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‘Lo revolucionario hoy sería apagar el celular’

«La gran renuncia» se inspiró en la obra «La fiaca» protagonizada por Norman Briski en 1967 / Foto: Prensa

El actor Gastón Cocchiarale, que los viernes protagoniza en el Teatro Picadero «La gran renuncia», obra inspirada en «La Fiaca», que en 1967 retrató el impulso de un empleado de rebelarse y no ir más a trabajar, resaltó que «hoy lo revolucionario sería apagar el teléfono».

Después de dos temporadas en salas de los barrios de La Boca y Mataderos, esta pieza producida por el Complejo Teatral de Buenos Aires inició el 25 de agosto pasado su tercera temporada en una sala céntrica para continuar presentando esta versión libre y actualizada de la obra escrita por Ricardo Talesnik en 1967.

«Mientras que en ‘La fiaca’ el protagonista se revela frente a las ‘ocho horas de esclavitud laboral’, hoy la esclavitud es 24/7 y por eso nos parecía oportuno adaptarlo y que mi personaje se rebele apagando el teléfono», explicó a Télam Cocchiarale, actor de «El Clan» de Pablo Trapero, «ATAV» (eltrece) y «El encargado» (Star+).

Es que en esta versión que protagoniza junto a Laura Cymer, Abian Vainstein, Romina Fernandes y Lisandro Fiks con la participación virtual de Luis Brandoni, se ve cómo un empleado de una empresa publicitaria decide rebelarse al sistema laboral que lo obliga a estar disponible 24 horas los 7 días de la semana. Por su salud mental y su calidad de vida, un día decide apagar su teléfono y reclamar las vacaciones correspondientes a las horas extras en las que estuvo a disposición.

La obra de teatro escrita por Talesnik y protagonizada por Norman Briski en 1967, contaba la historia de un hombre con una vida monótona y triste que un día, «por pereza», decide no ir más a trabajar ni realizar tareas en el hogar: quiere hacer uso de su libertad para holgazanear y divertirse.

El elenco de la obra La gran renuncia Foto Prensa
El elenco de la obra «La gran renuncia» / Foto: Prensa

Dos años después, la pieza tuvo su versión cinematográfica con dirección de Fernando Ayala y el protagónico de Briski y Norma Aleandro. Desde entonces, fue representada en distintos países y tuvo versiones para radio y teatro musical.

Cocchiarale conoció la obra diez años atrás, cuando tenía 20 años y era un alumno de la escuela de teatro de Agustín Alezzo. «Lo que más me conmovió fue su profundidad, porque si bien la obra habla de alguien que se rebela frente al sistema laboral, en el fondo el protagonista se pregunta: «¿Che, no estamos para algo más?».

La temática lo interpeló tanto que, pese a su inexperiencia, intentó que Talesnik le diera los derechos para reversionar la pieza, pero el autor le dijo que no: era demasiado joven. Tuvo que pasar otra década y una pandemia para que «La gran renuncia» viera la luz.

-Télam: ¿Qué te conmovió de la propuesta de la obra cuando tenías veinte años?
– Gastón Cocchiarale: Su profundidad. Que el personaje no solo se rebela frente al sistema sino frente a sí mismo. Me acuerdo de que en esa época de mi vida yo me debatía entre ser o no ser actor y eso para mí era rebelarme. Yo vengo de una clase media-media baja, de laburo, de remarla, donde lo laboral era siempre algo muy sacrificado y me preguntaba si podría ganar plata haciendo algo que amo. Me sentía muy identificado con rebelarme contra un sistema pero también frente a mi mismo.

– Después de la negativa de Talesnik, ¿cuándo retomaste el proyecto de reversionar la obra?
– En la pandemia. Era un momento de mucha angustia; todos nos vimos muy limitados en lo laboral, en los sueños y necesitaba sentir que había futuro. Así me acordé de este proyecto, de las ganas que tenía de hacer esta obra y aproveché para contactar de nuevo a Talesnik. Empezamos charlando haciendo cafés virtuales y de a poco se fue gestando.

– ¿Desde el vamos supiste el enfoque de esta «Fiaca» aggiornada cinco décadas después?
– Esa idea surgió más de Lisandro Fiks, que es mi socio en este proyecto. Fue quien se sumó de entrada a negociar los derechos y me sugirió adaptarla al mundo laboral de hoy, no a los de los años ´60 porque cambió mucho. En «La fiaca» el personaje se rebela frente a las «ocho horas de esclavitud laboral» y hoy es 24/7 la esclavitud. Hoy lo revolucionario es apagar el teléfono.

– Pese a estar muy enfocada en el mundo laboral de hoy, ¿creés que es una obra capaz de interpelar a un público de distintas edades?
– La obra pasó del mundo laboral a tocar otros temas como el deseo, estar presentes, no estar intervenidos por otras conversaciones mientras estás con otras personas. Habla de la tecnología usada de forma desmedida pero también de forma maravillosa; por eso está la escena con Brandoni, el abuelo de mi personaje, que encuentra mundo nuevo ahí. La idea no era bajar línea de que la tecnología es mala y dañina, sino mostrar que tiene un lado bueno y otro malo. Pero la mayoría no estamos muy adecuados a usarla de una manera sana.

– ¿Cómo fue la experiencia de mudar la obra por distintos circuitos, tal vez, no tan teatrales como el Picadero?
– Al principio tenía un poco de temor de arrancar en sectores tan populares como Mataderos y La Boca, que no van tanto al teatro porque no están cerca de las zonas donde están las salas, y las funciones fueron una fiesta, con gente que se mataba de risa y aplaudía. Ahora, en El Picadero pasa algo similar, en un circuito de gente más habituada a ir al teatro, en una sala que rompe con los cánones de la Avenida Corrientes, con una curaduría más intelectual, con otra bajada, y resultó muy propicio, la gente se ríe igual, aplaude, se divierte.

Fuente: Telam

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