El gran público lo registra por «John Wick», «Deadwood» y «Game of Thrones», pero su historial va más lejos y lo encuentra actuando junto a Robert Mitchum y Richard Burton. Ahora combina películas independientes con grandes producciones: «Hacés el trabajo y te vas, y seguís con lo tuyo».
A Ian McShane le encantan los monólogos. Resulta irónico, en realidad, si se tiene en cuenta que el actor ha evitado el teatro en favor de proyectos para la pantalla como la serie de culto Lovejoy, el malhablado western de HBO Deadwood y las hiperviolentas películas de John Wick. En el pasado, incluso pidió una moratoria de 20 años para Hamlet. Y sin embargo, aquí, hoy, parece un auténtico actor, que interpreta soliloquios sinuosos, casi shakesperianos, como el mejor de ellos.
«Lo único que tiene envejecer es que los recuerdos afloran más», comenta McShane, que ahora tiene 81 años. «El tiempo te alcanza, la vida te alcanza, y los recuerdos de lo que podría haber sido, debería haber sido o será son más fuertes de lo que eran, digamos, hace 10 años».
El actor, nacido en Blackburn, parece tener ganas de recordar mientras habla a través de una comunicación por video desde su casa de Londres. Sobre su cara descansan un par de anteojos de montura gruesa; los dos primeros botones de la camisa están abiertos, lo que le da el aire vagamente desaliñado de un rockero mañanero. Basta hacerle una pregunta, y dará tres respuestas. Quizá también una observación melancólica sobre una película que vio o un actor con el que trabajó. (Y, para ser justos, ha trabajado con todos: Richard Burton, Robert Mitchum, Keanu Reeves). Se le puede atribuir a su habilidad para la oratoria.
Pero probablemente hay una explicación más prosaica para su mentalidad serpenteante: el jetlag. McShane voló anoche desde Los Ángeles. Está aquí para filmar una «película de acrobacias» para Netflix, en la que interpreta a un «gángster loco», una modalidad que no le es desconocida al actor, que se abrió camino en el submundo criminal en todo tipo de películas, desde Sexy Beast a División Miami. Está deseando que empiece el proyecto, que aún no se ha anunciado, con una pequeña advertencia. «Es una gran producción», dice, «así que estás involucrado con mucha gente. Tomás algunos compromisos».
Más «satisfactoria», dice, es la película de la que vino a hablar: una conmovedora película indie europea llamada American Star. En ella, McShane interpreta a un asesino a sueldo veterano, de vacaciones en las Islas Canarias después de que un asesinato planeado no se materialice. «El personaje es como un actor», dice. «Como yo mismo. Entrás a trabajar, hacés el trabajo y te vas, y seguís con lo tuyo».
American Star -llamada así por un crucero naufragado que sirve como metáfora central de la película- está dirigida por el cineasta español Gonzalo López-Gallego, que ya trabajó con McShane en el western de 2016 The Hollow Point. Se rodó en una época dura, poco después de la muerte de la madre de McShane y de su suegra. «Estuve cinco semanas solo, y mi mujer (la actriz Gwen Humble) estaba lidiando con cosas en Estados Unidos», cuenta. «Estás rodeado de gente, pero estás solo interpretando a un personaje. Y algo de esa tristeza y pena se infiltró en la película sin saberlo».
El rodaje de American Star fue un asunto «civilizado», y la pequeña escala de la producción supuso una gran diferencia. «No había productores mirándote por encima del hombro y diciéndote lo que tenías que hacer debido a su enorme inversión», recuerda. «Cuando hacés grandes películas como John Wick, es como si fueras un pequeño ejército que toma la ciudad. Con suerte la dejás mejor que cuando entraste; a veces no es así».
De repente, se pone a explicar cómo empezó en la industria y cuenta su «infancia normal y feliz» como hijo de un futbolista del Manchester United. Fue un profesor especialmente astuto quien lo llevó a la interpretación; a lo largo de las seis décadas de su vida profesional, McShane nunca hizo otra cosa.
«En los últimos años vi cómo muchos de mis amigos se marchaban», dice mientras se quita las gafas. «Es emotivo leer de repente que gente con la que creciste en el negocio se fue al cuerno, como decimos en Lancashire. Pero la vida sigue. El arte continúa. Se siguen haciendo películas. Y me encantan las películas. Todo el proceso de hablar con la gente, ir a un set de rodaje. Puede seguir siendo muy emocionante… o puede ser un desastre«.
«Desastre» puede ser una palabra demasiado fuerte para describir American Gods, otro de los proyectos más conocidos de McShane, pero uno sacudido por informes de agitación fuera de la pantalla. En la serie de Prime Video, adaptación de una novela de Neil Gaiman, McShane interpretaba al Sr. Wednesday, un deífico estafador envuelto en un conflicto entre dioses enfrentados. Recibió muchos elogios a lo largo de su primera temporada, pero varios episodios de agitación creativa terminaron con la cancelación de la serie en 2021. La experiencia, al parecer, fue dispar.
«American Gods fue un poco -si se me permite decirlo- alabada en exceso en su momento por las redes sociales», admite McShane. Entre la primera y la segunda temporada, se produjo lo que él describe como un «enfrentamiento legal», ya que los directores originales Bryan Fuller y Michael Green «se pelearon con el creador de la serie por razones presupuestarias». El regreso de la serie se retrasó. En el ínterin, McShane había sido convencido para firmar por otra tercera temporada. «Me estaba aburriendo bastante», dice. «La serie nunca recuperó realmente su impulso, lo que fue una pena, porque creo que podría haber llegado a algo bastante bueno».
Para agravar las cosas, dice, el hecho de que el espectáculo fuera «sacudido» por los movimientos MeToo y Black Lives Matter. «Hubo mucha polémica por los comentarios sobre la raza. Me pareció que todos se enojaban demasiado. Y todo quedó inmerso en las redes sociales… Creo que esa fue parte de la razón de la desaparición, y la especie de falta de interés en el programa. La gente tomaba partido. Se debilitó».
No fue la única vez que McShane se sintió molesto por las maquinaciones de las redes sociales. El actor se enemistó con los fans de Game of Thrones -donde apareció en un par de capítulos- al decir que la serie era sólo «tetas y dragones» y spoilear un importante giro de la trama. Ahora se desentiende. «Fue ridículo. Fue un comentario», se ríe. «A los creadores de la serie les encantó porque eso le da más publicidad. Ni siquiera pensé en ello en ese momento porque no estoy en las redes sociales. Ahora todo el mundo es crítico. Todos creen que saben más porque pueden escribir de forma anónima en las redes sociales».
American Gods no es la primera vez que McShane se enfrenta a una cancelación prematura. Para él y para miles de fans acérrimos, no hay cancelación televisiva tan dolorosa como la de Deadwood, que fue cancelada por HBO tras solo tres temporadas, a pesar de las críticas favorables. Más tarde se reestrenaría con una gratificante película en 2019, pero la serie original de tres temporadas sigue siendo uno de los mejores logros de la televisión, y la interpretación de McShane, como el despiadado proxeneta y propietario de un saloon, no tiene nada que envidiar a ninguna otra.
Fue, sin embargo, una experiencia marcada por los inconformistas patrones de trabajo del showrunner David Milch, con diálogos densos y serpenteantes escritos sobre la marcha. McShane describe un momento del rodaje en el que Milch les dio a él y a su compañera de reparto Paula Malcolmson -que interpreta a Trixie, una de las trabajadoras del saloon- una dirección extemporánea especialmente impactante. «David lo dijo a su manera inimitable: ‘Creo que esta escena va bien, pero deberían agarrarla del culo'», recuerda. Llevaban apenas un día y medio rodando juntos. «Como le dije a Dave en ese momento: ¡no es el primer instinto de un actor decir eso! Pero Paula me dijo: ‘Por supuesto. Deberías hacerlo’. Le dije: ‘Bueno, si insistís…’ Eso rompió el hielo».
Por supuesto, ahora no podrías hacerlo. ¿O podrías? «No he trabajado con un… ¿cómo lo llaman? ¿Un coordinador de intimidad? Es un nuevo invento de trabajo… Seguro que a algunos les gusta», dice. «Quiero decir que siempre intenté ser lo más elegante posible en situaciones íntimas con actrices o actores. ¿Cuánto tiempo llevaría hoy en día algo como esa escena en Deadwood, cuánta narración tendría lugar en torno a esa frase?».
McShane vuelve a salirse por la tangente y recuerda la famosa escena de amor entre Donald Sutherland y Julie Christie en Venecia rojo shocking (1973), de la que se rumoreó durante mucho tiempo (y probablemente falsamente) que no había sido simulada. («Forma parte de la mística. Ya sabés, ‘¿lo hicieron? ¿no lo hicieron?'») Hace una pausa y agrega: «De forma indirecta, no tengo ni idea de lo que haría un coordinador de intimidad con Deadwood. De hecho, no tengo ni idea de lo que hacen ahora».
Se termina el tiempo, y apenas hice mella en la lista de preguntas que había preparado (hay que reconocer que demasiado ambiciosa). Para McShane, el ciclo nunca se detiene: tiene que seguir promocionando American Star, luego la aventura de Netflix y, por último, se va a Budapest para filmar Ballerina, el spin-off de John Wick. Antes de que se vaya, le pido que verifique rápidamente un dato que leí recientemente en un libro: ¿tiene realmente memoria fotográfica? «No lo creo», responde McShane. «Quiero decir, ojalá la tuviera. Tengo muy buena memoria. Siempre pienso que, si vas a recordar, recordalo todo… así podés separar lo bueno de lo malo».
Sonríe. «Esperá. ¿Con quién estoy hablando?»
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.