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Alta presión

Al tope del ranking de Cruella de Vil, Sandra Pettovello pasará a la historia como la cara del hambre, la ministra que prefirió dejar que se pudran cinco mil toneladas de alimentos antes que entregarlas a los comedores populares. Ni siquiera son productos que adquirió este gobierno, sino que sobraron del anterior. Es más, el gobierno de Javier Milei recibió a principios de año 275.528 millones de pesos (283 millones de dólares) del Banco Mundial, para destinarlos a programas alimentarios que incluyen a los comedores populares y no los usó.

Al tope del ranking de Cruella de Vil, Sandra Pettovello pasará a la historia como la cara del hambre, la ministra que prefirió dejar que se pudran cinco mil toneladas de alimentos antes que entregarlas a los comedores populares. Ni siquiera son productos que adquirió este gobierno, sino que sobraron del anterior. Es más, el gobierno de Javier Milei recibió a principios de año 275.528 millones de pesos (283 millones de dólares) del Banco Mundial, para destinarlos a programas alimentarios que incluyen a los comedores populares y no los usó.

Son datos que dio la directora de ese organismo para la región, Marianne Fay, en una entrevista que publicó el diario Clarín en marzo de este año. “Según los datos de Presupuesto Abierto, la ejecución del gasto en la función ‘Promoción y Asistencia Social’ acumuló hasta el 24 de marzo unos $ 539.587,20 millones (en base caja, pagado), el 26,38 por ciento del presupuesto total prorrogado del año anterior -lo que implica una disminución en términos reales cercana al 70 por ciento interanual, por efecto de la inflación-. De ese monto, $ 275.528,82 millones fueron destinados para políticas alimentarias”, dice el artículo que publicó un medio que ha respaldado a este gobierno.

O sea que ni siquiera se trata de hambrear a cinco millones de argentinos para achicar el déficit porque no tuvo que pagar los alimentos y porque gran parte de los dólares quedaron de la administración anterior. Se trata de un acto de pura crueldad escondido en la excusa de las auditorías. Si fuera de otra manera, ya hubieran entregado alimento a los comedores que no cuestionaron. Más allá que las auditorías están mal hechas, sin conocimiento del territorio, ni de las modalidades de emergencia, porque son recursos extremos en situaciones límite de hambre y pobreza.

Los comedores surgieron de la solidaridad entre los que menos tienen, algo que este gobierno detesta. No tienen la estabilidad de un negocio o un comercio. Son madres que no pueden aceptar el hambre de los hijos de sus amigas o vecinas y montan un comedor en sus domicilios con el aporte de vecinos y gente solidaria. En muchos, el domicilio cambia según las disponibilidades de cada casa.

Los auditores se perdieron en los pasillos de los barrios, encontraron casas de emergencia, pequeñas para ser comedores, y las descartaron. El único requisito de los comedores es un fogón para cocinar. Algunos tienen lugar para comer, pero en otros los vecinos llevan un hermético para que les den comida. A los que habría que auditar sería a las grandes corporaciones de alimentos que dispararon precios por encima de una inflación desbordada.

Ni siquiera la meta del superávit llevó al gobierno a provocar el hambre del pueblo. Detrás de esa decisión de esconder la comida y pisar los millones de dólares del Banco Mundial está esa construcción perversa del neoliberalismo que busca demostrar que las formas de solidaridad son nada más que formas de corrupción.

Esa es la gran columna, el eje de la batalla cultural, de la que habla Javier Milei. Para el neoliberalismo de todos los pelajes, pero en especial para la versión más extremista que representa este gobierno, la solidaridad, la fraternidad, la equidad y la justicia social “distorsionan los mercados”, o constituyen “un robo” a los más ricos, por eso los millonarios que evaden impuestos o fugan dólares son sus héroes.

Para esta gente, la desigualdad, la injusticia, la pobreza o el desempleo son “naturales”, situaciones que en todo caso podrán ser resueltas por el mismo mercado cuando es la dinámica de los mercados la que las creó.

Javier Milei dijo a la revista Time que estamos en el vértice de la V. En el punto de máxima catástrofe, con la mayoría en la pobreza, las provincias al borde del estallido, los jubilados pagando la fiesta de los ricos, los comedores sin comida y los enfermos sin remedios, tendrían que visualizarse destellos, aunque fueran mínimos, del rebote de la economía.

Pero no se ve nada. El superávit ha sido sobre la base de atrasar pagos. Y la inflación –el dato que más percibe la sociedad– que consiguió pisando salario y jubilaciones, y bajando el consumo y la producción a niveles históricos, está en los índices más altos que tuvo la gestión anterior. Y al borde de otra devaluación y de un nuevo pico inflacionario. El gobierno que favorece a los monopolios y se opone a la regulación de los precios, trata en forma desesperada de regular el precio del dólar con corralitos, vendiendo dólares y otras disposiciones porque no consigue inversiones de sus aliados ni plata fresca del Fondo Monetario.

Milei no consiguió hasta ahora la truculenta ley ómnibus y no tendrá Pacto de Mayo. El conflicto en Misiones amenaza con extenderse a otras provincias que tienen la misma presión con los salarios de docentes y policías porque la Casa Rosada retuvo esos fondos.

En el Congreso hay reacomodos en una contradanza con lo que sucede en las calles. La gran movilización en defensa de las universidades públicas provocó un acuerdo incipiente entre Unión por la Patria, los radicales, la Coalición Cívica y sectores de otros bloques, en oposición al PRO y la Libertad Avanza. Ante la inminencia de un acuerdo en el Congreso para aumentar el presupuesto universitario, Milei advirtió que vetaría cualquier ley que aumente el gasto.

Tampoco pudo frenar el paro del 9 de mayo que tuvo acatamiento masivo, sobre todo en la industria y el transporte. Y se le suman los conflictos diplomáticos. Colombia y España han retirado embajadores por los insultos presidenciales a los mandatarios de esos países. Y estuvieron a punto de hacerlo México, Chile y Brasil, además del enojo de China que podría exigir el pago de los cinco mil millones de dólares que debe Argentina.

Además de la baja de la inflación a los niveles más altos que tenía el gobierno anterior y de lograr un superávit trucho, Milei exhibió como logros del gobierno, su papel internacional en la batalla cultural planetaria contra los rojos (¿?), así como el apoyo de al menos la mitad de los argentinos, lo cual efectivamente implica una cantidad importante.

La palabra “relativo” encaja tras la de “respaldo”. Las mismas encuestas que le asignan ese aval, dan cuenta de que, en contrapartida, todas las medidas de su gobierno reciben más rechazo que apoyo. Si se cruzan ambos parámetros, la cuenta da que el respaldo es pura esperanza sin sustento. Y eso tiene un tiempo de duración aunque se mantenga el respaldo de los derechistas ideologizados y de los resentidos estructurales.

Se habla mucho del respaldo de sectores jóvenes. Pero las grandes movilizaciones que se realizaron contra el gobierno estaban compuestas en su mayoría por jóvenes y más movilizados que sus congéneres de la derecha.

Para contrarrestar la sensación de descalabro, a la que habría que sumar una inminente reestructuración de gabinete, Milei organizó un acto de masas en el Luna Park, en el que cantó antes de aburrir con sus alardes de erudición con cuentas y citas a la bartola que provocaron la fuga del público. Pese a las entradas regaladas y los micros que transportaron a gran parte de los presentes, no logró llenar a pleno el estadio que tiene capacidad para alrededor de siete mil personas.

El punto de inflexión para el gobierno puede estar muy cerca, acelerado por la crueldad del anarco capitalismo y por su promoción de la injusticia y del favoritismo con los grandes negociados.

Fuente: Pagina12

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