Ahora, Massa va por los monotributistas que votan a Milei
No es casualidad que Sergio Massa haya elegido un momento duro, como la confirmación de una inflación mensual de 12,4%, para hacer su catarata de anuncios «progresistas» que le están valiendo elogios incluso desde los sectores kirchneristas que antes lo resistían.
Algunos dirán que es la más pura aplicación del «Teorema de Baglini»: después de su tercer puesto en las PASO, tiene sentido correr el riesgo de hacer anuncios cuyo costo fiscal probablemente deba pagar otro.
Otros hablan de la lógica del «Plan Platita». Aunque si algo demostraron estos últimos tiempos de vacas flacas es que las ayudas nominales apenas si logran compensar en parte la inflación perdida y no ayudan mucho a la recuperación de votos.
Y otros preferirán referirse a una de las características más reconocidas de la personalidad de Massa: el pragmatismo. Después de todo, esa cualidad, que le permite con total naturalidad reunirse con diferentes públicos y enviarles a cada uno el mensaje que quieren escuchar, lo ha llevado al sitial que hoy ocupa, un primer ministro de facto y candidato todavía con posibilidades.
Un mensaje para cada uno
Así, pocos días después de compartir mateada y jornada reflexiva con los «curas villeros» no tuvo problemas en anunciar un salariazo de 20% para la crema de los trabajadores mejor pagos, a un costo que oficialmente se estima en $1 billón, o 0,6% del PBI. Luego confirmó su acto proselitista con los dirigentes de las organizaciones piqueteras, esas mismas que en el último año han realizado acampes en la avenida 9 de julio para denunciar que Massa estaba ejecutando un programa de recorte de asistencia social dictado por el FMI.
Para cada uno de esos sectores tuvo un mensaje personalizado. A los trabajadores «en blanco» de clase media, resabio del histórico electorado peronista que busca protección estatal y alto consumo, les dedicó la exención de Ganancias.
Con la eximición de Ganancias, Massa logró su objetivo de recuperar protagonismo y llevar a la oposición a un debate incómodo
A los trabajadores de menores ingresos y a los jubilados, el bono extraordinario con el cual compensar o al menos disimular la pérdida que la nueva fórmula indexatoria les ha inflingido en los últimos tres años.
A lo anterior se suma la devolución del IVA en productos de la canasta básica para trabajadores, monotributistas y jubilados que cobren hasta $708.000, medida anunciada en la tarde de este miércoles tras conocerse el duro dato de inflación de agosto, que fue del 12,4%.
A la cúpula sindical, la confirmación de que mantendrán su poder de representación por la vía de las paritarias como elemento central de la política de ingresos. Esos sindicalistas ya habían expresado el 1° de mayo su agradecimiento por la eximición del pago de Ganancias a los extras de convenio -como viáticos, bonos por productividad, horas extras y otros-. Y su alianza se reforzó con la promesa de que el Estado no abandonará a su suerte a las obras sociales sindicales.
A los líderes piqueteros, Massa les ratificó que el esquema de asistencia se mantendrá y que su rol de intermediación no será puesto en riesgo. El acto junto a las organizaciones de la «economía popular» en el estadio Malvinas Argentinas no sólo ratificó que los piqueteros militarán el voto de Massa, sino que pondrán a su disposición su capacidad logística para sumar votos entre los más de cuatro millones de abstencionistas: es decir, irán a buscar a aquellos votantes que el día de las PASO se quedaron en casa y los trasladarán a los centros de votación.
Transformando debilidad en fortaleza
Hubo guiños también para los empresarios, en especial para los que dependen de la obra pública, a quienes les garantizó que la maquinaria no se detendrá y que, lejos de lo que propone Javier Milei, seguirán fluyendo los fondos estatales. La declaración de principios fue simbolizada por un «paro activo» en las obras, convocado por el mismísimo ministro Gabriel Katopodis, quien resaltó el peligro que implica la propuesta de Milei de dejar la financiación infraestructura enteramente en manos privadas.
Esta, por cierto, resultó una oportunidad inesperada para el oficialismo, que desde hace tiempo recibe las quejas de los empresarios contratistas por el retraso en los pagos -que llegan con la erosión inflacionaria- y que, por otra parte, no ha dejado de reducir el gasto en obra pública. Según el reporte de la Oficina de Presupuesto del Congreso, en lo que va del año cayó un 11% real la inversión directa y un 28% la transferencia de fondos a provincias y municipios.
El ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, lideró un «paro activo» en la obra pública, para advertir sobre el riesgo de la propuesta de Milei
Y, finalmente, al kirchnerismo puro, le envió guiños que le permiten sostener sus discursos históricos, como por ejemplo el de la defensa de la educación pública. No por casualidad, cuando el liderazgo de Milei reinstaló la polémica sobre si es necesario cambiar el sistema de subsidio a las escuelas por un reparto de «vouchers» entre los estudiantes, Massa decidió que uno de los puntos destacados de su campaña fuera el proyecto de ley para llevar de 6% a un 8% del PBI la inversión estatal en la enseñanza.
«Se llenaron la boca durante años diciendo que a la pobreza se la combate con educación, y ahora resulta que quieren cobrar la educación», dijo. ¡Están para el psiquiatra!», ironizó Massa en el acto.
Y por cierto que se trata de un tema en el cual, nuevamente, la capacidad retórica del candidato vuelve a quedar en evidencia: si hay un tema por el cual el oficialismo perdió adhesión, sobre todo entre los sectores de menores ingresos, fue por el extenso cierre de las escuelas durante la pandemia. Pero ahora, gracias a la confrontación con el discurso de Milei, el kirchnerismo puede encontrar la forma de reincorporar ese tema con tono de resistencia épica.
«Creemos en una Argentina con educación pública gratuita, de calidad, inclusiva y sobre todo federal. La inversión que hace un Estado en materia educativa permite construir la mayor riqueza que puede tener una sociedad, que es la construcción de capital humano, que es lo que saca adelante a cualquier país», afirmó Massa, en una frase celebrada en todos los medios afines al kirchnerismo.
La lupa en los monotributistas
Pero ahora falta el desafío más grande: llegarle al electorado de Milei, más específicamente a los jóvenes monotributistas que nunca conocieron el trabajo en relación de dependencia y están por fuera de los convenios salariales. Los analistas del peronismo tienen claro lo difícil que resulta seducir a ese sector, al que el discurso sobre «el peligro de perder los derechos» no le hace mella, por el simple motivo de que nunca se desempeñaron en el sector formal de la economía.
«La idea de que las elecciones se ganan aumentando las jubilaciones o subiendo el piso del impuesto a las ganancias se demostró falsa, hay una parte del drama que no se resuelve con más gasto, que no entra en el IFE, la suma fija o el ‘plan platita’», había advertido tras la derrota de las PASO el analista José Natanson, uno de los más influyentes en el universo K.
«¿Qué tiene el peronismo para ofrecerles a estas nuevas realidades? Su clásico discurso protector, su visión del Estado como igualador social y su apelación a la acción colectiva de sindicatos o movimientos sociales tienen poco que ver con las vidas sufridas, atomizadas y entrecortadas de cada vez más personas», se preguntaba, poniendo el dedo en la llaga de la estrategia peronista.
Pero Massa también pensó en eso, y por eso preparó un paquete de medidas especialmente dirigidas a sectores donde hay consenso que el discurso de Milei caló hondo: los cuentapropistas -ya sea en versión de profesionales autónomos o monotributistas- y los trabajadores informales.
El Gobierno había sufrido en carne propia, hace dos años, el error de cobrar un retroactivo a los monotributistas, uno de los grupos más castigados por la cuarentena. El hecho de que, simultáneamente, se estaba dando una mejora a los empleados estatales, los más protegidos en esa emergencia, aumentó el enojo de los afectados y obligó a dar marcha atrás.
Massa apunta ahora al sector de los jóvenes monotributistas sin ingreso fijo, uno de los sectores que apoyan a Milei
Ahora, en cambio, Massa promete una mejora en la vida de los monotributistas, mediante la creación de nuevas subcategorías y la readecuación de los montos de facturación: en definitiva, una baja real de la presión impositiva para un sector que hoy ya suma a dos millones de trabajadores. El argumento de Massa es que, de esta forma, se aumentará el «techo» de ingresos que permiten que un trabajador permanezca en el monotributo, de manera tal que haya menos personas obligadas a pasarse al régimen de autónomos, que supone una carga tributaria mayor.
Si estos anuncios alcanzarán para que el vasto sector de trabajadores a los que el propio peronismo califica como «precarizados» revise su postura política es algo que está por verse. Pero lo que es innegable es que Massa hizo lo que se le estaba reclamando en la interna: poner a ese público en la agenda peronista y dirigirle un mensaje específico.
Después de todo, se trata del sector de mayor crecimiento en el mercado de trabajo. Una investigación de Marcos Cohen Arazi, de la Fundación Mediterránea, destaca que durante la actual gestión de gobierno se sumaron 270.000 empleos en el régimen de monotributo, lo que implica que crece al triple de velocidad que el empleo privado formal.
Demasiada gente como para ignorar el fenómeno. Sobre todo cuando, según destacan reportes como el la consultora LCG, el empleo «en blanco» en el sector privado cada vez es menos importante, al punto tal que en una década pasó de representar un 55,9% del total a un 48,1% en la actualidad.
Buscando incomodar a la oposición
Mientras Massa intenta hacer llegar el mensaje de que la multitud de monotributistas que pedalean a diario para repartir los envíos de delivery no solamente están en su agenda sino que también ganarán nuevos derechos, el debate político se recalienta.
Es, precisamente, el objetivo del ministro/candidato, que quiere que el debate parlamentario sobre Ganancias y sobre el presupuesto educativo, entre otros, ponga en una situación incómoda a la oposición.
Se descuenta que todo el bloque legislativo de Juntos por el Cambio votará en contra, pero lo que Massa está buscando es generar fisuras en el discurso opositor. Básicamente, señalar la contradicción de que un sector que se ha embanderado con la disminución de la presión tributaria ahora se muestre contrario a un alivio impositivo.
Para la oposición no deja de ser un dilema: si acompaña, quedará como cómplice de una medida que empeora el frente fiscal -y, además, le dará a Massa la oportunidad de ocupar la centralidad de la escena-. Pero el hecho de votar en contra puede caerle antipático justamente al sector del electorado por el cual todos los candidatos están peleando.