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«La garra de hierro», de Sean Durkin: familia de luchadores, del brillo al desengaño

La película narra la vida del clan Von Erich, famosos en el mundo del wrestling entre los ‘70 y los ‘80. 

La garra de hierro 7 puntos 

The Iron Claw, Estados Unidos, 2023 

Dirección y guion: Sean Durkin 

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Duración: 133 minutos 

Intérpretes: Zac Efron, Jeremy Allen White, Harris Dickinson, Maura Tierney, Holt McCallany, Lilly James, Michael Harney. 

Estreno: Disponible en salas.

Suele afirmarse, abusando del lugar común, que la realidad supera a la ficción. La fórmula se usa para magnificar historias verdaderas que, de tan inverosímiles, parecen fruto de una imaginación frondosa. La tendencia a aplicarla incluso a situaciones pueriles y hasta zonzas, le ha ido restando valor, hasta volverla casi inutilizable. Pasando por encima de lo dicho, La garra de hierro, nueva película del canadiense Sean Durkin, vuelve a hacerle honor a la frase a partir de tomar la decisión de contar una versión disminuida y recortada de la historia real en la cual se inspira. Los motivos para que esto sea así resultan bastante comprensibles y cinematográficamente lógicos.

La película narra la vida del clan Von Erich, una familia de luchadores famosa en el mundo del wrestling entre los ‘70 y los ‘80. Estos espectáculos guionados de lucha al estilo del recordado Titanes en el Ring, pero con una carga de violencia mayor, son un negocio muy rentable en Estados Unidos. Alcanza con mencionar que muchas de sus estrellas han saltado al cine, en general con éxito, de Hulk Hogan a John Cena, pasando por Dwayne Johnson o Dave Bautista. Los Von Erich tenían su propia troupe en el estado de Texas, manejada por Fritz, padre de cuatro hijos varones a quienes legó, y en algunos casos impuso, el oficio de luchador.

La garra de hierro comienza como una versión del sueño americano en la que Fritz, que como luchador no logró alcanzar la cima, intenta cumplir su deseo inconcluso a través de los hijos. Una carga que los cuatro jóvenes parecen disfrutar entre gimnasio, alcohol, verano y rocanrol. La banda sonora juega con esa idea, haciendo sonar con astucia “(Don’t Fear) the Reaper”, famosa canción de Blue Öyster Cult, un canto a la inconsciencia juvenil de sentir que hasta la muerte puede ser derrotada. El tema acompaña una secuencia de montaje en la que el mayor de los Von Erich, Kevin, entra a la arena, para dar cuenta de la efervescencia pop que bulle en torno a él y sus hermanos.

Pero la canción también funciona como un gato negro que atraviesa la pantalla. Un oráculo funesto que contradice la apacible felicidad familiar que se muestra en la primera parte de La garra de hierro. Una fachada de cristal que no tardará en romperse, para descubrir el abismo oscuro que se oculta debajo. Si la película comienza como una suerte de juvenilia cándida, en la que los hermanos Kevin, Dave, Kerry y Michael parecen disfrutar de correr detrás de una ilusión casi infantil, pronto quedará claro que en realidad se trata de un sueño que no les pertenece.

De algún modo, la estructura de La garra de hierro responde a las leyes de los coming of age, películas de iniciación que narran el ritual de paso de la niñez a la adolescencia de sus protagonistas. Si bien ninguno de los hermanos Von Erich es un niño, su actitud frente a un padre dominante tiene mucho de esa fascinación acrítica que solo es posible en la infancia. Pronto, todos comenzarán a transitar el camino del desengaño, dando lugar a una cadena trágica narrada desde el punto de vista de Kevin, interpretado a corazón abierto por Zac Efron.

El vúmetro dramático del relato mueve su aguja desde un comienzo de luminosidad artificial, hacia un drama abierto y oscuro. A tal extremo, que si no se tratara de una historia real, hasta se diría que el guionista se dedicó a exagerar solo para hacer que la historia de los Von Erich se volviera más trágicamente cinematográfica. Sin embargo es al revés: el guión evita dar cuenta de algunas desgracias, porque si las pusiera en escena nadie creería que todo eso de verdad le pasó a una sola familia. Es que en el caso de los Von Erich, la realidad efectivamente supera a la ficción.

Fuente: Pagina12

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