El tercer álbum de la cantautora de 22 años es un trabajo con carácter colectivo y sonoridad ecléctica que explora sobre la idea de “lo íntimo es social”.
En tiempos en los que predominan discursos que colocan en el centro al dinero y a lo material, la joven cantante y compositora Azul Schenquerman decidió trabajar su nuevo disco sobre una poética ligada a lo humano –con toda su potencia y vulnerabilidad-, los vínculos y las emociones. Así nació su tercer disco, Demasiado humana (2024), un trabajo con carácter colectivo y sonoridad ecléctica que explora, de alguna manera, sobre la idea de “lo íntimo es social”. “Todo el disco es una manera de reconectar con la humanidad. Es una manera de hacer visible para todo el mundo mi humanidad para que los otros también encuentren la propia”, explica Schenquerman sobre el concepto del disco. “De esto habla mucho el tema ‘Falsa libertad’, que propone que la libertad es algo que no puede comprarse”, dice en diálogo con la época.
“Esta canción pone más en claro la idea de estar vivos, algo más espiritual, y conectar con los otros en tanto humanos, y no tanto con lo material, el dinero o el capitalismo”, se explaya la artista de 22 años antes de presentarse con su banda este viernes 20 de septiembre a las 22 en Humboldt (Humboldt 1358). “La canción que da nombre al disco, ‘Demasiado humana’, apareció como algo que necesitaba sacar cuando me senté en el piano. Me di cuenta de que todo lo que estaba escribiendo, lo que estaba componiendo y mi manera de abordar la música estaban muy teñidos de esta humanidad. Dejé de querer incendiar todo –Incendio se llama su disco anterior-, y más bien estaba encarnando y viviendo demasiado lo que sentía, que quizá desbordaba un poco”, explica Schenquerman.
Con la producción artística de su padre Adrián Schenquerman, el disco consta de once canciones que proponen un recorrido sonoro variado que va desde el folk, el indie y el pop hasta el grunge (“Narciso”) y la música electrónica, como se evidencia en “Mantra”. Lo que guía, más que la estética sonora, es la poética de las canciones. “La sonoridad amplia es algo que caracteriza todos mis discos”, sostiene. “Sí, me conflictúa un poco. Si ya es difícil tener una carrera de música independiente con cierto tinte de contrahegemonía, porque no es que estoy haciendo lo que hay que hacer, encima de todo no me defino. Porque si hiciera solamente rock, me metería de lleno ahí. Pero estoy siendo fiel a lo que soy”, sostiene. “De todos modos, me gusta la definición ‘escena de la canción’, es lo que más me representa. Estoy en la instancia de asomar la cabeza, aunque vengo laburando hace mucho en la industria de la música. De a poco me voy haciendo un lugarcito en la escena de la canción”.
“Me gusta mucho su manera de producir y nuestra manera de congeniar juntos. Porque siento que es la persona que más entiende en el mundo sobre lo que yo quiero hacer con la música”, dice sobre el aporte de su padre, que también produjo sus discos anteriores. “Si le muestro un boceto de una canción, cuando pensamos en los arreglos él traduce exactamente lo que yo quería e imaginaba sin necesidad de que tengamos que hablar mucho”, resalta sobre la química musical entre padre e hija. En cuanto a referencias, Schenquerman confiesa no sentirse atraída por la música que escucha su generación, sino que disfruta de la obra de colegas y contemporáneos como David Amado o Diego Marchionatti. “De la música de ahora del mainstream no escucho casi nada, pero sí escucho a colegas de mi ambiente”, confirma. “El género de música que ahora está en auge no me representa”.
-¿Cómo se vincula este «diario íntimo» con el contexto sociopolítico y cultural que estamos viviendo?
-Es imposible que el contexto sociopolítico y económico no afecte la realidad individual. Por más que uno esté medio en la suya, igualmente no puede abstraerse de lo que pasa afuera. Entonces, las canciones que hago siempre terminan quedando teñidas por el contexto. Este disco está atravesado por lo que estaba pasando alrededor en relación a un egoísmo que surgió en estos años: cada uno se preocupa por uno, que es el gen de lo que está pasando políticamente. El disco anterior estaba atravesado por la pandemia y este por lo que empezó pasar políticamente después… que es una especie de pandemia también pero de otra índole. Es algo que me angustió mucho, aunque me cuesta hacer canciones hablando de eso en términos literales. Porque me sobrepasa y no sé qué decir. Me sorprende mucho lo mal que podemos llegar a estar cómo sociedad y no sé cómo ponerlo en palabras. De todos modos, en la composición encontré una manera de dejar plasmado ese diario íntimo sobre cómo yo atravieso esta existencia que a veces es complicadísima. La finalidad de mi música es que cada humano pueda conectarse consigo mismo y con lo que está pasando en el mundo.