La Argentina, los 40 años de democracia y el período libertario
En “La democracia en cuestión”, Mariano Pacheco repasa los últimos 40 años de la historia del país con la mirada de los sectores populares. Escritor, periodista y militante, pertenece a la generación del 2001; en sus libros se ha dedicado a seguir los procesos de lucha de los de abajo. “Aunque hoy no tengamos un contexto de avance, incluso en el retroceso contamos con un acumulado popular –de organizaciones, de militancias, de aprendizajes, aunque no tal vez de conceptualizaciones– que nos permite resistir” mejor asegura en su última obra. Sin embargo, se muestra escéptico a la posibilidad de una salida como la que puso fin al gobierno de Fernando De la Rúa.
En “La democracia en cuestión”, Mariano Pacheco repasa los últimos 40 años de la historia del país con la mirada de los sectores populares. Escritor, periodista y militante, pertenece a la generación del 2001; en sus libros se ha dedicado a seguir los procesos de lucha de los de abajo. “Aunque hoy no tengamos un contexto de avance, incluso en el retroceso contamos con un acumulado popular –de organizaciones, de militancias, de aprendizajes, aunque no tal vez de conceptualizaciones– que nos permite resistir” mejor asegura en su última obra. Sin embargo, se muestra escéptico a la posibilidad de una salida como la que puso fin al gobierno de Fernando De la Rúa.
«Funciona en mucha militancia y ciertos cientistas sociales un cierto imaginario sobre que ahora se va a repetir lo del 2001. A mí me da la impresión de que no, de que tuvimos un ciclo de gobiernos progresistas que dejaron una subjetividad menos insurgente, más institucional, y ese dato es importante tenerlo en cuenta. Si no, no se explica cómo Macri llegó en 2019 ni como este gobierno está haciendo todo lo que hace y las respuestas son todavía limitadas e incluso formales.
–¿Qué cambios ves en los sectores populares?
–Creo que hay una subjetividad en las nuevas generaciones que crecieron al calor de una política más institucional, más ligada al estado y menos ligadas a las luchas plebeyas, desde abajo, que tenían un carácter más insurgente.
–En el libro hablás de tres ciclos históricos en estos últimos 40 años de democracia.
–El libro piensa estas décadas no con una mirada estatalista, desde arriba, que nos haría dividir la historia según la asunción de los presidentes, Alfonsín en el ‘83, Menem en el ‘89… La idea fue sistematizar una mirada desde abajo y eso hizo que estableciera ciclos de lucha. Yo veo tres ciclos: de 1983 a 2002, un ciclo de luchas desde abajo; de 2003 a 2011, el ciclo de gobiernos progresistas, en el que la cosa pasa vuelve a pasar por el estado, por la política tradicional, de la mano de los procesos latinoamericanos; y un tercer ciclo de 2011 en adelante, de crisis del progresismo, de incertidumbre y desorientación porque no hay un volver al proceso desde abajo.
–¿Cómo fue el primer ciclo, el que empieza con la recuperación de la democracia?
–La dictadura había modificado el país, genocidio mediante, y eso cambió a las clases populares. Empezó a tener mayor peso la organización territorial, comunitaria, que convivió con una organización sindical en crisis, porque se habían producido las privatizaciones del gobierno de Carlos Menem, en gran medida compaginadas por la dirigencia de la CGT, que tuvo un quiebre: nacieron el MTA de Hugo Moyano, la CTA… Este ciclo de luchas desde abajo tiene muchos vectores y componentes, la crisis de la política llega a los partidos y a los sindicatos, y empiezan a aparecer nuevos sujetos. En los ‘80 crecen las organizaciones de derechos humanos, cierto vecinalismo, empiezan a emerger los grupos de diversidad… todo lo que no va por la CGT. No es que la CGT no está, porque existió Ubaldini, los paros a Alfonsín, el programa de los 26 puntos… pero hay un proceso más plural. Hernán López Echagüe tituló uno de sus libros “La política está en otra parte”, porque pasó por lugares menos habituales. Ya en 2001 tenemos las asambleas, las fábricas recuperadas, sobre el fin del ciclo hay muchos más actores.
–¿Y el segundo ciclo, el que comienza 2002?
–Es el de los gobiernos progresistas, en el que las organizaciones en gran medida empiezan a apostar a un proyecto de gobierno. Aunque no todas las organizaciones sociales se sumaron, lo que tiene más preeminencia es el apoyo que le dieron al gobierno de Néstor, junto con el aire latinoamericano que empieza a plantear, desde lo popular, una recuperación de la soberanía nacional, una articulación de los proyectos a nivel latinoamericano. En la Argentina seguimos con el régimen democrático heredado de la Constitución del 94, a diferencia de Venezuela y Bolivia donde los movimientos populares sí logran modificar la constitución y transformar el estado. Esa diferencia entre gobiernos progresistas y gobiernos populares es para mí importante.
–¿Qué sería lo característico de estos años?
–Horacio González hablaba de políticas de reparación social: la reanudación de los juicios de lesa humanidad, la reivindicación de las Madres y las Abuelas tienen características que marcan una diferencia muy profunda respecto a lo anterior. Si bien se van produciendo algunos procesos como las luchas medioambientales, que no tienen que ver con el gobierno progresista, la marca de esos años la hace el kirchnerismo. Y eso entra en crisis a partir del 2011.
–¿Por el final del ciclo lo pensás en 2011 y no en 2015, cuando Cristina Kirchner terminó su presidencia?
–Es difícil poner la fecha, 2011, 2015… es por esos años. Después de la muerte de Néstor, Cristina gana con el 54 por ciento de los votos pero inmediatamente rompe con Moyano, empieza a conformarse la CTEP, que empieza a agrupar a sectores kirchneristas y no kirchneristas, cosa que antes no pasaba, la línea divisoria era otra.
–El último período sería el abierto a partir de 2011. ¿De qué se trata?
–Ya no es un ciclo de gobierno progresistas. Primero está Mauricio Macri, luego asume Alberto Fernández que no implica un volver del kirchnerismo sino que es una coalición de muchos sectores, muy limitado. Lo que empieza a emerger en la discusión pública son las economías populares. Por ejemplo, antes se hablaba de movimientos sociales pero no la existencia de una economía popular, lo que ocurre en el 2011 con el nacimiento de la CTEP. Por otra parte, los feminismos logran una masividad que no habían tenido a partir de 2016… Pero todo eso no logra plantear un nuevo ciclo popular porque ¿en qué deriva? En que, en el mejor de los casos, ganaba Sergio Massa.
–Con el triunfo de Milei, ¿continúa el ciclo o hay una ruptura?
–Es muy pronto para saberlo, aunque me da la sensación de que estamos al inicio de un nuevo ciclo… pero es todavía muy prematuro.
–¿Como ves a los adolescentes que se entraron a la política en esta última elección presidencial y que en gran medida votaron a Milei?
–Yo no creo que todos los jóvenes sean votantes de Milei. Todo el piberío que protagonizó las luchas feministas, el que está organizado en el territorio, votó a Massa; lo que pasa es que no tienen una voz generacional, porque aparecen opacados por las generaciones anteriores. Si bien al principio las pibas del feminismo lograron visibilidad, las que ponen las voces autorizadas del feminismo son de 40 años para arriba, y los que ponen la voz del peronismo, de las economías populares y de los sindicatos tienen una edad mucho más elevada todavía, el más joven es Juan Grabois, que ya es alguien de 40. Después, sí… está todo el piberío que canaliza su bronca por derecha… pero hay que ver si eso es una militancia o un enojo coyuntural… yo soy precavido porque la historia no es lineal. No diría que toda esa gente que votó a Milei, enojada, va a ser cuadro de la derecha. La verdad es que acá hubo una crisis porque el progresismo que tenemos es un progresismo viejo, tranquilo, resignado: terminamos con un 40 por ciento de pobres y el progresismo no parece haberse problematizado demasiado. Lo mismo con la discusión que plantea Milei, creo que hay que prestarle mucha atención a cuál es el núcleo de verdad que plantea por derecha. Cuando Milei va contra la casta y genera tanta simpatía, ¿por qué es? Porque uno mira las organizaciones y muchas veces los dirigentes no viven como viven sus bases, los dirigentes sindicales son gente muy mayor que ha hecho de la actividad sindical una carrera, políticos progresistas que están muy distanciados del votante peronista clásico, o de cómo vive un trabajador de la economía popular. Si uno piensa como anhela un futuro proceso popular, yo no lo desearía con una dirigencia que vive en Puerto Madero, que son empresarios, que hacen a la política la carrera profesional de toda la familia. Son cosas horribles de la política liberal y es necesario cuestionarlas para que la democracia implique la participación de la gente común. Milei lo canalizó por derecha, pero algo de cierto había. Son los temas pendientes que deja este ciclo de incertidumbre todavía abierto.