La Runfla, el teatro callejero como antídoto
Con dirección y puesta en escena de Héctor Alvarellos, la obra y el grupo invitan a indagar, desde el juego y el humor, en las consecuencias de la hiperconectividad en la vida cotidiana. «Resolvimos profundizar en nuestro oficio ya que genera aquello tan primitivo y ancestral que es el encuentro”, señala el creador de La Runfla.
En tiempos de realidad virtual, posverdades y fake news, el teatro se impone más que nunca como ritual vivo. Con 34 años de trabajo comunitario, el mítico Grupo de Teatro Callejero La Runfla recoge esa bandera del arte presencial y colectivo y presenta su nuevo trabajo: Sombras del holograma. O luz de los abrazos, una invitación a indagar acerca de las consecuencias de una humanidad atomizada por la hiperconectividad.
La cita es en el Parque Avellaneda (Av. Directorio y Av. Lacarra, Playón central), todos los sábados a las 21, con entrada a la gorra. Allí se congregan los teatristas para exponer, desde el juego y el humor, una mirada crítica acerca de “las sociedades contemporáneas desiguales, hipertecnologizadas, alimentadas por imágenes y sometidas al imperio del consumo, el marketing, la violencia y la domesticación social”. Con dirección y puesta en escena de Héctor Alvarellos, la obra está interpretada por Javier Giménez, Dolores Burgos, Maximiliano Emanuel Junquera, Maive Martino Azar, Mauro Rubén Cantisani, Eugenia Llanos Nieto, Maxi Wachi Rasti y Lorena Anahí Mazzeo.
“El teatro es un hecho grupal”, sostiene Alvarellos, fundador de La Runfla. Y esa apuesta por la grupalidad fue la que los llevó a trabajar en comunidad y en el espacio público con más de 30 espectáculos, giras por todo el país y numerosos Encuentros Internacionales de Teatro Callejero organizados en el mismo Parque Avellaneda. Su compromiso con lo colectivo también los llevó a formar parte de De la calle (Unión de Grupos de Teatro Callejero) junto a otros grupos colegas que también tienen su funcionamiento en el parque, y de GETI (Grupos Estables de Teatro Independiente). “El teatro nos permite poner en práctica nuestro pensamiento crítico”, afirma también el director.
–¿Cómo surge la idea de hacer esta nueva obra? ¿Y por qué les interesó abordar la problemática de esta realidad hipertecnologizada que habitamos?
-Desde su formación, La Runfla viene realizando sus espectáculos con temáticas relacionadas con el poder, sus usos y sus consecuencias. Y al echar una mirada a nuestra realidad nos volvió a aparecer lo que planteaba Platón en la alegoría de la caverna, porque observamos que hoy todos nos sentimos como si estuviéramos atados en una caverna, viendo sombras que nos hablan de una realidad ficticia que nos somete al desconocimiento. Entonces nos preguntamos: ¿cuáles son hoy las cadenas que nos atan? Las redes sociales y las fake news. ¿Y las sombras? Hologramas que son reemplazados por otros similares. Pero, ¿quiénes son esos hologramas? ¿Y quiénes manejan hoy las sombras? Estas son preguntas constantes. Y cómo poetizar esta idea, dándole un formato dramático, fue el desafío que hemos puesto en marcha.
–Vivimos, sin dudas, una paradoja, porque estamos cada vez más conectados, pero cada vez menos comunicados. ¿Qué es lo que más les inquieta y preocupa de esta situación?
-Exactamente esa contradicción es uno de nuestros grandes temas de preocupación, por la angustia y la soledad que genera. Pero, ¿qué hacemos con esa preocupación? En ese sentido, nosotros resolvimos profundizar en nuestro oficio ya que el mismo genera aquello tan primitivo y ancestral que es el encuentro y esto también está presente en nuestro espectáculo.
-Precisamente, en este tiempo de comunicación mediada por las pantallas, el teatro, que es una actividad que privilegia el aquí y ahora, sigue convocando. ¿Cómo evalúan ese fenómeno?
-Con la hipertecnología actual, tenemos todo al alcance de la mano y a través de ella también direccionan nuestros deseos y estados de ánimo. Pero quienes llegan al espectáculo teatral, y logran detenerse en el tiempo que este dura, pueden experimentar la vía de comunicación en forma directa, orgánica y viva. Entonces, consciente o inconscientemente, pueden percibir que eso se produce sólo presencialmente y con otro ser humano. Por eso, el teatro tiene que seguir creciendo en espectadores. Y esa es una responsabilidad de todos los que lo practicamos pero también de los que lo disfrutan.
–Llevan 34 años haciendo teatro callejero. ¿Cómo es la experiencia de trabajar en un lugar que muta todo el tiempo como el espacio público?
-La práctica de este lenguaje nos ha dejado un gran bagaje de anécdotas de todo tipo, pero el espacio público fue siempre un lugar en permanente disputa. Y nuestro objetivo es embellecerlo y recrearlo con nuestro arte. Como bien sabemos, es un espacio que fue vedado en épocas de dictadura, pero que también en plena democracia sufre el ataque de políticas privatizadoras. Y cuando esto sucede, los primeros damnificados somos los que trabajamos o disfrutamos de él. Porque aparecen los códigos contravencionales que ponen obstáculos o directamente prohíben nuestro trabajo. Pero también existen variantes donde la mutación del espacio cambia su uso, ya sea por causas edilicias o de tránsitos horarios, o por la utilización política para generar miedo por su peligrosidad. Con La Runfla hemos realizado una versión de Drácula en el Parque Avellaneda que comenzaba a las cuatro de la mañana y terminaba al amanecer. Fue una experiencia muy disfrutable. Porque si bien hay zonas donde el delito es más frecuente, también es cierto que el uso intensivo del espacio público es lo que lo hace más transitable y menos peligroso.
Para más información: Instagram @larunfla_teatro