40 años después, «Terminator» es más alarmante que nunca
En 1984, la idea de las máquinas rebelándose contra la Humanidad era una fantasía. Pero James Cameron y Gale Ann Hurd miraban más allá: «Era una advertencia sobre el futuro de la tecnología».
Hay un momento tentador a mitad de la película revelación de James Cameron, Terminator (1984). Kyle Reese (Michael Biehn), el soldado de la resistencia del futuro que ha regresado a Los Ángeles de los 80, advierte a la heroína Sarah Connor (Linda Hamilton) de que un ciborg (Arnold Schwarzenegger) quiere matarla. Este Terminator, le advierte, es «parte hombre, parte máquina» y está controlado por microprocesadores. «Tiene sudor, mal aliento, de todo». Sarah dice que no es estúpida, que sabe que «no pueden hacer cosas así».
«No hasta dentro de 40 años», responde Kyle.
Pues bien, ya han pasado 40 años. Y aunque el T-100 cibernético de Arnie siga siendo una quimera, nunca ha habido un momento mejor para evaluar hasta qué punto la visión cromada del futuro de Cameron tiene sentido hoy en día. Después de todo, ésta fue la película que convirtió a Schwarzenegger, que se había dado a conocer en las películas de Conan el Bárbaro, en una superestrella mundial. Terminator dio lugar a múltiples secuelas, a menudo con rendimientos decrecientes, pero su propio estatus como clásico definitorio del cine de acción de los ochenta está asegurado desde hace mucho tiempo.
Su historia tiene la resaca de una tragedia griega. El ciborg intenta asesinar a Sarah Connor antes de que pueda concebir a su hijo, John Connor, el líder rebelde cuyo destino es derrotar a un ejército de robots autoconscientes. La historia del casting de Arnie es en sí misma un mito del cine. El director había desarrollado la idea de la película tras caer enfermo y tener un «sueño febril» sobre un esqueleto de metal que salía de un incendio. En un principio pensó en Lance Henriksen (que había aparecido en su anterior película, Piraña II) para el papel de Terminator, e incluso realizó un trabajo artístico con Henriksen vestido de metal.
«Jim preparó un dibujo con aerógrafo, una concepción totalmente pintada de Lance Henriksen con la cara esquelética y el ojo rojo», recuerda la productora y coguionista Gale Anne Hurd. «Literalmente, eso fue antes incluso de que consiguiéramos financiar la película». Henriksen finalmente aparecería en la película pero como uno de los incrédulos detectives, además de ganarse un lugar como androide en otro bombazo de Cameron, Aliens.
Orion Pictures, que finalmente se hizo cargo de la cofinanciación, sugirió a O. J. Simpson (entonces en el apogeo de su fama en los anuncios de Hertz) como mejor opción, una idea que Cameron desechó rápidamente. Más útil aún, Orion también recomendó a Schwarzenegger para interpretar al héroe Kyle Reese. Inicialmente recelosos, Cameron y Hurd se encariñaron con el actor después de encontrarse con él para comer en un lujoso restaurante de Los Ángeles y descubrir que no podían pagar la cuenta. «¿Qué estrella funcionaría para alguien que ni siquiera puede pagar la cuenta del almuerzo?», recuerda haber pensado Hurd. Sin embargo, en lugar de marcharse, Schwarzenegger dijo que había tenido exactamente la misma experiencia al principio de su carrera. A partir de ese momento, los cineastas y el actor, que interpretaba al villano, se llevaron muy bien.
La primera aparición de Schwarzenegger, cuando Terminator aparece en Los Ángeles ante un sorprendido basurero tan desnudo como Adán, dio a la película una fuerza mítica inmediata. Poco después le sigue ese asombroso plano en el que contempla Los Ángeles de noche, como si fuera el amo de todo lo que observa. El ex campeón de culturismo interpreta a un asesino en serie que no siente piedad ni remordimientos ni miedo, y aun así el público lo acogió rápidamente. Sólo tiene 17 líneas, pero una de ellas, «I’ll be back» («Volveré»), es la frase que definió su carrera.
La película, que en su día fue tachada de ciencia-ficción de baja calidad por sus detractores snobs, cuenta ahora con el beneplácito de todo el mundo, desde los aficionados al género hasta los académicos. A principios de este verano, una conferencia en la Universidad de Bangor, a la que asistió la propia Hurd, incluyó ponencias sobre todo tipo de temas, desde «Género y tecnología en la franquicia Terminator» hasta «El legado feminista de Sarah Connor».
«Creo que Terminator es una película fantástica para reflexionar sobre la era Reagan, las Reaganomics, la Iniciativa de Defensa Estratégica y todos los cambios de la sociedad estadounidense: el crecimiento de las empresas multinacionales, la informática personal, la ingeniería genética y todas estas cosas», explica el profesor Nathan Abrams, organizador de la conferencia y profesor de charlas sobre la película desde hace años.
La coorganizadora, la Dra. Elizabeth Miller, señala que Sarah Connor fue una figura innovadora en las películas de acción de los ochenta. «No tiene nada más allá de las capacidades que tendría una mujer corriente y, sin embargo, es la figura central», afirma. «No es la Mujer Maravilla, pero toda la trama gira en torno a ella».
A veces, los académicos pasan por alto el humor que Cameron aporta al material, una ligereza que contrasta bien con sus temas apocalípticos. Algunas escenas (la obscena conversación telefónica de Sarah, las palabrotas generadas por computadora de Schwarzenegger) podrían sacarse directamente de comedias de fraternidad como Porky’s (1981). Otros momentos más macabros (Terminator mata a la compañera de piso de Sarah y a su novio) encajarían perfectamente en películas slasher como Pesadilla en lo profundo de la noche (1984), que estaban ganando adeptos en aquella época.
«Jim y yo discutimos mucho sobre el tono. Queríamos que la película fuera de acción intensa, bastante implacable, pero hay que romper eso», dice Hurd sobre los interludios cómicos del guión. «Independientemente de lo oscuro que sea el mundo, o de lo peligroso que sea, creo que es importante inyectar siempre humor». De hecho, Hurd y Cameron eran fans de las comedias de la productora Ealing, en particular de El hombre del traje blanco (1951), y hablaron de ellas mientras trabajaban en el guión.
Otra influencia fue Mad Max (1979), de George Miller, de la que tomaron la idea de empalmar complejas exposiciones argumentales en medio de frenéticas escenas de acción. «Es muy difícil hacer una película en la que todo el mundo se para a hablar de cosas que el público necesita saber en ese momento. Realmente necesitás comunicar esa información, pero todo el mundo se va a comprar pochoclo. No van a ir a por pochoclo en medio de una secuencia de acción o una persecución de coches».
Uno de los placeres perdurables de la película es el modo en que Cameron extrae elementos de las películas de explotación de Roger Corman en las que él y Hurd se curtieron con ideas estéticas e intelectuales radicales. Consiguió ser cursi y culto al mismo tiempo.
Aunque Cameron contaba con un pequeño ejército de técnicos de efectos especiales y maquilladores (dirigidos por el renombrado Stan Winston), estaba filmando en Los Ángeles con recursos limitados. Más tarde le contó a la BBC que para una toma importante en la que Arnold no estaba, reclutó a un empleado junior para que lo sustituyera. Cameron sólo disponía de una hora antes de tener que devolver la cámara, así que cubrió los zapatos del joven ayudante con cinta adhesiva negra para que hicieran juego con las botas de Terminator y consiguió así su primer plano. «En realidad son los mocasines de Randy con cinta adhesiva negra», observó, refiriéndose a lo que muchos fans siempre han creído que eran los grandes pies de Arnie.
Puede que se trate de una película de género distópico, pero también contiene algo del mismo romanticismo que, una década después, hizo que Titanic fuera tan atractiva para el público adolescente. «Atravesé el tiempo por ti, Sarah. Te quiero. Siempre lo he hecho», le dice Kyle a la joven camarera californiana. Al igual que el Jack de Leonardo DiCaprio en Titanic, Kyle es una figura elegante y abnegada, dispuesta a dar su propia vida para mantener con vida a su amada.
La razón por la que Biehn no obtuvo un mayor reconocimiento sigue siendo un misterio. Mientras que Titanic convirtió a DiCaprio en la mayor estrella de la época, Terminator no logró hacer de su simpático y carismático protagonista masculino un nombre familiar. Quizá pueda llamarse el síndrome de Boris Karloff. Si se menciona el clásico de terror de 1931 de la Universal, Frankenstein, pocos cinéfilos recuerdan hoy que Colin Clive interpretó el papel principal de Henry Frankenstein, pero todos conocen el nombre de Karloff.
Terminator tuvo un gran éxito de taquilla y una espectacular vida posterior en VHS, a partir de 1985. Un Schwarzenegger armado y con gafas de sol aparecía en la portada. «Él es lo que no morirá en la pesadilla que no terminará», rezaba el texto en mayúsculas de la contraportada.
Con este tipo de marketing, no es de extrañar que Arnie se llevara la palma.
Terminator 2: el día del juicio final (1991), la secuela de Cameron, fue otro triunfo de gran presupuesto: hábil, expansiva y con el robot asesino de Schwarzenegger milagrosamente transformado en el bueno de la película. No tenía nada de la crudeza de película de serie B que a veces se encontraba en la original. Sin embargo, esa crudeza era lo que hacía tan especial a la primera película. Era una película de explotación sucia cuyo status de clásico se confirmó en 2008, cuando la Biblioteca del Congreso la eligió para su conservación en el Registro Cinematográfico Nacional de Estados Unidos (Terminator 2 conseguiría la misma distinción en 2023).
No hace mucho, Hurd visitó por casualidad el Pentágono, sede del Departamento de Defensa estadounidense. En algunas oficinas, Hurd se sorprendió al ver carteles de Terminator. «Resulta que es una película que ha perdurado y permanece en la conciencia de la gente», dice, con evidente eufemismo, la productora (cuyos créditos desde entonces incluyen desde The Walking Dead, de AMC, hasta superproducciones como Aliens (1986), Armagedón (1998) y Hulk (2003)).
No sólo los altos funcionarios de defensa estadounidenses piensan que Terminator sigue siendo relevante. El inventor y magnate Elon Musk es otro ferviente admirador que ha captado las proféticas advertencias de la película. Le pregunto a la productora si, hace 40 años, ella y Cameron estaban realmente asustados por el lado oscuro de la inteligencia artificial o si la idea del Terminator de Schwarzenegger no era más que otra ocurrencia de una película de género.
«Hay varios factores que influyen. En primer lugar, a Jim y a mí nos afectó mucho 2001: Odisea en el espacio (1968), de Stanley Kubrick, y el espectro de HAL (la computadora con mente propia de la película). Hay una razón por la que llamamos ‘Tech Noir’ al club nocturno de la película. Es que considerábamos que la película tenía una perspectiva de advertencia sobre el futuro de la tecnología, si no prestamos atención. Jim y yo sabíamos que la inteligencia artificial y la robótica iban a desarrollarse. Nadie lo dudaba y queríamos que la gente tuviera en cuenta las consecuencias. Una vez que abrís la caja de Pandora, no podés volver a meterlo todo dentro».
Una vez abierta la caja, la película parece más actual que nunca.
En los ochenta, afirma Hurd, «a la gente le encantaba la película como montaña rusa, como entretenimiento. Pero ahora se agrega el contexto de que todo el mundo habla de inteligencia artificial, todo el mundo habla de robótica. Si la gente no está preocupada por el exterminio de la humanidad, está preocupada por perder su trabajo».
Terminator se reestrenó en algunos cines europeos en una restauración 4K. «Ha vuelto», proclama previsiblemente el nuevo póster sobre una imagen familiar de Arnie con esas gafas de sol, pero lo cierto es que, desde 1984, nunca se ha ido realmente.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.