Son hermanos de desaparecidos y piden más diálogo para evitar el avance negacionista
Marta Ungaro y Jorge Falcone, hermanos de dos de los estudiantes secuestrados y desaparecidos en la denominada «Noche de los Lápices», ocurrida el 16 de septiembre de 1976, coincidieron este viernes en la necesidad de mantener un «diálogo horizontal» con los jóvenes para enfrentar el resurgimiento de los discursos negacionistas en el país.
Los hermanos de Horacio Ungaro y Claudia Falcone reivindicaron la lucha solidaria de aquellos estudiantes que pelearon por el boleto estudiantil y juzgaron necesarias las marchas en conmemoración de ese episodio en el mantenimiento vivo de la memoria y en el sostenimiento del pacto democrático que la sociedad argentina estableció desde 1983.
«A 47 años de La Noche de los Lápices y 40 años de democracia nunca pensé que iba a estar luchando contra el negacionismo, que cuestiona si son 30 mil o si son menos (los desaparecidos), que propone liberar a los genocidas, tampoco que iba a ver el avance de un candidato presidencial como Javier Milei (de La Libertad Avanza)», reflexionó Marta Ungaro en diálogo con Télam.
Ante ese escenario, Marta planteó la necesidad de «hablar con los chicos que votan a Milei pero que también marchan por La Noche de los Lápices para que sepan que usan un boleto (estudiantil) que costó vidas, sangre, que nadie regaló nada».
Jorge Falcone, en tanto, juzgó clave tener con los jóvenes un «diálogo más horizontal» con mucha «más atención, mayor capacidad de escucha, y menos bajada de línea» en un contexto donde muchos de ellos parecen inclinar su voto a candidatos con planteos negacionistas.
¿Qué pasó en la Noche de los lápices?
La denominada «Noche de los Lápices» ocurrió el 16 de septiembre de 1976 en La Plata y fue una de las acciones más conocidas de los actos de represión cometidos por la última dictadura cívico-militar argentina.
Esa noche se inició un operativo conjunto de efectivos policiales y del Batallón 601 de Ejército para capturar a nueve jóvenes que tenían entre 16 y 18 años, y en su mayoría eran integrantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), y reclamaban por el boleto estudiantil secundario gratuito.
La noche del 16 de septiembre fuerzas represivas secuestraron a Horacio Ungaro junto a un amigo que se había quedado a dormir en su casa: Daniel Alberto Racero.
Además de Horacio y Daniel, en ese operativo fueron secuestrados Claudio De Acha, María Clara Ciocchini, María Claudia Falcone y Francisco López Muntaner; en tanto el 17 de septiembre los represores apresaron a Emilce Moler y Patricia Miranda y cuatro días después fue detenido Pablo Díaz; una semana antes habían secuestrado al estudiante Gustavo Calotti.
Todos fueron conducidos al centro clandestino de detención «Arana», donde se los torturó durante semanas, y luego se los trasladó al Pozo de Banfield. Moler, Díaz, Miranda y Calotti recuperaron la libertad, en tanto los seis restantes permanecen desaparecidos.
«Horacio tenía 17 años, soñaba con ser médico, amaba los panqueques con dulce de leche, jugaba al ajedrez, practicaba natación; enseñaba francés, le gustaba el rock y era extremadamente lector», recuerda Marta para describir a su hermano y un proyecto de vida clausurado por el terrorismo de Estado.
Marta tiene marcado a fuego lo ocurrido aquella noche de septiembre: «Cuando entraron a secuestrarlo, mi hermano arrojó por la ventana del 5to piso el ´Diario del Che´ y un manual de filosofía rusa que aún conservo con sus subrayados».
Con un dejo de ternura en su mirada recordó que lo último que Horacio dejó escrito esa noche fue la letra de un clásico del rock nacional «Muchacha Ojos de papel», de Luis Alberto Spinetta, que copió en una hoja de carpeta.
Marta, quien junto a su hermana participó en la tarde de este viernes de la marcha convocada por la UES en la Ciudad de La Plata, contó emocionada que sus hijos «supieron de chiquitos que tenían un tío que nunca vieron, saben lo que Horacio significa en los estudiantes, lo quieren, lo admiran, no tuvieron la suerte de conocerlo y disfrutarlo, pero lo quieren mucho».
A 47 años del episodio, Ungaro reclamó condena para el represor Juan Miguel Wolk, apodado «El Nazi», responsable del excentro clandestino conocido como Pozo de Banfield, que es juzgado desde octubre de 2020, junto a más de una docena de represores, por el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.
«Wolk sabe lo que pasó con los chicos, pero no lo dice», aseguró Marta, para quien marchar en conmemoración de La Noche de los Lápices, hace, de algún modo, traspasar las barreras del silencio represor y «sacar a los chicos del Pozo (Banfield) para que marchen junto a cada uno de esos jóvenes» que ganarán las calles.
Claudia Falcone tenía 16 años cuando fue secuestrada de su casa. Soñaba con armar una banda rock con sus amigas, a la que llamaría «Jamón Cocido», le gustaban los recitales de Sui Generis, las peñas, y dibujar comics con su hermano, además de ver películas de Cine Liberación.
Al igual que Horacio marcharon con otros estudiantes para pedir por el boleto secundario, a pesar de que ambos vivían cerca de las escuelas a las que asistían.
Jorge Falcone, hermano de Claudia, publicó un posteo sobre esta fecha en su blog «La gomera de David», en el que planteó que «a 47 años de La Noche de los Lápices: primaverear la política».
«El destino colectivo en manos de lxs jóvenes» tituló su nota y en ella propone tener con los y las jóvenes «más atención, mayor capacidad de escucha, y menos bajada de línea» en un contexto donde muchos jóvenes han inclinado su voto a candidatos que plantean el negacionismo.
Lejos de repudiar esa elección de parte de estos jóvenes, Falcone expresó que «nos están diciendo algo importante. Quizás, que no los libremos a su suerte como lo ha hecho la clase dirigente».
Desde esa perspectiva, apuntó que «si no somos capaces de promover otra economía, que produzca abundancia, alegría, y belleza contra el capitalismo, generador de escasez, tristeza, y espanto… solo nos asiste el digno gesto de callarnos».
Para Falcone los y las jóvenes «merecen un diálogo más horizontal, en el que nunca más se invoque ´la voz de la experiencia, en vez de ofrecer ejemplos convincentes. Lo están esperando y el tiempo apremia».