El general Juan Domingo Perón volvía hace 51 años a la Argentina después de un largo destierro de 17 años, iniciado en 1955 tras su derrocamiento como Presidente constitucional del país, y el retorno del líder del justicialismo fue el resultado de un amplio proceso de movilización política y social.
La llegada del hombre que fundó el movimiento de masas que cambio la vida política del país en el siglo XX significó un triunfo para la lucha de dos generaciones de militantes peronistas que en aquella lluviosa jornada del 17 de noviembre de 1972 vieron la concreción de un largo anhelo.
Ese era el sentimiento que imperaba en millones de argentinos que marcharon a Ezeiza o vieron por televisión cuando Perón descendió del avión de la empresa Alitalia que lo trajo desde Roma al país.
La dictadura militar que entonces lideraba Juan Carlos Onganía comenzó a ver cómo hacía agua su proyecto político de un régimen autoritario a largo plazo
La imagen del viejo caudillo, saludando desde la pista al pie de la escalera del avión, mientras el dirigente metalúrgico José Ignacio Rucci lo cubría de la lluvia con un paraguas, ilustró para la posteridad ese día que comenzó a gestarse mucho tiempo antes.
Un largo camino de regreso
En 1964, Perón había intentado volver a la Argentina desde España, pero al realizar una escala en Brasil, fue detenido y enviado de regreso a Madrid por expreso pedido del Gobierno de Arturo Umberto Illia.
Las presiones del poder militar y los temores del gobierno frustraron ese retorno de Perón, que iba a volver a la patria en un avión negro, como sostenía una extendida creencia popular.
Pero tras el estallido social del «Cordobazo» en mayo de 1969, el contexto social se modificó sensiblemente en la Argentina.
La dictadura militar que entonces lideraba Juan Carlos Onganía comenzó a ver cómo hacía agua su proyecto político de un régimen autoritario a largo plazo, que gobernaría a una sociedad pacificada desde los cuarteles.
En noviembre, Perón, que residía desde hacía años en Madrid, decidió volver a la Argentina y lo hizo con una nutrida comitiva de más de 100 personalidades de la política y la cultura
A esa rebelión en Córdoba se le sucedieron otras luchas populares, huelgas y movilizaciones, mientras se gestaban las organizaciones guerrilleras de ERP, FAR y Montoneros, entre otras agrupaciones.
Onganía, que se pensaba como un presidente que gobernaría por veinte años debió dejar el poder en julio de 1970, derrocado por los mismos militares que entendieron que necesitaban negociar una salida política ante un clima de creciente malestar social.
Tras el efímero mandato del general Marcelo Levingston, otro general y jefe del Ejército, Alejandro Agustín Lanusse, decidió asumir la presidencia y convocó al Gran Acuerdo Nacional (GAN), una estrategia para llamar a elecciones sin proscripciones, normalizar las instituciones y dejar sin sustento a las organizaciones guerrilleras.
La entrega del cadáver de Eva Perón que los militares habían ocultado por años y sepultado de forma clandestina en un cementerio de Italia, fue otro de los gestos de distensión que el régimen quiso trasmitirle a esa convulsionada y movilizada sociedad.
La comitiva que acompañó a Perón permaneció largas horas en el hotel internacional de Ezeiza, en lo que se asemejó a una detención que tensó la situación
Arturo Mor Roig, ministro de Interior de Lanusse, diseñó una estrategia política para dificultar el ascenso del peronismo al poder. Las personas que no se encontraban con residencia fija en el país al 25 de agosto de 1972 no podrían presentarse como candidatos a las elecciones.
La vuelta al país
En noviembre, Perón, que residía desde hacía años en Madrid, decidió volver a la Argentina y lo hizo con una nutrida comitiva de más de 100 personalidades de la política y la cultura que partieron desde Roma
Además, se estableció la segunda vuelta electoral, en la creencia de que el peronismo no alcanzaría más del 50% de los votos.
El 27 de julio, Lanusse mostró su costado más desafiante hacia la figura de Perón: «No me corran más a mí, ni voy a admitir que corran más a ningún argentino, diciendo que Perón no viene porque no puede. Permitiré que digan porque no quiere, pero en mi fuero íntimo diré porque no le da el cuero para venir».
Tres días antes del plazo impuesto por el gobierno para que Perón pudiera volver y presentarse como candidato, 19 militantes políticos eran asesinados en la base Pedro Almirante Zar de Trelew por efectivos en un hecho que perturbó el clima de transición ordenada que pretendía transmitir el gobierno.
Ante una salida electoral no exenta de dificultades, Montoneros decidió ampliar su base de sustentación social con la creación de agrupaciones de superficie como la Juventud Peronista y sus distintas vertientes que se movilizaron al calor de una consigna que se volvió en un emblema: «Luche y Vuelve».
En noviembre, Perón, que residía desde hace años en Madrid, decidió volver a la Argentina y lo hizo con una nutrida comitiva de más de 100 personalidades de la política y la cultura que partieron desde Roma, Italia.
En declaraciones a la prensa antes de partir desde Roma, Perón pedía «calma y tranquilidad» y elogiaba a la «juventud maravillosa» que había enarbolado las banderas del movimiento.
El 16 de noviembre a las 20.25, la hora en la cual se informó el deceso de Evita, el general embarcó en Roma con destino a la patria que lo había visto caer en septiembre de 1955.
Numerosas columnas de militantes se movilizaron hasta Ezeiza bajo la fuerte lluvia, en medio de un fuerte operativo de seguridad, mientras la CGT declaraba «un día no laborable».
Pasadas las 11 de la mañana, Perón llegaba a Argentina. En la pista Rucci lo protegía de la lluvia con un paraguas y, junto al general, se dejaba ver Juan Abal Medina, hermano de Fernando, fundador de Montoneros que había muerto dos años antes un enfrentamiento en la localidad William Morris.
La comitiva que acompañó a Perón permaneció largas horas en el hotel internacional de Ezeiza, en lo que se asemejó a una detención que tensó la situación.
El camino a las urnas
A la madrugada del 18, Perón dejó Ezeiza y se trasladó a una quinta de la calle Gaspar Campos, en Vicente López, que se convirtió en un lugar de peregrinación de dirigentes políticos y militantes que ansiaban entrevistarse con el general o al menos verlo saludar desde uno de los balcones de la vivienda.
Su estadía en Argentina se extendió hasta el 14 de diciembre y, en medio de todos los encuentros que tuvo se encontró con el líder radical Ricardo Balbín, con quien se dio un histórico abrazo en la puerta de Gaspar Campos.
Un día antes de partir, le comunicó a Abal Medina que Héctor Cámpora sería el candidato a presidente del Frente Justicialista de Liberación (Frejuli), con el cual el peronismo competiría en los comicios del año siguiente.
Tras una estancia en Paraguay, viajó a Perú y luego retornó a Madrid. Tras unas declaraciones que el gobierno de Lanusse consideró «injuriosas», se le prohibió nuevamente el regreso hasta después de las elecciones, lo que significó un breve segundo exilio.
El 11 de marzo de 1973, Cámpora se impuso con más del 49% de los votos, y ante la contundencia del resultado, Lanusse decidió que no era conveniente convocar a una segunda vuelta electoral.
Perón retornó definitivamente a la Argentina el 20 de junio de 1973, en una jornada luctuosa y plagada de enfrentamientos a sangre y fuego entre distintos sectores del peronismo.