La sospecha, la fragilidad de una pareja y las consecuencias de un asedio
La sospecha permanente sobre un hombre acusado por un crimen aberrante que nunca se sabrá si cometió y las implicancias que esto tiene sobre su vida y una nueva pareja que formó luego de ese acontecimiento, son los temas presentes en «La fuerza del agua», obra de Adriana Tursi con dirección de Enrique Dacal que se puede ver en el teatro Payró.
Protagonizada por Daniel Alvaredo y Silvina Muzzanti, la historia retoma un hecho real ocurrido en la década del 70 de un hombre condenado a prisión por un crimen aberrante que posiblemente no haya cometido y que salido del encierro se traslada a Florencia, pero que vive psicológicamente asediado por una marca que no puede quitarse de encima.
Dacal, responsable de la dirección y la puesta que se puede en el porteño teatro Payró (San Martín 766) los sábados a las 17, señaló que «el devenir de esa pareja» fue lo que más le interesó de la propuesta de Tursi y lo que guio su trabajo de puesta en escena.
-¿Cómo dio con el texto de Tursi y qué fue lo que le atrajo para llevarlo a escena?
-Al texto me llevó la generosa oferta, que me hizo Adriana (Tursi), de leer uno de sus textos no estrenados. Cada vez que me sucede eso, con una autora o autor, me despierta una curiosidad doble: ¿Qué habrá de nuevo en esas páginas? y ¿Por qué me elige a mí?. Eso me concentra y predispone a «descubrir» de qué se trata y por qué se relacionaría conmigo. En el caso de «La fuerza del agua» no pude resistir la lectura de un tirón, llevado por un entusiasmo irrefrenable que despertaba mi imaginación en acciones. Entonces, me sentí gratamente comprometido con el material.
-La obra maneja un continuo suspense, no sólo en relación con el juicio definitivo sobre el personaje del hombre sino también en relación con la pareja y cuál es el derrotero de esa relación, ¿cómo decidió jugar esos elementos en la puesta?
-El devenir de esa pareja, «derrotero» como lo llama en su pregunta, fue lo que más me interesó y ocupó en mi trabajo de puesta en escena. Esa transformación, que se produce en la relación, era lo más desafiante para evidenciar en la escena. Me ocupé, espero que se reconozca, de resaltar el punto fatal e irreparable que la historia del personaje produce en el mundo íntimo de la pareja.
-El texto propone todo el tiempo estos universos paralelos del comportamiento del agua en movimiento según las observaciones de Leonardo Da Vinci y el comportamiento humano, ¿cómo le parece que el texto las hace jugar para la escena?
-Las inclusiones de partes del «Código del agua» de Leonardo, como obsesión del personaje y al servicio de la trama son los condimentos de mayor teatralidad de este asunto que se pone en escena. Los paralelismos que se plantean entre el comportamiento del hombre y el comportamiento de la corriente de agua que avanza, esquiva, tropieza y porfía hasta encontrar su cauce, son fascinantes.
-¿Cómo fue el trabajo con los dos actores en esta obra que propone un juego de a dos, una relación que parece en vilo y pudiera estar cerca de quebrarse, con cierto thriller en relación al desenlace sobre el comportamiento pasado de él y estas cuestiones ensayísticas sobre los fluidos?
-Daniel Alvaredo construyó un Marcos contradictoriamente perfecto. Su comportamiento escénico es como el de ese curso de agua que se atora, se detiene, toma nuevas fuerzas, salpica, se hunde y estalla como el chorro de una fuente, busca el mar y no se detendrá… Silvina Muzzanti crea una Lara que, lejos de significar torpeza, rocas, adversidades e impedimentos, crece en su capacidad de contener al ser amado. Tal vez, lo pienso ahora siguiendo la metáfora, ella sea el mar al que debe llegar Marcos… No diré, solamente, que tuve la suerte de trabajar con ambos. Me expresaré mejor: trabajamos mucho, con gran entendimiento, armonía. Pudimos ver cómo el texto de Adriana, se transformaba en un hecho teatral entrañable, gracias al trabajo actoral de reflexión profunda que pudimos realizar. Fluyó, nomás, hacia el mar…