Espectáculos

Un homenaje al amor, al lenguaje y a la ficción

El dramaturgo y las actrices hablan de Quiero decir te amo, la obra que se estrena este sábado en el Teatro Picadero y que hace estallar por el aire los cánones realistas. El espectáculo empieza con una carta de amor, narra un malentendido y, con un registro melodramático y delirado, se entrega a las fantasías creadas por sus dos protagonistas. 

Hay una carta que está dirigida a un «hermoso desconocido» y lleva la firma de «tu amada secreta». No es el fragmento de un epistolario oculto sino de una obra de teatro. Quiero decir te amo, escrita y dirigida por Mariano Tenconi Blanco y protagonizada por Violeta Urtizberea junto a Lucía Adúriz, empieza con una carta de amor, narra un malentendido, hace estallar por el aire los cánones realistas y, con un registro melodramático y delirado, se entrega a las fantasías creadas por sus dos protagonistas. El estreno será este sábado en el Teatro Picadero (Pasaje Santos Discépolo 1857) y podrá verse los sábados a las 19 y domingos a las 21. 

El texto original se estrenó el 17 de agosto de 2012 en La Casona Iluminada, con las interpretaciones de Mariángeles Bonello y Yanina Gruden. «Es un texto que me gustaba mucho, me tentaba volver a trabajarlo para un nuevo montaje –revela el autor a Página/12–. Antes de mandárselo a las chicas, volví a leerlo y me di cuenta de que mi yo de ahora podía aportarle algunas cosas a mi yo anterior, me pareció divertido entrar en diálogo conmigo mismo». Ese proceso lo llevó a reescribir algunas cosas y agregar otras. Más tarde, empezaron a probar escenas con las actrices y aparecieron nuevos elementos: «Hice un poco de escritura a la carta en torno a cosas que nos divertían o sentíamos que se podían expandir, cortar, derivar hacia otros lugares. La obra tiene la esencia de eso que escribí siendo más joven pero, a la vez, mucho de quien soy ahora y de lo que buscamos en este montaje con las chicas».

En una entrevista por el estreno de La Mujer Fantasma, las actrices catalanas de T de Teatre contaron que le habían preguntado al director cómo interpretar las cartas y los diarios que formaban parte de aquel texto. Adúriz dice que fue lo más difícil que le tocó hacer. «Cuando hay otrxs en escena, las reglas de juego se vuelven más claras. Pero cuando actuás sola, ese punto fijo con el cual el texto empieza a responder hay que inventarlo de otro modo. Acá el nivel de intimidad es alto y tenés que evitar ese juego vertiginoso donde tu única aliada es la memoria para poder surfear ese caminito físico y emocional que te armaste. Desde el punto de vista actoral es re difícil, pero el trabajo que hicimos entre todes apuntó a resolverlo de manera muy orgánica, desde el juego y la impronta de cada una». Urtizberea, por su parte, lo define como un «hermoso desafío» y sostiene que «el texto tiene muchos matices, se pregunta y se responde, no es plano, pasa por muchos estados entonces es un placer a la hora de actuar». También confiesa que se vive el vértigo de estar sola en escena, el miedo a olvidarse la letra como en cualquier monólogo. Una estructura que exige gran concentración.

La «amada secreta» que escribe las cartas (Urtizberea) cuenta que es un poco obsesiva, que tiene su carácter pero también es dócil, y fiel, y muy alegre, aunque a veces tiene problemas de autoestima. Sus cartas están dirigidas al hombre que conoció en un accidente de tránsito; él ayudaba a los accidentados y ella quedó completamente obnubilada por su predisposición altruista, tanto que buscó la forma de hacerle llegar sus misivas platónicas. Pero la esposa del desconocido (Adúriz) intercepta esas cartas, las responde como si fuera él y empieza a escribir un diario para contar los avances de ese intercambio epistolar. Con cierta ternura, Urtizberea define a estas mujeres como «un poco losers» y dice: «Una está harta de su marido y la otra se dedica a fantasear. Yo me las imagino encerradas en sus casas y no sé si tienen una vida social muy interesante. Creo que lo más interesante pasa por sus cabezas«.

–Hay algo muy potente en las fantasías que cada una se arma, ¿no? Como si la realidad fuera algo ajeno porque la cuestión no pasa por ahí. Una de ellas escribe: «La realidad la manejan los hombres, pero nosotras manejamos las fantasías».

Violeta Urtizberea: –Quizás por la construcción cultural, las mujeres nos comportamos de una forma totalmente distinta con respecto al amor y a la fantasía. Yo lo veo muy claramente en mi hija de 4 años. Quizás le estoy transmitiendo esto de manera inconsciente pero ella es una mujer que sufre, que hace escenas y dramones con las amigas. Yo no sé si los varoncitos del curso tienen esos problemas, probablemente sea porque ve Cenicienta y los nenes consumen otro tipo de ficciones, entonces no aparece esa dimensión fantástica ni esas películas que nosotras nos armamos en nuestras cabezas y resultan mucho más divertidas que la propia realidad.

El autor no coincide totalmente con lo que dice su personaje, pero alude con preocupación al reciente «rebrote machista en Argentina» y establece un link con la actualidad: «En el último tiempo los políticos se sacan fotos y son casi todos hombres. En algún momento les empezó a dar vergüenza y ahora otra vez están dándose la gran fiesta, ya no les importa. Hace poco mataron a dos mujeres por elegir amarse y pienso que es un momento bastante oscuro en ese sentido». Adúriz piensa la ficción como «una lucha contra lo real» y destaca: «Si lo real es lo masculino, el signo dominante y central, la ficción es naturalmente mujer, deviene diversidad, es lo otro, eso que está en la periferia excluido, olvidado, invisible, vapuleado«. «Podría inventarme una vida llena de aventuras, de romances apasionados, de historias fantásticas, y vertirlas impúdicamente en este diario así, cuando me muera, alguien podrá pensar que yo viví una vida fabulosa. Pero no. Mi vida no es fabulosa. Mi vida es espantosa, horrorosa, monstruosa (…) La realidad es siempre peor que la imaginación», escribe la esposa en su diario. Y allí aparece el gran defasaje: donde una ve a «un pobre hematólogo cobarde y aburrido», la otra ve a un héroe, a un dios del Olimpo.

La dramaturgia de Tenconi es rica en referencias literarias. Una muy clara en esta pieza es Manuel Puig, quien no sólo creó personajes femeninos entrañables sino que, además, se dedicó a recuperar esos «géneros menores» que a él le servían como materia prima para sus creaciones: necrológicas, radioteatros, revistas del corazón, melodramas, chismes. «A mí me gusta pensar cómo expandir los límites del teatro, cómo hacer que pueda contar cosas que, en principio, no le corresponden en la concepción más clásica de personajes dialogando en un espacio. El lugar en donde decidí bucear fue la literatura, un lugar al que el teatro también pertenece». El autor encontró lo que buscaba en los géneros de la intimidad –cartas, diarios, confesiones– porque son capaces de alojar el mundo interior de los personajes con todas sus miserias y grandezas. «También proponen un avance del tiempo interesante, permiten poner en juego una línea temporal que puede ser más amplia y está narrada desde la convención del propio género», agrega.

El diario íntimo activa un diálogo interno y las cartas habilitan un diálogo desplazado con el destinatario. En tiempos de redes y comunicaciones regidas por la ansiedad, la carta se presenta como una aventura extrema. «Sentía que eso podía dar muchísima energía a la actuación una vez que se sortean las dificultades que mencionaban las chicas. Fuimos descubriendo los cambios que atraviesa cada personaje y son muy teatrales». Urtizberea señala que la escritura de cartas y diarios «permite desarrollar la voz de cada una» y Adúriz apunta que a través de esos materiales «se narran a sí mismas». «Quizás llegás a conocer mucho mejor al personaje que si estuviera en una situación dialogando; tenés más tiempo para entender quién es», concluye el autor.

–¿Cómo construyeron el registro? Hay algo muy cerca del melodrama en esa curva emocional que va de la risa al llanto.

Lucía Adúriz: –En términos de actuación es muy divertido y jugoso poder fluctuar entre esos dos polos. Es como el amor mismo: reír y llorar, llorar y reír, todo a la vez. Hay algo que fuimos descubriendo mientras lo hacíamos pero creo que también está muy presente en la dramaturgia de Mariano: el homenaje a los discursos actorales que narran el amor. Como actrices tenemos la oportunidad de modular en esas máscaras, en esas tonalidades y esos sonidos que reconocemos porque los tenemos en algún lado de nuestra memoria. Son la forma en la que suele aparecer el amor, la huella de una arqueología que existe y donde la actuación se puede parar muy poderosamente. Es un homenaje profundo y sentido, el humor aparece al ver el acto de magia a través del cual la actriz habla como aquellas que hablaban el amor. Lo hacemos con profunda veneración y admiración hacia esa historia que nos precede.

Ese juego se instala desde lo sonoro (la inflexión de la voz, una palabra engolada) y lo físico. «La narrativa arranca con dos cuerpos de mujeres actuando esos modos de ser femeninos del amor, pero también es la impostura total donde lo femenino y lo masculino son lugares del lenguaje, formas de percibir el mundo y posicionar la sensibilidad. Para mí la obra muestra a dos mujeres que sienten una misma intensidad pero vienen de lugares distintos entonces tienen su pudor, su sex appeal, sus ratoneos ubicados en distinto lugar. Desde lo físico las dos hacemos esos pequeños homenajes», sostiene Adúriz, y Urtizberea se pregunta: «¿Qué es primero? ¿La telenovela o la vida? ¿Qué copia a qué?». «La obra es un homenaje al amor, pero también al lenguaje y a la ficción –apunta el director–. Jugar al amor es algo que uno hace de manera más o menos consciente y es indispensable. Si no jugás al amor, el amor se cae».

–Suele decirse que escribís buenos personajes femeninos y siempre te referís al tiempo que pasaste con tu mamá y tu abuela. ¿Qué reflexión tenés sobre eso?

Mariano Tenconi Blanco: –Me lo preguntan tanto que lo hablé con mi psicóloga y cada vez tengo más ordenada la respuesta. Me crió mi mamá y mi abuela; también mi papá, pero él trabajaba y estaba menos tiempo en casa. Además, fui a un colegio de varones, no tuve primas ni hermanas, para mí el mundo femenino existía solamente en mi casa entonces era un mundo de cuidado y seguridad. No me gustaba ir al colegio, la mayoría de mis compañeros me parecían unos tontos. Presumo que, a la hora de escribir ficción, uno escribe el mundo tal como le gustaría y a mí me gustaría más un mundo con mujeres. No sé si me salen bien las voces femeninas. Yo sigo los designios de la ficción y, finalmente, las cosas que conmueven a los personajes son las que me conmueven a mí porque uno trabaja con sus emociones.

Quiero decir te amo es una historia delirada que rompe los cánones realistas pero, al mismo tiempo, habla de algo muy concreto y posible: el amor entre dos mujeres. Adúriz opina que el teatro realista se pierde «ese corazón subversivo que tiene la ficción teatral, la pura impostura, creer lo que se cuenta y suspender la incredulidad para crear alternativas a ese mundo». La actriz destaca la potencia que tiene ver en el teatro a dos mujeres que se aman y pregunta: «¿Cómo no? ¿Por qué no hay más? ¿Por qué eso habría de ser dominio de la excepcionalidad? Esto es atronadoramente lo que es, lo que hay y lo que somos». Tenconi, por su parte, subraya que «la realidad se ha convertido en el canon estético» entonces se registra una puja por la verdad: «Las redes te muestran la porción de verdad que querés ver y hay autodocumentales donde todos son celebridades por diez minutos. La ficción teatral (incluso el teatro de autor) también empezó a valerse de ese canon estético absolutamente neoliberal donde prima la realidad y el culto a uno mismo. En ese sentido, la confianza ciega en la ficción también es un pequeño acto subversivo porque implica ir a un lugar con otra gente, donde los actores hacen algo por única vez y no se puede frenar».

El privilegio de hacer teatro

Cuando se habla de hacer teatro en una coyuntura donde las políticas culturales se definen más por su omisión que por su acción, Adúriz señala el privilegio que implica poder hacer teatro: «Muchos colegas que aman la profesión no pueden hacer obras porque tienen que trabajar de otra cosa. Es una tarea titánica pero también un gran privilegio. Siento que el teatro hoy más que nunca tiene que disputar ese lugar de sentido; es una trinchera, viene tu cuerpo, saltás el algoritmo. Es delicioso y peligroso. Más que sentirnos replegados o derrotados por el espanto de los tiempos, tenemos que encontrarnos, agarrarnos de los codos y avanzar como topadoras. Si alguien sale conmovido de una sala de teatro, algo cambió». Urtizberea remarca el valor de la experiencia en tiempos de consumos ligeros: «Como espectadora me pasa que quizás los primeros diez minutos de una obra pienso ‘mmm’, pero de pronto entro como por un tubo y eso no se puede vivir en otro lado porque apagás o cambiás de canal. Es linda esa experiencia considerando que no la estamos teniendo en otros terrenos». Y Tenconi opina: «Tenemos un presidente que desprecia a los artistas y lo dice a viva voz pero quería serlo, se disfrazaba de Leonardo Favio y cantaba canciones. Hoy está de moda la crueldad, la estupidez y el egoísmo acérrimo, todo debe tener una utilidad de mercado y el arte por definición se opone a esa idea. Son pocos los lugares donde se puede construir otro pensamiento, una trinchera contra la insensibilidad. En una sala de teatro se habilitan otros diálogos. La ficción no da respuestas ni educa pero sí puede encender una luz».

*Quiero decir te amo se presenta sábados a las 19 y domingos a las 21 en Teatro Picadero y las entradas se adquieren por Plateanet. La Compañía Teatro Futuro también estrenó Derecho de piso (de Ian Shifres y Ana Schimelman) en el Galpón de Guevara y el domingo estrenará Viento blanco (de Santiago Loza) en Santos Dumont 4040.

Fuente: Pagina12

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