lecciones del boom tecnológico de Israel
En un momento de crisis económica y social, Israel ideó un programa de cooperación estatal-privada, gracias al cual se transformó en potencia tecnológica
Por Juan Cruz González
08/12/2023 – 13:45hs
Resulta complejo escribir sobre Israel como potencia tecnológica en los tiempos que corren. El atentado terrorista perpetrado por Hamas el pasado 7 de octubre llevó el foco de atención del mundo irremediablemente hacia un conflicto armado que resuena como un oscuro eco del siglo pasado.
La Argentina, no obstante, tiene mucho que aprender de esta nación que, con apenas 75 años, logró un crecimiento económico sin precedentes. El desarrollo de un programa de atracción de inversión extranjera directa enfocado en empresas de tecnología le permitió a Tel Aviv constituirse como la segunda ciudad con mejor ecosistema para la creación de startups después de Silicon Valley. En el año 2017, con solo 8 millones de habitantes, Israel se convirtió en el tercer país (detrás de Estados Unidos y China) con más compañías cotizando en Nasdaq.
En tiempos donde el flamante presidente Javier Milei parece querer establecer vínculos cada vez más estrechos con el pueblo de Abraham y luego de visitar la tumba del rebe de Lubavitch en Nueva York, no podemos dejar de preguntarnos: ¿qué lecciones podemos aprender del caso de desarrollo israelí?, ¿podría Argentina constituirse en un polo tecnológico regional?
Israel: ¿cómo pasó de la crisis al boom inversor?
En 1985, Israel registraba una inflación superior al 100% anual, su deuda pública ascendía al 160% del PBI y el déficit público se mostraba insostenible. Hacia 1989, con la caída del muro de Berlín, hubo una inmigración masiva de judíos procedente de los ex países de la Unión Soviética. Un millón y medio de personas hacían Aliá (emigraban a la tierra de Israel) y necesitaban empleo urgente.
El presidente electo Javier Milei visitó la tumba del rebe de Lubavitch en su viaje a EE.UU. y dio señales de estrechar vínculos con Israel.
Fue así como en 1992 surgió el programa Yozma (‘Iniciativa’ en hebreo), el cual consistía en la creación de fondos de capital de riesgo (venture capital) para el desarrollo de productos y servicios tecnológicos. El monto total invertido fue de 100 millones de dólares.
Cada uno de los fondos se dirigía a la creación de una empresa de responsabilidad limitada y constituía el 40% del total del capital. El 60% restante era aportado por socios privados del sector que brindaban además experiencia gerencial, conocimiento de procesos, redes de contactos y muchas veces la infraestructura que el mismo estado no podía proveer.
Cabe aclarar que luego de un tiempo preestablecido las partes privadas podían comprar la participación estatal pagando el capital más una tasa de interés, protegiendo así el aporte del contribuyente. En solo dos años la inversión estatal de 100 millones de dólares se convirtió en una red compañías florecientes con capacidad de inversión global cercana a los $265 millones de dólares.
Israel logró estos resultados a pesar de encontrarse en una zona de conflicto, con pocas o nulas relaciones comerciales con sus países vecinos, con carencia de recursos naturales y una población que no alcanza los 10 millones de habitantes. Si bien en la actualidad casi el 50% de su población posee un título universitario, antes del plan Yozma el número de universitarios, según UNESCO era del 22%.
Argentina y el cambio de paradigma
No vamos a afirmar, pero tampoco podemos descartar, que iniciativas de estímulo a la creación de ecosistemas emprendedores, con una injerencia estatal transparente y un trabajo conjunto con el sector privado tengan un efecto multiplicador positivo en la capacidad creativa y productiva de una sociedad. Incentivan a la educación técnica y universitaria.
Argentina es, después de Brasil, el país con mayor cantidad de «unicornios» y es apreciada por la calidad de sus recursos humanos
Actualmente la Argentina cuenta con 46 millones de habitantes, aproximadamente un 30% posee estudios terciarios o universitarios, una sociedad no militarizada, vínculos regionales positivos y con gran potencialidad de desarrollo, gran disponibilidad de recursos naturales, un entorno de paz que tendemos a desestimar, emprendedores que son verdaderos pilotos de tormenta, el mayor número de startups de ‘tecnología profunda’ de América Latina y es, después de Brasil, el país con mayor cantidad de «unicornios» (empresas de tecnología que superan los 1.000 millones de dólares) de la región.
Un cambio de paradigma en la forma en la que el Estado se relaciona con el sector privado potenciando sus cualidades positivas, alineando incentivos y regulando externalidades puede hacer una gran diferencia.
Así como Israel ha logrado sortear un sinnúmero de desafíos para cumplir sus metas, la Argentina debe despejar variables para poder cumplir un objetivo urgente: sacar de la pobreza al 50% de su población. Las sabias palabras del rebe de Lubavitch pueden acompañar este proceso: «cada instante es un nuevo comienzo». Una nueva Argentina puede estar comenzando.
(*) Juan Cruz González es licenciado en Ciencia Política y Maestrando en Relaciones Económicas Internacionales