Tecnología

Sócrates ya sabía de inteligencia artificial

Hoy se diría que solo sabemos dimensionar el impacto negativo de la inteligencia artificial (IA): los presuntos puestos de trabajo que eliminará (más de 85 millones en 2025, según reporte del World Economic Forum del 2020), las tareas que borrará del mapa (más del 40 por ciento en 2050, según los investigadores Carl y Michael Osborne, de la Universidad de Oxford) o las industrias que dejará fuera del mercado (por lo menos cinco, según el medio US News).

Sin embargo, no logramos proyectar con igual exactitud la forma en que aprovechar esta nueva tecnología. No tenemos datos, ni experiencia. Entonces, mucho menos sabemos cómo liderar las organizaciones y a las personas que las componen en ese camino a lo desconocido.

No hay duda de que será necesario aplicar una nueva forma de liderar que deje atrás la tranquilidad de los planes estratégicos a tres años, las proyecciones de ventas anuales o incluso las políticas de reconocimiento basadas en la experiencia. Pero tendremos que empezar a hacerlo sin referencias.

Sócrates, con su «solo sé que no sé nada», ya estaba, sin saberlo, preparando a nuestros antepasados para el inicio de la cultura occidental moderna. Ahora, la inteligencia artificial nos está desafiando en el mismo sentido: no nos permite acercarnos a ella con los conceptos y herramientas que manejamos, sino que exige una nueva forma de pensarnos en ella y con ella.

El gran filósofo nos enseñó que el reconocimiento de la ignorancia es el punto de partida para la búsqueda de conocimiento verdadero, más allá de los condicionantes que nos impone la incertidumbre y el miedo a lo desconocido.

Pero, frente a quienes se reunían para debatir en el ágora de la Atenas del 400 a.C., en el futuro nosotros estaremos obligados a interactuar con una inteligencia que parece humana, pero no lo es.

Un nuevo liderazgo para la era de la inteligencia artificial 

Por eso, nuestro liderazgo deberá ser capaz de conectar lo humano con esa inteligencia artificial, dando lugar a lo que podríamos llamar «LIAderazgo«, que habrá de caracterizarse por la búsqueda continua de conocimiento.

Un conocimiento que se genera en el marco de un proceso de colaboración en el que confluyen los hechos (los datos de la IA) con las visiones (la experiencia humana). El líder deberá facilitar el caldo de cultivo para que esa sinergia se produzca. Su principal función será impulsar la predisposición de los humanos al aprendizaje, y la inteligencia artificial le ayudará con datos a desactivar sus sesgos.

Dicho de otra forma: el nuevo «LIAder» no dicta, pregunta. Su tarea principal, como en el método socrático de la mayéutica, será animar a sus equipos a cuestionarse y reflexionar. Esta dinámica de preguntas y diálogo representa un camino hacia un futuro colaborativo, inclusivo y participativo.

Es un camino que lleva a una era en la que el liderazgo se ejerce con una capacidad reflexiva, que valora la adaptabilidad constante sobre la sola experiencia, siguiendo las enseñanzas socráticas basadas en dos pilares: la ética y el humanismo.

«No se puede vivir una vida buena sin ser una buena persona«, decía Sócrates. Por eso, el nuevo líder deberá procurar que la inteligencia artificial y sus tecnologías sean empleadas de forma ética y que potencien valores humanísticos dentro de la organización. 

De otra forma, correríamos el riesgo de que la máquina tome las riendas. No por ser más inteligente que el humano, sino por ser más eficiente, y por no saber distinguir entre qué es moralmente correcto y qué no, qué es beneficioso para el ser humano y qué no lo es.

Un liderazgo diferente

Para que este «LIAderazgo» logre arraigarse en las organizaciones, estas necesitan también repensar su dinámica y su cultura, que es el conjunto de acuerdos explícitos e implícitos, las costumbres y normas que rigen la forma en que una compañía funciona. La experiencia de los últimos años nos enseña que los ambientes laborales del futuro exigen una cultura basada en la transparencia y en la colaboración.

Las jerarquías y las nociones de éxito y fracaso perderán peso ante el enfoque centrado en el equipo. El resultado será una cultura en la que la productividad no se busca a expensas del bienestar del empleado, sino que se busca su bienestar para que pueda dar lo mejor de sí, asegurando una organización saludable que logra reinventarse de acuerdo con las necesidades del mercado.

En el futuro, el ser humano seguirá siendo el protagonista de las organizaciones, pero junto a la inteligencia artificial. Y dependeremos del «LIAderazgo» para lograr el equilibrio entre la humanidad y la tecnología, entre la sabiduría y la experiencia, entre la ética y la eficiencia.

El «LIAderazgo» socrático es una llamada a liderar no desde la cúspide piramidal del poder, sino desde el centro de un círculo de conocimiento y ética compartida. Es el reconocimiento de una odisea hacia una cultura de trabajo que apunta a la amplificación de lo mejor de los seres humanos en conjunto con la inteligencia artificial.

En ese futuro, el rol del líder es vital, como facilitador y como guía, con capacidad para movilizar equipos híbridos y cultivar un entorno donde cada decisión se base en la capacidad técnica, pero al mismo tiempo priorice el bien común, como ya nos lo anticipó Sócrates.

(*) Socio de Olivia España.

Fuente: iprofesional.com

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