David Lebón: «Lo peor que podés hacer es creértela»
El guitarrista y cantante presenta en el Arena un nuevo concierto que repasa canciones de toda su carrera, con algunas sorpresas que prefiere reservar: «Antes de un concierto siempre estoy nervioso, pero cuando piso el escenario sé que todo va a estar bien».
«Yo lo único que quería era tocar, tocar, tocar. Empecé con la batería pero es que tocaba lo que fuera, me dabas un triángulo y tocaba el triángulo…», dice el tipo, y se acuerda de un compañero de su primera banda, a los 13 o 14 años en Estados Unidos, que le aconsejó que no tocara el bajo «porque los bajistas no se levantan minas» y se larga a reír y dice que de todos modos a él ya lo fascinaba la guitarra. Y es de agradecer que así fuera. Porque las manos que grafican la anécdota con ademanes pertenecen a un tal David Lebón, que algo sabe de pulsar las seis cuerdas. Y esa sonrisa es la del tipo que uno vio sobre el escenario con Serú Girán, y que antes estuvo en unas banditas llamadas Pappo’s Blues y Sui Generis y Pescado Rabioso y Polifemo y luego protagonizó tantas y tantas ceremonias en plan solista. Una sonrisa, una guitarra y una voz indisolublemente ligadas a la historia del rock argentino.
Lebón es historia. Su espectáculo y su lanzamiento más reciente se titula Herencia Lebón, pero quedó comprobado hace poco en el Teatro Opera y volverá a comprobarse este sábado en el Movistar Arena: Lebón es presente. Se cuelga la viola, revisita el legendario solo de «Esperando nacer» y el torrente de emociones que produce está sucediendo ahora. La sensación con él es que la guitarra es una extensión natural de su humanidad. No pasa con todos los guitarristas, le digo. Algunos tipos tocan extraordinamente bien, pero lo que tienen entre manos no deja de ser un instrumento. Pueden estar tocando con apasionado sentimiento, pero no es lo mismo.
-¿Estoy exagerando, idealizando? ¿Qué te pasa cuando te colgás la guitarra después de tantos años?
-No sé, yo me sigo volviendo loco con las guitarras, a los de Gibson los tengo locos, tengo como 22 y sigo fascinado con las que veo, las quiero probar, ver cómo suenan, miro lo que sale y digo «uh, esa me encantaría»… yo estoy más que feliz. No puedo creer lo que… yo le digo a la divinidad, a la creación, a Dios, el nombre que le quieras poner, que de entrada me regaló esto, vine con eso. Y la inspiración viene de adentro también, y si vos practicás el adentro… Yo agarro la guitarra y no me preocupo si voy a tocar bien o mal, sale. El otro día estuve en La peña de morfi y la pasé bomba, tocamos súper bien, yo sentía que ellos sentían lo que me pasaba a mí. Vos me das, yo te doy, es un puente de corazón a corazón.
-Y si empezaste con la batería, y en realidad terminaste tocando de todo, ¿qué fue lo que te fascinó de la guitarra?
-Fue mi vieja, que fue la persona que más me ayudó. A mi vieja le pasaron un montón de cosas, estuvo en la Segunda Guerra Mundial y fue torturada, y superó todo y terminó siendo una madre espectacular. Y ella empezó a amar a los Beatles, y yo los escuchaba y quería ser eso, y ella veía cómo estaba todo el día, escuchando y bajando los discos a 16 rpm para sacar los temas… Y un día me cae con un estuche cuadrado, «mamá, ¿qué compraste?» Pues eso es una guitarra, y te va a encantar cuando la abras. Era una japonesa, Kent, abrías el estuche y lo dejabas parado, y tenía un parlante y el volumen. Yo tenía 13 años y me la llevaba a todos lados. Iba a la plaza, la abría y me ponía a tocar ahí. Y tenía ese pequeño parlante donde ya podías acoplar… en ese tiempo ya volaban los quías, era impresionante.
-Amor a primera vista, entonces.
-Sí, quería tocar, porque lo de cantar llegó después. Me interesaba más la viola. Toqué el bajo, también: con mi vieja compramos un bajo Harmony de caja. Y empecé a copiar a McCartney, Paul para mí es el mejor bajista que hay en el mundo, lejos. Porque él compone sobre la composición, no se dedica solo a tocar. Yo me moría con The Beatles.
-En esa época tenían como una dimensión mítica, ¿no? No eran solo las canciones, significaban…
-Yo sentí que Dios un día dijo «voy a mandar a un grupo para que inventen la juventud». Charly dice que los Beatles inventaron la juventud, y es verdad. Después obviamente empezaron a salir grupos que… no es que los corrían, nunca voy a cambiar a los Beatles por Zeppelin, pero Zeppelin a mí en un momento dado, o Procol Harum, fueron grupos que también me hicieron olvidar un rato. Y así pasaron muchos grupos que tuve la suerte de ver en vivo, no me puedo quejar.
No es de extrañar que el joven Lebón, tras su estancia en Estados Unidos y ver en vivo a esas leyendas, terminara relacionándose con la crema del rock local. El arranque de la década del ’70 lo tuvo tocando el bajo en la primera formación de Pappo’s Blues, junto a Black Amaya y registrando clásicos como «El hombre suburbano», «El viejo» y «Adónde está la libertad». Al mismo tiempo participó de La Pesada de Billy Bond, pero el destino lo cruzó con alguien que aún hace hoy que la voz de David tiemble un poco, la mirada se le empañe. «Yo a Luis lo amo, ¿entendés? Yo no tuve ídolos pero Luis sí, Luis fue mi ídolo, nunca vi uno como él. No fuimos pareja porque nos gustaban las mujeres, pero nos enamoramos de nosotros. Y yo le pedí tocar en Pescado Rabioso».
-¿Cómo fue eso?
-Sí, le pedí yo, porque Bocón no estaba más y no había bajista, Cutaia estaba tocando con los pies los bajos, y le pedí tocar con él. Ibamos a ensayar en la pieza donde él vivía con el papá, la mamá, Ana y el hermano Gustavo… el papá era un personaje, tenía un montón de pajaritos y decía «esperen que voy a sacar los pájaros porque ustedes se ponen a fumar esas cosas y después me cantan cualquier cosa»… llegábamos de los shows a las 5 de la mañana y él nos esperaba con un tintito, estábamos ahí los tres charlando, muy hermoso. Yo estoy muy agradecido con la vida, tuve momentos pesados, me chuparon, me picanearon, pero nunca perdí la fe.
-Siempre tuviste un discurso en el que le dabas un lugar especial a la fe, aun en tiempos en que el medio rockero no veía esas cosas muy bien. En todo este tiempo, ¿nunca tuviste un momento de crisis con tu fe?
-No, no. Cuando yo hablaba con algunos de mis amigos les decía «cuando te vas a dormir, ¿quién te respira de noche?» Vos estás desmayado, ¿por qué seguís respirando, ¿quién te respira? es porque Dios está acá en la tierra, está dentro tuyo, adentro mío, en todo, todo esto es real pero es un regalo. Yo creo en el maestro que tengo hace 55 años, y todo lo que me dijo sucedió, y me enseñó cuatro técnicas que sigo utilizando. Es más fácil ser millonario que hacer esas cuatro técnicas sentado una hora en silencio, te juro, a mí a veces me cuesta y no puedo, porque te empieza a hablar la cabeza, y el ruido de afuera…
-Lo dijiste en el Opera: no confíen en la cabeza, confíen en el corazón.
-Sí, sabe más que nosotros. Yo vuelvo a repetir una cosa que está científicamente confirmada, y es que para hacerte a vos, a vos que no hay otro y no va a haber, y no hubo, son 500 billones de años para hacerte, amasarte y hacerte a vos y tu carácter, tu mente, el carácter de tu mente y cómo vas a ser, inclusive hasta lo que ibas a hacer en tu vida. El resto son cosas que te pasan porque vos sos responsable de vos, ahí no se mete Dios, te deja acá y te dice «bueno, buscá», pero primero buscá adentro tuyo. Porque para amar primero te tenés que amar vos, si no nadie te va a querer. Hay dos lobos adentro tuyo, el malo y el bueno, los dos te quieren y pelean entre ellos, y gana en la pelea al que más alimentes.
«Che, perdón, no estamos hablando nada del show», dice Lebón pero no importa porque la charla fluye y además hay un par de cosas que cuenta, otras canciones que sonarán pero que es mejor no revelar para no diluir la sorpresa. Sí cabe mencionar la especial emoción que lo gana en Herencia Lebón en la monumental versión de «Desarma y sangra».
-Cada vez que la escucho me pasa lo mismo, digo, «jueputa, ¿cómo vas a componer eso?»
-No, claro, me pasa lo mismo, me muero. Hay temas donde yo no toqué, como «Cinema verité», que la guitarra quedaba un poco afuera, y que no los puedo creer. Cuando Luis me hizo grabar una canción mía en Pescado 2 sentía que había sido aceptado por una especie de mago, una persona que decía cosas increíbles. Y me pasa lo mismo con Charly, Charly es muy mundano, su religión es tocar, tocar, tocar y hacer temas increíbles, esas letras de hace 30, 40 años que te hablan de ahora. Algo que ni él maneja, es una antena, algo que te bajó y lo tuviste que exponer. La «Canción de Alicia» que estaba hablando de lo que hacían los milicos pero ellos no se enteraban…
-¡Nunca la entendieron!
-(Risas) No, claro, pero los pibes sí. Charly supo bien cómo hacerla. Ojo, también cuando canté «Laura va» me volví loco y lloraba, porque además Luis ya no está… pero sí. Todos tus recuerdos están en tu cabeza pero lo que vos amaste está en tu corazón. Mi papá, mi mamá, Luis, Pappo, muchísimos más que fallecieron pero que de algún modo están. No están entre nosotros pero está su herencia, por eso Herencia Lebón, transmitir algo a toda esa gente que quizá va con sus hijos y se lo está mostrando.
-Tenés 71 años, grabaste en decenas de discos, hiciste incontables shows. Pero en el Opera dijiste que seguís saliendo al escenario hecho una bola de nervios. ¿Es así? ¿O es un modo de darte confianza, de no creértela demasiado?
-No, es así, y lo peor que podés hacer es ponerte en canchero y creértela. Por ejemplo, hoy el ensayo fue un poco nervioso… no entre nosotros, pero yo me daba cuenta que estaba pensando en el concierto por adelantado y no tiene sentido. Eso es la cabeza metiéndote ruido, está ansiosa y tiene miedo, y te pasa antes de un concierto. Pero al mismo tiempo sé que en el momento de pisar el escenario ya está, sé que ahí está también el que está en todos lados y todo va a estar bien, y que se puede dar esa cosa con la gente, ese amor increíble que me tiran.
Dos discos en el horizonte
No todo es repaso del pasado en las actividades de Lebón. El músico está preparando un disco con nuevas canciones que ya tiene bastante avanzado, y al que solo le falta liquidar el proceso de letras. «Ya falta muy poco, falta terminar las letras pero no queda mucho. Y hay otro proyecto en el que le sugerí a la compañía y lo aceptaron, que me gustaría grabar un disco en inglés. Porque mi infancia la pasé en Estados Unidos, e inclusive cuando escribo a veces o cuando canto un tema nuevo voy articulando cosas en inglés.» En el disco nuevo, por supuesto, toca el socio con el que David lleva más tiempo, Daniel «Negro» Colombres, lo que habilita una consulta puntual.
-Venís tocando con él desde Desnuque, y en el show de presentación en Obras… ¡lo hiciste tocar en una batería colgada del techo! Si te bancó esa te banca cualquiera, es una hermandad…
-(Risas) ¡En ese show casi me mato, cuando tocamos en las dos baterías colgadas me fui para atrás y casi me caigo! Sí, con el Negro hay una hermandad, somos muy distintos pero hay una hermandad tremenda, tremenda de amor, de cuidado, de meterte en la cama y taparte cuando estábamos en pedo. Y seguimos con eso, tiene el estudio acá a media cuadra… y lo que toca es increíble, claro, tiene un golpe muy especial. Bueno, yo estoy feliz con la banda con la que estoy tocando, me encanta, son unos músicos increíbles.