasta el punto de naturalizar, sin rechistar, el actual Mal Vivir (…). Creer que no podemos hacer nada para cambiar lo que nos pasa, y acabar confiando el futuro a las fuerzas del cielo”.
Habrá quien piense que es un diagnóstico obvio. Que la cosa ya no pasa por insistir sobre brutalidades y excentricidades acerca del abyecto personaje que gobierna. Que tampoco vale detenerse en las de sus colaboradores o mandantes, en tanto es él, Milei, quien protagoniza y habilita desde su puesto toda la suma de salvajadas.
Como indica el escritor Martín Kohan, ya no es “solamente” que la crueldad está de moda. No. Ahora, además, se la celebra en forma oficial. Es una categoría superior dentro de la barbarie. ¿Se advirtió, por ejemplo, que en su discurso en el Congreso, el domingo pasado, Jamoncito ni siquiera agradeció al pueblo por hacerle el aguante?
Aquí mismo se destacó aquello de no paralizarse en el mero relato de las andanzas mileístas. Pero está dirigido a la gente del palo que necesita encontrar una vía de escape propositiva. Un liderazgo firme. Una decisión terminante para apartar los onanismos internísticos.
No debería haber antítesis entre esto último y subrayar de qué va Milei.
Si se pierde lo segundo, querrá decir que se extravió la capacidad de asombro. Y entonces sí que el “campo nacional y popular” estará en problemas más serios todavía.
Ya es bastante con que, hace rato, el escenario político se convirtió en campo de disputa de una sucesión de tribus. Y peor: a su vez, hay divisiones de carpas.
De los radicales y adyacencias “dialoguistas” está casi todo dicho.
Pero en el caso de peronismo y progresía, como si cupiera acentuar esa fragmentación ridícula que le da raiting a algún facenzo admirador de Victoria Villarruel, es imperdonable.
Las chiquilinadas hacia dentro del espacio kirchnerista son ¿incomprensibles? Lo único que hacen, encima, es fogonear que el kirchnerismo siga siendo visto como una mancha venenosa por parte de sectores con los que debería contarse para articular oposición efectiva. Si no fueran incomprensibles, a todas luces sí son injustificables.
Ese es el cultivo del que se aprovechan los clanes libertaristas.
Por el momento, bien que ya cansadores y hasta que alguna opción demuestre lo contrario, son los más preparados a través de sus ejércitos de trolls, militantes digitales, capacidad de iniciativa, desprejuicios. E incluso ganaron nada menos que la calle, por fortaleza represora y por debilidad de las organizaciones políticas, sociales y sindicales.
Les falta pueblo, es cierto. Pero les sobra la policía y eso amedrenta. Se verá si la próxima marcha en defensa de la Universidad pública, que es un capital simbólico enorme, les recordará los límites. Y se verá, sobre todo, si esa protesta podrá tener continuidad expansiva, en lugar de permanecer como episodio aislado, sin conducción ni referentes con potencia.
Este martes, el inmenso León Rozitchner cumpliría 100 años. En 2001, con el país estallado y en entrevista con el suscripto, dijo: “Cuando las sociedades no saben qué hacer, los filósofos no sabemos qué pensar”.
Pues parece que la dirigencia opositora, salvo escasas excepciones entre las que se cuentan quienes se ocupan de confrontar y gestionar al mismo tiempo, tampoco sabe pensar adecuadamente para actuar en consecuencia.
La buena noticia es que la política nunca es un hecho estanco.
El gran interrogante es si esa verdad de a puño se revelará, como siempre e indefectiblemente, a largo plazo. O si hay esperanzas -y actitudes- como para que aparezca en el corto y mediano.