La Competencia Internacional del Bafici exhibe sus últimos estrenos
El placer es mío, Una luz negra y Tedious Days and Nights señalan caminos de interés para las filmografías futuras de sus hacedores.
A una semana del inicio del 25° Bafici, que será recordado como el más convulsionado en toda su historia a raíz de la incertidumbre y pesimismo ante el futuro del cine argentino, la Competencia Internacional ya ofreció la mayoría de sus títulos. Los miembros del jurado, el realizador italiano Giacomo Abbruzzese, su colega alemana Angela Christlieb, el docente y también cineasta portugués Jorge de Carvalho y el documentalista argentino Néstor Frenkel, a quienes se suma la escritora y poeta rosarina María Negroni, deberán deliberar una vez que todos los largometrajes y cortos que integran la selección sean exhibidos en público, antes del anuncio de la premiación el próximo sábado, en horario y lugar a confirmar. Las diversas sedes que forman parte del festival porteño exhibieron durante los últimos dos días tres nuevos largometrajes competitivos, entre ellos el segundo título de origen local, además de un estreno mundial llegado de otro país vecino, Chile, y una de las sorpresas de la sección, la ficción con fuertes elementos documentales Tedious Days and Nights, de China. En todos los casos se trata de óperas primas que señalan caminos de interés para una filmografía futura.
Sacha Amaral nació en Brasil, pero hace tiempo que está radicado en la Argentina, donde no sólo colaboró en el guion de films como Adiós entusiasmo, de Vladimir Durán, sino que además dirigió varios cortometrajes, como el premiado Billy Boy, la breve historia de un muchacho que cambia de parejas sexuales de manera constante, tal vez como una manera de evitar la sensación de insatisfacción emocional. Algo similar le ocurre a Antonio, el protagonista de El placer es mío, debut de Amaral en el terreno del largometraje. Veinteañero, vendedor casual de marihuana a domicilio, sin techo fijo a menos que pare en la casa de su madre, Antonio recorre las calles de Buenos Aires encontrándose con amantes de uno y otro sexo sin comprometerse sentimentalmente con ninguno. De hecho, la película lo presenta –y volverá a mostrarlo en la misma situación una y otra vez– “tomando prestadas” pertenencias de su compañero coital de ocasión. No importa si es dinero contante y sonante, algún collar o un simple objeto de decoración: pareciera que el muchacho no puede evitar el impulso de hacerse de lo ajeno.
En realidad, la cabeza de Antonio es un caos absoluto, y eso se ve reflejado en el vínculo que establece no sólo con sus parejas y/o clientes ocasionales, sino también con su madre (Katja Alemann) y la hermanastra (Sofía Palomino), a quienes logra irritar y llevar al borde del estallido con sus conductas caprichosas, e interminables pedidos de dinero y otros favores. En la piel del actor Max Suen, Antonio no es precisamente un ser querible, pero a pesar de ello Amaral evita cualquier tipo de mirada condenatoria. Por el contrario, al tiempo que el relato lleva al protagonista a aislarse cada vez más en una suerte de marginalidad emocional autoimpuesta, el realizador va construyendo un retrato individual que, tal vez, tenga intenciones de aguafuerte generacional velado. Precisa en la dirección de actores (participan también en roles secundarios Iair Said, Julián Larquier y Vladimir Durán), franca y directa en el tratamiento del deseo y el registro de los cuerpos desnudos, El placer es mío excede con creces la etiqueta de cine lgbtq+ que muchos le impondrán para instalarse como pintura de una desesperación íntima atemperada –signo de los tiempos– por lo transaccional.
En la vereda opuesta en fondo y forma, otra ópera prima y otro estreno mundial, el film chileno Una luz negra es enlazado desde el texto del catálogo como un descendiente de Bergman, en particular el de la así llamada «Trilogía del silencio». Hay también en el debut de Alberto Hayden –de apenas 77 minutos y dividido en dos partes simétricas, especulares– ecos del primer Kieślowski y también de su coterráneo José Luis Torres Leiva. La primera mitad encuentra a un arquitecto llamado Jorge de visita en la casa de una mujer desconocida hasta ese momento. Es que el hijo muerto de Josefina no sólo tenía exactamente su mismo nombre y apellido, sino que el parecido físico entre ambos la empujó a ponerse en contacto con él. A partir de ese momento, la probable ligazón familiar entre ambos lleva a Jorge a obsesionarse con su sosías (¿y posible doble, aunque más joven?), al punto de hacerse con el teléfono celular del difunto.
La segunda mitad de Una luz negra, luego de un encuentro extraño e incómodo pero ciertamente deseado, cambia el punto de vista y se concentra en la descripción de algunos días y noches en la vida de Josefina, a quien la deuda de unos inquilinos la tiene a mal traer. Pero es por las noches cuando los recuerdos de los muertos comienzan a acechar a los vivos, y el film adopta un modo fantasmal sin abandonar nunca el anclaje en la realidad. Con tonalidades crecientemente graves, un excelente ojo para los encuadres (y aquello que queda fuera de ellos sin perder ni un gramo de presencia) y una mezcla de sonido expresionista, Hayden dispara algunas elucubraciones sobre el proceso del duelo y la necesidad de aferrarse a aquello que se tenía y se ha perdido.
Cuando Tedious Days and Nights tuvo su estreno mundial en el Festival de Singapur, en noviembre del año pasado, su director Guo Zhenming no pudo estar presente acompañando las proyecciones: las autoridades chinas le quitaron el pasaporte y su creación no obtuvo el sello de aprobación oficial. Lo cual tiene su lógica, ya que esta ficción construida a partir de la más rigurosa realidad no ofrece precisamente una mirada bondadosa sobre el pasado y el presente de, al menos, una porción de la sociedad del gran país asiático. En principio, las referencias a la rebelión popular de 1989, las constantes burlas y epítetos dirigidos a Mao Zedong y el sarcasmo hacia el patriotismo comunista difícilmente hubieran atravesado el grueso caparazón de la censura. El tono general, las imágenes de un pueblo que supo ser una pujante usina de carbón y ahora es un suburbio casi distópico, ofrecen una postal definitivamente poco amable para los comisarios culturales.
Guo estructura las viñetas que integran el relato a partir de la figura de un escritor, un hombre de unos 50 años que ha regresado a sus orígenes luego de años de errancia. Allí convive con un anciano, otro poeta maldito como él, que anda todo el tiempo desnudo, leyendo poemas en un cine abandonado (la cabina de proyección es un osario de elementos y mecanismos), visitando un karaoke destartalado pero vibrante de colores fluo y recorriendo locales alguna vez repletos de clientes. La sensación de final de un camino, de callejón arrumbado y sin salida, recorre las casi dos horas de proyección, entre borracheras, sexo pago y la búsqueda de un sostén de vida. El poema “La concha de tu madre”, recitado por otro anciano en medio de los esqueletos de la usina, resume muy bien las intenciones provocadoras de este film orgullosamente feo, sucio y malo.
El placer es mío se exhibe el jueves 25 a las 11.45 en Centro Cultural San Martín 1.
Una luz negra se exhibe el viernes 26 a las 11.50 en Centro Cultural San Martín 2.
Tedious Days and Night se exhibe el domingo 28 a las 19.10 en Cacodelphia 2.