El Proyecto CyberSyn, una apuesta pionera por usar el entonces popular télex y computadoras para gestionar la economía nacional que tuvo lugar en Chile por iniciativa del gobierno de Salvador Allende, hoy puede reinterpretarse a la luz de los debates actuales sobre las Big Tech (las grandes plataformas tecnológicas) con los temas candentes como inteligencia artificial, 5G y microchips.
Una historia que recupera el escritor e investigador bielorruso Evgeny Morozov a 50 años del golpe militar de Pinochet, al reconstruir el esfuerzo por desarrollar una «internet socialista» por parte de los jóvenes tecnócratas e ingenieros de esa época, «The Santiago Boys».
¿Cuál es la relevancia de esta iniciativa para leer la realidad actual? «Por un lado, recuperar la visión crítica sobre la tecnología de los Santiago Boys», destacó Morozov en diálogo con Télam, y por otra parte, «desarrollar las tecnologías que nos pueden ayudar a construir otra economía», uno de los objetivos de Proyecto Cybersyn, que toma su nombre en inglés de “cibernética” y “sinergia”.
En formato de podcast, Morozov logró entrecruzar historias paralelas con elementos dramáticos de teatro, pero sin ficcionalizar, para llegar a un público que quiere escuchar la experiencia aún sin saber nada de Chile o de tecnología. «Fue muy importante desarrollar una dimensión personal y crear conexiones emocionales con dos personajes clave: Fernando Flores, político chileno que fue el inspirador del proyecto, y Stafford Beer, gurú de la tecnología y consultor británico».
El podcast «The Santiago Boys»
VER VIDEO
Dos personajes diferentes que se unieron para materializar el espíritu de época trazado por los «Santiago Boys», en oposición a los «‘Chicago Boys’, economistas que ayudaron a (Augusto) Pinochet a construir un mundo neoliberal y privatizado».
El Proyecto CyberSyn, que surge de la Corporación de Fomento de Estado (Corfo), se enmarcó en ese contexto chileno más amplio pensado por esos jóvenes de Allende, cuya visión era construir «un nuevo orden tecnológico más justo, menos dependiente de las empresas tecnológicas internacionales, y con una lectura de la tecnología más geopolítica, ecoconómica e histórica», explicó Morozov.
«La idea era utilizar la tecnología para crear otro tipo de economía con un sector público fuerte, capaz e innovador, y Cybersyn fue el software para ayudar en la misión de la nacionalización de las empresas».
Flores y Beer
La construcción de un internet socialista necesitaba un guía, y para eso los jóvenes chilenos acudieron a un candidato «improbable»: Stafford Beer, antiguo oficial de los servicios de inteligencia británicos, alto ejecutivo de IPC (por entonces la mayor editorial del mundo) y dueño de una lujosa mansión en Londres y un Rolls-Royce.
Un verano de 1971, Beer recibe una carta de Chile, para ser parte de un proyecto tecnológico para Allende, y así es reclutado por el joven ministro de Allende, Fernando Flores.
«Dos personajes muy diferentes y también casi opuestos», resumió Morozov, quien agregó que luego las vueltas de la vida hizo que «Flores lograra una carrera muy exitosa como empresario tecnológico en Silicon Valley, el camino con el que había empezado Stafford Beer», quien terminó como activista de izquierda.
El Proyecto CyberSyn
La historia del Proyecto Cybersyn fue una iniciativa del gobierno de Unidad Popular bajo Salvador Allende para gestionar de modo más eficaz las empresas nacionalizadas por su administración.
¿Cómo era el mecanismo? En el proyecto se usaba una red de télex (red de teletipos conmutada, un método para enviar mensajes escritos electrónicamente) y computadoras para analizar datos, los que llegaban desde las fábricas que estaban conectadas. «Cada fábrica tuvo un modelo de los procesos productivos desarrollado por los mismos trabajadores y gestores, y comunicados a los ingenieros del proyecto», detalló el investigador bielorruso.
Allí se identificaban diez indicadores claves para entender qué procesos productivos ocurrían en la fábrica y eran importantes para, por ejemplo, aumentar la proactividad. «Cuando estos diez indicadores eran identificados, se empezaban a monitorear los datos pertinentes a esos indicadores, y se mandaban al centro de cómputos en Santiago usando este software desarrollado por Stafford Beer».
Lo que había que hacer también era «separar las tendencias aleatorias y esporádicas que no tuvieran relevancia para la gestión, de entre las tendencias reales que indicaban que había un problema emergente», diferenció Morozov, y resumió que la idea «fue utilizar la red de las comunicaciones casi en tiempo real, las dos computadoras, el software y los modelos desarrollados por trabajadores para compensar la falta de gerentes» de las compañías nacionalizadas.
Como parte de esta iniciativa existía una sala de operaciones (que hoy en día es imagen de mantas vendidas por internet como objeto de culto), donde había una pantalla en la que aparecían las imágenes desde las fábricas. Aunque parecía una transmisión en tiempo real, esa tecnología no existía en la época, entonces para procesar las fotos sacadas en las fábricas «necesitaban viajar hasta Argentina porque en Chile costaba mucho dinero».
Con este software, «el gobierno chileno tuvo la oportunidad por un período muy breve para mostrar que el sector público fue capaz de innovar y gestionar las empresas de un modo mejor que el mercado», destacó Morozov.
Este proyecto, que fue parte de una apuesta más amplia por la soberanía tecnológica que soñó Allende, se vio interrumpida cuando el 11 de septiembre de 1973 un grupo de militares encabezó un golpe de Estado contra el presidente socialista, elegido democráticamente tres años antes, que instauró una sangrienta dictadura cívico-militar de 17 años y fue liderada por Augusto Pinochet.
Soberanía tecnológica frente al poder de las Big Tech
«La historia que cuento en el podcast es que había existido otro mundo gestionado por ‘The Santiago Boys’, que nos puede inspirar hoy en día», expresó el escritor.
Aunque se sitúa en un contexto donde las tecnologías eran rudimentarias y los debates en torno a la inteligencia artificial o el 5G no existían, esta historia también recupera una historia de lucha de América Latina «contra la ITT, el gigante tecnológico de esa época».
También permite repensar una época de articulación de políticas a nivel internacional «como hizo Allende por ejemplo en el Pacto Andino», agregó. «Allí los chilenos y los otros países del pacto buscaron crear una alternativa al Fondo Monetario Internacional (FMI), pero en el ámbito tecnológico, y que fuera más justo y con el adicional de facilitar el acceso a las tecnologías limitadas muy caras que normalmente no están disponibles para los países en desarrollo».
Al referise a la dominación de las grandes corporaciones tecnológicas, Morozov mencionó los riesgos para las naciones dependientes: «Por una parte, los costos de la dominación tecnológica al inicio casi siempre son invisibles, entonces es difícil prever cuánto le va a acostar al país el uso de infraestructuras extranjeras porque las multinacionales que las ofrecen al principio, en general, cobran menos de sus costos actuales (como Uber, por ejemplo) para generar presencia».
«Por otro lado, estas empresas que controlan también la propiedad intelectual en torno a las tecnologías pueden crear obstáculos para el desarrollo económico y social del país», agregó. Por ejemplo, «Allende quiso nacionalizar ITT porque habían firmado un contrato muy largo, de 60-70 años, para estar en el país, pero después de 25 años no quisieron invertir más y los costos a los usuarios fueron muy altos», relató.
El proyecto Cybersyn «no es muy conocido en América Latina, pero en Europa y EEUU hay mucha gente que está buscando un modelo para crear algo constructivo en el mundo tecnológico», mencionó el escritor, contando los motivos que lo llevaron a embarcarse en esta investigación.
«Normalmente, el instinto casi automático es regular las plataformas. Pero no hay muchos ejemplos de proyectos constructivos que hacen algo diferente con las tecnologías y que tienen también un enfoque geopolítico y económico, más allá de los de las ONG o instituciones sociales».
Entonces, reflexionó, es importante también «hablar de las infraestructuras alternativas que necesitamos, de qué podemos hacer con los modelos de inteligencia artificial que explotan todo el conocimiento público e incluso financiado por las estructuras públicas (como artículos académicos), y luego las empresas de inteligencia artificial llegan a este campo, toman los datos que encuentran, producen los modelos y luego los venden a los gobiernos». Una situación a resolver.
«En Brasil esta agenda existe y acá, en Argentina, también se está empezando a debatir. El espíritu permanece porque es una extensión por la lucha de la soberanía económica», concluyó.
La serie de podcast «The Santiago Boys» está disponible en YouTube y Spotify.