la pasión le ganó a los matices
El sexteto rockero español Vetusta Morla, referencia de la escena independiente de aquel país gracias a su inspirado camino de un cuarto de siglo, concretó anoche su primer Gran Rex con un energético y celebrado concierto que a 14 años de su arribo a estas tierras marcó su segunda presencia en Argentina durante 2023.
Con menos de ocho meses de diferencia en relación a las presentaciones de febrero pasado cuando hizo doblete entre el Complejo C Art Media y su estreno en el Cosquín Rock, la banda se predispuso a recuperar terreno en el país tras un impasse de casi cinco años y con la pandemia en medio.
Y el efecto, aunque el teatro del centro porteño no lució un lleno absoluto, pareció cumplirse con creces porque el público, que incluyó una numerosa, entusiasta y producida fanaticada de personas contemporáneas al conjunto y por tanto con una edad en la que ya no se explicita la devoción musical en esa clave, respondió con fervor y conocimiento de causa.
Globos de colores surcando la sala, inflables plateados con el número 25 que varias veces rebotaron en las primeras filas, banderas, obsequios y una gran cantidad de cuadrados de cartulina para ambientar la interpretación de “Baldosas amarillas” (canción que la legión de seguidores supo solicitar profusamente en las redes sociales del grupo), fueron parte del explícito arsenal de gratitud y entusiasmo.
El cotillón y esas muestras de afecto más ligadas a propuestas del mercado o figuras del firmamento juvenil no hicieron mella en la propuesta del recital aunque sí tal vez conspiraron contra la idea inicial de estas funciones que forman parte de una exitosa gira española y que en Buenos Aires cerró un tramo sudamericano que además pasó por Medellín, Bogotá, Lima, Santiago de Chile y Montevideo.
“Muy buenas noches. Estamos encantados de estar en la avenida Corrientes. Qué gusto vernos de nuevo y tocar ‘Cable a tierra’ que conecta con los elementos y las pasiones. Disfruten de este ritual. Aunque ahora están parados espero que en algún momento no lo estén y esa será una muy buena señal”, dijo el vocalista y voz cantante del combo, Juan Pedro «Pucho» Martín, tras un frenético inicio de velada, pero la consigna nunca llegó a destino.
Con el público de pie y cantando a voz en cuello, Vetusta Morla no pudo plasmar lo que el autor, guitarrista y tecladista Juan Manuel Latorre le dijo a Télam días atrás: “Para nosotros ‘Cable a tierra’ es un álbum que tiene que ver mucho con la taberna, en el sentido de sugerirnos un lugar donde nos reunimos alrededor de un fuego o una bebida a contarnos historias, a apoyarnos, a cantar canciones y en ese sentido parece que un teatro se asemeja más a esa circunstancia”.
“Para nosotros ‘Cable a tierra’ es un álbum que tiene que ver mucho con la taberna, en el sentido de sugerirnos un lugar donde nos reunimos alrededor de un fuego o una bebida a contarnos historias»Juan Manuel Latorre
Pero el desliz de esa porción de la propuesta no solamente fue responsabilidad de las pasiones “de abajo” sino que el sonido muchas veces más saturado que envolvente conspiró contra las capas climáticas del repertorio y, en cambio, entregó una portentosa avalancha que invitaba a eyectarse, moverse y saltar.
Con la batuta de “Pucho” moviéndose febrilmente para encarnar cada sílaba y también preso de una sonoridad que impidió apreciar los matices de su interpretación y las filosas y contundentes prosas que pueblan el cancionero propio, la sensación fue que se apreció una versión acotada de lo que españoles saben y pueden entregar.
Entre esa desmesura se apreciaron momentos logrados a cargo de la agrupación también integrada por Jorge González (percusión y programaciones), el Indio -David García- (batería y coros), Álvaro B. Baglietto (bajo) y Guillermo Galván (guitarras, teclados y coros).
Y también la búsqueda de un hilo conceptual capaz de enlazar tópicos de un repertorio contestatario e inconforme pero a la vez pulido y elegante que se plasmó en cinco álbumes de estudio (“Un día en el mundo», de 2008; «Mapas», de 2011; «La deriva», de 2014; «Mismo sitio, distinto lugar», de 2017; y “Cable a tierra”, de 2021).
En ella se destacaron las dos piezas de “La deriva” como “Golpe maestro” (“Fue un atraco perfecto/Excepto por esto/Nos queda garganta, puño y pies/No fue un golpe maestro/Dejaron un rastro/Ya pueden correr/Ya vuelve la sed”) y “Cuarteles de invierno” (“Fue tan largo el duelo que al final/Casi lo confundo con mi hogar”).
También las visitas al inicial “Un día en el mundo” con “Copenhague”, y a su sucesor “Mapas”, de la mano de “Maldita dulzura” y “Los días raros”, este último para el cierre tras casi dos horas de música.
Pero tal vez dos de los pasajes más logrados se sucedieron en la evocación de «Mismo sitio, distinto lugar» con las sucesivas interpretaciones de “23 de junio” (sobre un colchón de teclados y sin guitarras ni bajo y expresando “Deja el equipaje en la ribera/para verte como quieres que te vea/Deja el equipaje en la ribera/Y quémalo”) y “Consejo de sabios” (“Caerán los imperios, caerán los estadios/Pero antes tendrán que caer nuestros santos”).
Mientras que de la más reciente obra se registraron momentos salientes con “No seré yo”, “La virgen de la humanidad” (que inauguraron la velada a alrededor de las 21.15) y la portentosa “Finisterre” (“Desde que tú llegaste/todas las piedras me dan abrigo/Y ahora tu cuerpo es patria/tengo aguijón y un buen enemigo”).
La enjundia performática del cantante puso la puesta al borde de un disgusto cuando en medio de la interpretación de “Mapas” para la que bajó del escenario y corrió por los pasillos del teatro, al volver se compenetró con la frase “No es un paso atrás, es un paso más/Es un paso más/Es un paso más” y cayó del tablado para regresar minutos después pero con su camisa anaranjada desgarrada.
El “fin de gira” de “Cable a tierra” en su vuelta a España donde sumó más de una veintena de grandes estadios, Vetusta Morla actuará el próximo 14 en Zaragoza y se despedirá con dos funciones en el Wiznik Center de Madrid, el 30 de noviembre y 1 de diciembre.