todo lo que cabe en una guitarra y una voz
Como inicio de una nueva visita a la Argentina, donde en 10 días actuará en otras cinco ciudades, el músico, compositor y vocalista uruguayo Fernando Cabrera ofrendó el jueves a la noche un colmado concierto gratuito en La Plata que se inscribió en el marco del Primer Festival Internacional de Cine de la provincia de Buenos Aires (Ficpba) y donde también cantó Inés Estévez.
Las presentaciones musicales de Estévez y Cabrera previstas, además, en el tradicional espacio de los “Jueves Vivos” que el Instituto Cultural Bonaerense aloja en la Sala Astor Piazzolla del Teatro Argentino, reunieron sensibilidades vecinas a partir de géneros diferentes.
Así se encontraron para disfrute del público que ocupó las casi 300 butacas del recinto, el mundo del jazz que la intérprete navegó con contenida belleza junto a los notables aportes del piano de Mariano Agustoni y la guitarra de Sebastian Valsecchi en la parte inicial de la velada y el febril y fantástico cosmos que Cabrera desplegó solo, a guitarra y voz, en el celebrado cierre de la noche.
El artista nacido hace 66 años en Montevideo e instalado como una referencia ineludible de la canción hispanoamericana volvió a construir con precisión de orfebre ese singular e inquietante espacio de sonidos e ideas que lo pueblan.
Al filo de las 21 y durante poco más de una hora, Cabrera y su guitarra eléctrica blanca y negra se abrazaron en el mismo vértigo existencial y sonoro donde la música fue melodía y atisbo, donde la voz fue del juego al desgarro.
Con más insinuaciones que toques, el uruguayo comenzó la presentación visitando “La casa del al lado”, uno de sus clásicos más versionados al que le adosó una nueva mirada propia e igualmente cautivante.
En un clima donde todavía la obra resultó amenaza y bosquejo, se sucedieron los existenciales “Pandemonios” (“Sufro el dominio de los domingos/son como adelantos de Navidad/temo al fascinio de la verdad/hubo un comienzo y habrá un final), la estupenda “Estaba en otra vida” (“Vivir es volátil como el fuego/amar es crecerse poco a poco/y entre los riesgos del juego/y los confines del loco/estás vos, estamos nosotros”) y “Tobogán” (“Ese dolor está lleno de agujeros/muertes de muerte, fugas del misterio”).
En medio de ese viaje donde combinó etapas y texturas de la imponente producción creativa amasada en más de 45 años de camino, saludó a la audiencia y ponderó: “Gracias Inés por el hermoso concierto que nos brindaste”.
Ya con la guitarra en un plano más franco, el repertorio reconoció una vertiente amorosa aunque no despojada de sombras con «Puerta de los dos», «Imposibles», «Manta y rocío» (“última canción que edité hace poquito”, tal como consignó) y «Punto muerto».
El alegato de «Viveza» como siempre a capella y apenas regido por el pulso de una cajita de fósforos, condujo a dos paisajes bien diferentes: el del lirismo de «Dulzura distante» y el de la problemática «El loco».
Para lo que denominó “una sección con dos canciones dedicadas a la adolescencia” se sucedieron «El liceo» y «Mañana será otro día» e inmediatamente sonó otro hito –en este caso de su encuentro con Eduardo Mateo- con «Por ejemplo».
“Muchas veces charlamos con colegas de la canción como Pablo Grinjot que anda por acá en la sala sobre la dificultad de hacer nuevas canciones y encontrar nuevas temáticas, pero esta me resultó muy sencilla porque la armé con frases que me dijeron familiares, amigos y mis ex”, apuntó no sin ironía como prólogo a «Criticas».
Definitivamente menos burlón resultó el pasaje siguiente que enlazó “Al mismo tiempo”, “Yo sé quién soy” y la oda a la guitarra de «Una hermana muy hermosa».
Con el público aplaudiéndolo de pie, Cabrera regresó para un único bis. “Tu voz es tan necesaria”, le expresó una mujer ubicada en el centro de la segunda fila a lo que respondió dejando escapar una sonrisa: “Muchas gracias pero lamentablemente me tengo que ir. La noche es larga para mi” y se despidió con “El tiempo está después”, quizás su pieza más popular.
El tour solitario de Cabrera por salas argentinas seguirá este viernes a la noche en Casa Sonora de Ituzaingó y el sábado desde las 20 llegará a Casa de Pájaros de Los Cardales, mientras que el jueves, sábado y domingo de la semana próxima pasará respectivamente por Studio Teather de Córdoba, por Sala Lavardén de Rosario y por Tribus Club de Arte de Santa Fe.
Más adelante, el jueves 5 de octubre y en compañía de Diego Cotelo, el creador estará en el porteño Torquato Tasso para presentar el espectáculo “La huella de Montevideo” donde hace un repaso de su primera etapa como autor.
Antes de Cabrera y por poco más de 40 minutos, el ensamble Estévez-Agustoni-Valsecchi (una versión acotada y minimalista del conjunto que acompaña a la actriz) regaló un remanso jazzero sutil que permitió apreciar el talento interpretativo del grupo.
Ella, con un largo vestido rosa pálido y el rubio pelo suelto, cantó con delicada precisión y alejada de todo histrionismo mientras el piano de Agustoni urdió las tramas de cada pieza y la guitarra de Valsecchi aportó toques distintivos.
Standards de jazz como «No puedo darte más que amor», dos temas de películas: «Mis cosas favoritas» (de «La novicia rebelde») y “’s Wonderful” (de “La cenicienta en París”), “Fotografía” de Tom Jobim y hasta el bolero “Noche de ronda”, integraron el sugerente set.
Ya sin el Ficpba como excusa, la oferta platense y gratuita de “Jueves vivos” completará su oferta de septiembre con las presencias de El Duratierra y Grito Nativo (el 14), Leo García y La Negra Buggiani (el 21) y Jorge Fandermole y Lilián Saba (el 28).