por qué los médicos huyen de las prepagas
Cuando la pediatra le explicó a Marina Randazzo porqué se había dado de baja de la prepaga con la que había atendido a su hijo Santiago desde que nació, la razón fue tan gráfica que Marina, recuerda, no supo qué decir: «Me confesó que con el pago de una consulta no llegaba a comprar un maple de huevos», cuenta la mujer, madre de tres varones de entre 4 y 11 años, que desde entonces y cada vez que lleva a alguno de sus hijos a la pediatra, abona la consulta de manera particular. Una comparación similar hizo el doctor Miguel Castro Ríos para argumentar, entre otros motivos, la decisión que tomó en 2020 de abandonar todas las cartillas médicas en las que figuraba y atender a sus pacientes en su consultorio privado. «Con una consulta no llegaba a comprarme ni un kilo de helado», explicó el hematólogo.
El cóctel que sacudió al sistema de salud, dicen los profesionales, es explosivo, y desde que comenzó la pandemia, la situación empeoró. Las cartillas, incluso la de los planes más altos, están perforadas, y son cada vez más los pacientes que para ver a los especialistas que los acompañaron durante años, deben hacer el esfuerzo de pagar una visita de forma particular. La sumatoria de la depresión económica, el congelamiento de los honorarios, la inflación y el costo de algunos insumos de bioseguridad, que muchas compañías ya no cubren, fueron el motor que incentivó a muchos médicos a dejar de manera parcial, o total, las cartillas de las obras sociales y las prepagas, para dedicarse de lleno a la atención de pacientes privados.
Caída de ingresos y pérdida de poder de compra
Según coinciden la mayoría de los médicos consultados por iProfesional, todos con décadas de experiencia, el salario que perciben como profesionales del sistema de salud nunca sufrió una pérdida de capacidad de compra tan abrupta como la actual. Y hay quienes destacan que la retribución que se obtiene por una cantidad de entre 6 y 9 consultas en el sistema de salud de prepagas/obras sociales puede equivaler a la de una sola consulta particular.
Desde la mirada de Ricardo Lilloy, presidente de la Cámara de Entidades de Medicina Privada (Cempra), el deterioro comenzó hace unos 20 años, aunque cada vez se profundiza más. «Los ingresos del sistema están en un valor histórico muy bajo, ya que están fuertemente relacionados con los ingresos de la gente, que también están por el piso», dispara Lilloy.
Y agrega: «Además, se han incorporado nuevos tratamientos (al Plan Médico Obligatorio) que son ultra costosos y que han contribuido a un mayor desfinanciamiento del sistema». En cuanto a los honorarios de los médicos, Lilloy detalla que hace unos diez años, representaban el 32% del gasto total de salud; y hoy son el 20 por ciento. «Sin embargo, los medicamentos pasaron del 16% al 34 por ciento. El tema de los medicamentos de alto precio están provocando graves problemas, porque no se pueden financiar con los recursos actuales de la seguridad social».
En referencia a los nuevos tratamientos que se han incorporado al PMO, Lilloy es crítico, y apunta: «En los últimos años se sancionaron más de 50 leyes que obligan a la seguridad social a costear determinados tratamientos, pero sin tener la previsión de cómo se financian. Recientemente, analizamos el caso de una de las 50 entidades que integran la cámara que está en una situación muy complicada. Esta institución tiene cinco casos que le consumen más de 75 millones de pesos mensuales. Son apenas cinco pacientes que absorben la necesidad de aproximadamente unas 15.000 personas», detalla.
Más problemas para la clase media: cada vez más médicos abandonan las cartillas de las prepagas.
Médicos con experiencia y renombre, más lejos de las prepagas
Los médicos que abandonan las cartillas son, de acuerdo con los expertos consultados, aquellos que tienen renombre, la experiencia suficiente como para tener garantizada una lista de pacientes que acceda a pagar un arancel más elevado y una mayor difusión en redes, una tendencia que comenzó a tener peso en los últimos años, sobre todo después de la pandemia. «Lo que suelen hacer en muchos casos es destinar más días de la semana a la atención particular y reservar algunos turnos para los planes más altos de las prepagas. Esta tendencia, por supuesto, genera una baja en la calidad de las cartillas«, afirma Lilloy.
Como especialista en medicina crítica, director de la carrera de Medicina y profesor de Bioética de la UCA y médico de terapia intensiva del Hospital Santojanni, Lenin de Janon Quevedo señala que la medicina ha dejado de ser esa profesión liberal, como se la concebía entre el siglo XVIII y la primera mitad del siglo XX. Hubo un cambio sustancial, sostiene el experto, en cuanto a la relación médico-paciente, un vínculo en el que participan cada vez más intermediarios.
«Existen más actores que participan de esta relación, por ende más intereses, más conflictos de intereses, y la toma de decisiones se transforma en algo mucho más complejo -aporta Quevedo-. Por otro lado, el médico tampoco es el profesional independiente de antes, sino que en la gran mayoría de los casos, y también en la gran mayoría de los países, es parte de un sistema. Es un engranaje dentro de ese sistema -de la medicina pública, la medicina de las obras sociales y el subsistema privado- y ese sistema interfiere en la intimidad de la relación médico-paciente, se entromete y, muchas veces, la condiciona».
También, agrega Quevedo, hubo cambios por parte del paciente, que pasó de ser un sujeto pasivo como lo era hasta la primera mitad del siglo XX, y a partir de los años ‘70 y ‘80 comenzó a darse más importancia y reconocimiento de la autonomía del paciente. «Pasó a ser más participativo, pero en los últimos años lo que estamos observando es una especie de hiper autonomía, en el cual el paciente casi como que le indica al médico que se debe hacer. El paciente está influenciado por la cantidad del manejo de información, y eso es un riesgo».
Honorarios «paupérrimos»
En el instituto Fleni, un centro de alta complejidad que es modelo no solo en la Argentina, sino en toda la región, también reconocen la dificultad que tienen para conseguir e incorporar nuevos profesionales en determinadas especialidades. De las 400 agendas que tiene Fleni en la primera línea de atención, el 60% tiene entre 30 y 40 días de espera. Pero hay otras, como neuropediatría, epilepsia, neurología cognitiva, Parkinson y estudios del sueño, donde un paciente puede esperar entre dos y tres meses para ver al especialista. «Nosotros tenemos un ejército de profesionales especializados en neurociencias, pero llega un momento donde no hay más, donde nos resulta difícil contener a toda esa demanda -consiga a iProfesional Claudio Pensa, director médico del prestigioso instituto, que cuenta con una sede en Belgrano y otra en Escobar, dedicada a la rehabilitación de los pacientes-.
Es un problema que no tiene una sola explicación, es multicausal, y se agravó durante la última década.
Con respecto a la migración de los profesionales hacia la atención en el consultorio privado, Pensa reconoce que los honorarios que los médicos perciben por trabajar en los consultorios externos son «paupérrimos», y que es inviable el escenario actual que obliga a un médico a atender un paciente detrás de otro y dedicarle apenas 15 minutos. «No se puede resolver un caso de epilepsia severo o decidir el futuro de un chico en neuropediatría en un abrir y cerrar de ojos y por unos magros pesos. Algo no está bien en el sistema de salud, aunque no se trata solo de la Argentina. La falta de personal médico es un fenómeno mundial».
Según datos de la OMS harán falta unos 10 millones de trabajadores de la salud en la próxima década.