Bullrich criticada por la baja de retenciones
A estas horas, en las filas de Sergio Massa se está festejando mucho más que haber conseguido los votos para la media sanción en la ley que prácticamente elimina el Impuesto a las Ganancias para los asalariados. Sobre todo, se celebra lo que se considera una victoria estratégica: haber generado una fisura en el discurso de Juntos por el Cambio.
Ante el planteo de Massa, se impuso la línea más «fiscalista» de la coalición opositora, algo que se reflejó con claridad en discursos como los de Luciano Laspina, quien pronosticó que «la campaña electoral de Massa nos costará una hiperinflación». O como el del radical Alejandro Cacace, quien recordó que si la reducción de Ganancias no era compensada con una reducción del gasto «después terminan emitiendo dinero y entonces lo que se da con una mano, se lo sacan con la otra mano a través de la inflación».
Pero, aunque se haya mantenido la disciplina partidaria y no haya habido votos opositores a favor de la propuesta de Massa, quedó en evidencia que para muchos diputados resultó un momento incómodo: hubo que argumentar por qué votaban en contra de algo que venían reclamando desde hacía tiempo.
Los peronistas no se privaron de las chicanas en ese sentido. Pero las críticas que más les dolieron a los seguidores de Patricia Bullrich vinieron desde el otro lado: desde el «liberalismo» más puro, ese que promueve que, en toda situación, una rebaja de impuestos es virtuosa en sí misma. Y ese argumento, que antes un patrimonio exclusivo del sector macrista, quedó «copado» por Javier Milei.
Sin sentir contradicción alguna, el libertario apoyó una medida que, según las estimaciones, tendrá un costo fiscal de no menos de 0,8% del PBI. Y el punto de vista que expresó -y que en este momento están propagando sus principales consultores- es que hay que cambiar la forma de concebir el equilibrio fiscal: no se trata de adecuar los impuestos al volumen del gasto público, sino de llevar las partidas presupuestaria al nivel que resulte pagable con la recaudación tributaria.
«Hay menos plata para que los políticos dilapiden. Al discutir el Presupuesto, tendrán que ver como bajar gastos por ese monto adicional», argumentó Carlos Rodríguez, ex viceministro en la época menemista y hoy uno de los principales asesores de Milei.
«En los años 90 se gastaba 20 puntos menos del PBI, y se decía que había despilfarro. Ahora hay 20 puntos más de pobreza. Yo creo que el aumento del Gasto Público y de impuestos fue la causa del aumento de la pobreza. Se ahogó a las empresas productivas y se rompió el tejido social», agregó Rodríguez, en línea con la filosofía de la «motosierra».
Con la derogación de Ganancias, Massa intenta que propuestas como la derogación de retenciones al campo quede invalidada por el mismo discurso fiscalista de JxC
¿Un golpe a la propuesta de aliviar retenciones del agro?
De esta manera, Juntos por el Cambio quedó en el lugar donde Massa lo quería llevar: una situación incómoda en la que queda más ligada al concepto de «ajuste» que al de la liberación de los productores que hoy sufren la presión impositiva.
Y en la misma sesión en la que se dio media sanción a la nueva ley de Ganancias se insinuó cuál es la línea discursiva con la cual los adversarios de Bullrich le reprocharán su postura. Un punto fundamental será el intento de deslegitimar propuestas como la eliminación de retenciones para las exportaciones agrícolas. Después de todo, el mismo argumento de responsabilidad fiscal con el que se rechazó el alivio en Ganancias es válido para el campo, y hasta tiene más fuerza.
En los años en los que la cosecha se benefició por un buen clima y, además, los precios del mercado internacional estuvieron altos, el aporte de las retenciones llegó a ser de hasta 3% del PBI. Dicho de otra forma, llegó a significar casi el 10% de lo ingresado en la caja de la AFIP.
Y, hasta el día de hoy, la eliminación de las retenciones es una bandera de JxC. No hay que olvidar que la candidatura de Bullrich fue creciendo, justamente, al calor de los «banderazos» que se organizaron desde el interior como forma de rechazar la injerencia estatal. Una clase media rural que sentía que su estilo de vida estaba amenazado por eventuales medidas confiscatorias fue la base la hoy candidata de Juntos por el Cambio aprovechó para crecer en las encuestas.
Sin embargo, hoy esa promesa, que está en el centro mismo de la visión ideológica de JxC, aparece amenazada. Según las previsiones del presupuesto 2024 elaborado por Massa, el ingreso fiscal por retenciones podría multiplicarse por 2,7 por el efecto de la mejora climática. Esto significa que cualquier propuesta de alivio pueda quedar expuesta a la crítica fiscalista.
El costo político de discurso fiscalista
Desde el peronismo y la izquierda, ya dejaron en claro que están dispuestos a usar el tema como arma electoral. Sobran los ejemplos al respecto.
«Veo que algunos están preocupados por el impacto fiscal. ¿Eso es porque es para los trabajadores? Porque no estaban tan preocupados cuando bajaban las retenciones», disparó el diputado kirchnerista y dirigente bancario Sergio Palazzo.
Su compañera de bloque Natalia Zaracho -conocida como «la diputada piquetera» dijo «Tenemos que empezar a generar impuestos para los que más tienen, para los que especulan, los que explotan la tierra, para todo lo que tiene que ver con la riqueza de nuestro país que es siempre a costa de los más pobres».
Acompañado por la cúpula del sindicalismo, Massa celebró la votación como una victoria política que dejó en una postura incómoda a Juntos por el Cambio
Desde la izquierda, la diputada Myriam Bregman también criticó lo que percibe como un comportamiento dual dependiendo de quién pague los impuestos: «Cuando es el bolsillo de los trabajadores, les agarran las ganas de cuidar las arcas del Estado (…) hay que meterse con los banqueros, las cerealeras, los que se la vienen llevando en pala. Ya hubo un gobierno que sostuvo la teoría del derrame, el menemismo».
El diputado y dirigente sindical Hugo Yasky ironizó sobre las advertencias de desastre inflacionario «por culpa de que la maestra o el médico que haga horas extras dejen de ver confiscados sus salarios». Y avanzó en un argumento que en otras ocasiones había sido desarrollado por Cristina Kirchner: «Para entender la pobreza, hay que hablar de la riqueza», dijo, y se refirió a la transferencia de recursos desde el sector asalariado al empresarial durante la gestión macrista. Pero, sobre todo, destacó que los balances recientemente publicados por las mayores empresas confirman que «en ningún lugar del mundo capitalista se obtienen estas tasas de rentabilidad».
La picardía de la «solución» massista
Pero quien se dejó más en claro cuál es la estrategia de Massa detrás de la propuesta sobre Ganancias fue el diputado-banquero Carlos Heller, quien planteó que la filosofía del oficialismo es: «Nosotros no somos hinchas del déficit fiscal, sí somos enemigos del ajuste para resolverlo». Y a continuación recordó que el Congreso cuenta con herramientas para compensar la caída de la recaudación.
Pocos días antes, había entrado, como suplemento del proyecto de presupuesto 2024, el listado de todos los «subsidiados VIP» que Massa ya había enumerado hacía un año.
La estrategia es clara: el ministro-candidato transmite el mensaje de que no es por los planes sociales ni por la obra pública ni por el retraso en las tarifas de servicios públicos ni por los salarios de los cuatro millones de empleados públicos que Argentina sufre un problema crónico de déficit fiscal.
El problema se podría solucionar, según la retórica massista, con la eliminación de privilegios para los «planeros corporativos». Los subsidios y exenciones fiscales contenidos en la separata del presupuesto suman 4,5 puntos del PBI.
De manera que el discurso de «responsabilidad fiscal» que sostuvo Juntos por el Cambio para rechazar la ley de Ganancias aparece amenazados por dos flancos. Desde las filas «libertarias», los que desafían a eliminar impuestos y acusan de tibios a quienes no lo hagan, porque en el fondo están dejando en claro que no se animarán a un corte drástico del gasto.
Y desde el peronismo, la acusación de que no se mantiene la misma actitud fiscalista cuando se trata de aliviar el peso tributario sobre el campo y las grandes empresas, aun teniendo herramientas legales para hacerlo.
La célebre «curva de Laffer» se mete en la discusión del sector liberal: en JxC predominó la cautela fiscalista
Bullrich, entre Liz Truss y la curva de Laffer
En realidad, se trata de un problema que ya se veía venir desde lejos. La primera señal fuerte de una disyuntiva sobre el tema impositivo en Juntos por el Cambio quedó expuesta el año pasado, cuando dirigentes de la UCR, con Martín Lousteau a la cabeza, dijeron que si llegaban al poder no solamente no se podría eliminar de una vez las retenciones, sino que posiblemente hubiera que aumentar algunas.
Esa afirmación generó una polémica interna, en la que Lousteau se defendió con el argumento de que quien implementara un recorte drástico de impuestos podía terminar como Liz Truss, la entonces premier británica que duró apenas 45 días en su cargo, por el rechazo social que causó una baja de gravámenes al sector empresarial.
Hoy puede rastrearse allí el inicio de la fuga de votos del ala más liberal de JxC hacia el sector de Milei. Porque esa postura estaba contradiciendo una de las creencias más queridas del liberalismo: la «curva de Laffer», que explica que es posible bajar impuestos y aumentar la recaudación al mismo tiempo.
Arthur Laffer era un economista que en 1980 asesoraba al entonces candidato Ronald Reagan. Y junto a un periodista del Wall Street Journal popularizó la curva en forma de «U» invertida, que mostraba que la presión impositiva ya había pasado el punto óptimo, de manera que cuanto mayor fuera el nivel nominal de impuestos, menor sería la recaudación, por la evasión fiscal. Y en la Argentina, tiene sus defensores, sobre todo en el campo. De hecho, hay productores que sostienen que las retenciones tienen un costo oculto, porque se podría triplicar el volumen exportado en los principales cultivos si se eliminaran los desincentivos fiscales.
Lo cierto es que en la teoría, todos están de acuerdo con lo que planteaba Laffer. Pero a la hora de llevar esta idea a la práctica, empiezan las divergencias, porque no resulta fácil determinar cuál es el punto exacto a partir del cual la recaudación sube si los impuestos bajan.
De hecho, la propia Patricia Bullrich terminó suavizando la propuesta inicial de llevar las retenciones a cero, y decidió cambiarla por un plan en el cual las retenciones se transforman en crédito fiscal para los productores, que se podrá descontar en un esquema gradual.
Aun así, la candidata acaba de quedar presa de la trampa que le tendió Massa: después de haber denunciado en el Congreso el riesgo inminente de una hiperinflación, se hace difícil defender un alivio para el campo sin que ello aparezca como una contradicción.
La disyuntiva, entonces, es poco atractiva: elegir a qué nuevos sectores castigar con impuestos, como plantea Massa, sumarse a la filosofía de la motosierra, como plantea Milei, o rezar que, esta vez sí, la «curva de Laffer» se revele correcta.
Ninguna de esas posturas parece diseñada como para sumar votos en el cierre de una campaña electoral.