historia mítica de brujas y de monjas
La obra «Lengua, lengua, lengua» ganadora de la 14ª edición del Premio Germán Rozenmacher de Nueva Dramaturgia, escrita y dirigida por Carolina Mazzaferro, y que entreteje el teatro en verso con un registro y tema contemporáneos, combinando el relato inquisitorial con un juego de procedimientos formales en torno de la poesía con rima, vuelve a partir del próximo sábado al Centro Cultural Rojas, donde se verá a lo largo de octubre.
La rima, en esta pieza, no sólo es parte de la forma sino que afecta al argumento, atravesando el conflicto entre los personajes de las brujas liberadoras y las monjas represivas.
«Mi mayor inspiración fue Sor Juana, tanto sus poemas como sus autos sacramentales. También dicen presente Santa Teresa y otras escritoras místicas que trabajaron sobre la vida monástica. El Siglo de Oro me influyó un montón: Lope de Vega, Calderón de la Barca. Pero también me marcaron Néstor Perlongher y el Neobarroso rioplatense. De hecho, el título de la obra está basado en un verso de un poema de Perlongher», destacó Carolina Mazzaferro en charla con Télam.
Siendo al mismo tiempo comedia en verso y fantasía sobre un mundo onírico, «Lengua, lengua, lengua» atraviesa los géneros poniendo en relieve el arduo «hacer» del calibrado lenguaje, el de brujas disfrazadas de novicias, que pretenden frenar la quema de una joven panadera a quien están a punto de enviar a la hoguera por su exceso de talento en el horneado de «las figacitas».
Interpretada por Caro Go, Ana Antony, Jazmín Broitman, Analía Malvido, Claudia Quiroga, Maite Rodríguez Chietino y Joaquín Sesma, «Lengua, lengua, lengua» va directo al núcleo de esa construcción de identidad nueva, definida por un imaginario en el que se sublevan «formas extrañas» y en el que, por lo contrario, la autoridad parroquial busca «llenar cada herida abierta con lejía -dice el texto- y prenderle fuego».
En el marco de un trabajo de orfebrería con el lenguaje que coquetea entre el absurdo y el discurso de género -sin nunca ser obvia ni dicotómica, en la senda de ese hilo represor que tiene que ver con lo humano en sí-, «Lengua, lengua, lengua» se apoya en la figura de «la panaderita», de la que «se dice que es una mujerzuela porque son exquisitas sus figacitas», y desde allí entreteje – gracias a la pluma de Mazzaferro, y a la destreza vocal de las intérpretes- un «nosotros inclusivo» en el que la monja interpretada por un hombre (Joaquín Sesma) convive con las actrices , en la tradición actoral de Batato Barea, en su propio ámbito fundacional, el CC Rojas UBA, y, entonces, se termina de configurar un universo de mujeres en torno de la rima como sinónimo de un habla con gracia.
Dentro de la trama de «Lengua, lengua, lengua», el personaje de la bruja con disfraz de novicia se entrega a numerosos duelos verbales hasta que, convencida de que la otra novicia que va a su lado también es bruja, se asocia con ella para cumplir la misión redentora; le revela que ambas están destinadas a salvar del fuego a mujeres acusadas de herejes por ser brujas, en manos de la abadía.
Cuando se le otorgó el Premio Rozenmacher (FIBA/ Rojas UBA), durante 2022, se elogió que la pieza transcurra en los alrededores de esa abadía, y que conserve verosimilitud aun en un contexto, un paisaje, que no está atado a un período determinado, que no presenta referencias geográficas, que es universal. No está ligado a ningún momento especificado de la historia; es un pueblo conjetural de la Tierra y, aun en ese plano de abstracción, es nítidamente físico y vívido.
Para la dramaturga y directora, «la obra tiene referencias a la Inquisición y a la caza de brujas de principios de la Modernidad. Y hay una decisión tomada desde la dirección de que no sólo sean cuerpos de mujeres los que representan a los personajes; hay un actor ‘marica’ y, entre todos, abarcan las diferentes maneras de ser y estar en el mundo».
«Si en vos no hay brujería, te ordeno dejes la poesía», dice, en uno de sus fragmentos, el texto de Mazzaferro. «El verso se encuentra con la prosa -encuadra la autora y directora-, y es encarnado por las brujas. La prosa, en cambio, se encarna en las monjas. Y no sólo la prosa, sino un hablar más llano, sin metáfora ni función poética. Pero ‘divertirse en el hablar’ es algo que termina triunfando». Y lo que le sigue es la expansión de la rima a un más allá del universo de las brujas, más allá del eje espacio/ tiempo, como un símbolo del ser más allá del juicio ajeno y las desavenencias de cualquier contexto histórico.
«Lengua, lengua, lengua» se puede ver los sábados de octubre, a las 20.30 en el Centro Cultural Ricardo Rojas UBA (Av. Corrientes 2038).