‘¿De qué les iba a hablar?’
«¿De qué les iba a hablar?»
¿No te pasa que a veces te falta un nombre, de un cantante, un actor, un amigo, y cuando lo necesitás… no lo encontrás? En cambio, te levantás a hacer pipí a las 3 de la mañana, y ¡zas! Te viene a la memoria el nombre, la cara, el CBU y el alias… todo.
Ni hablar cuando te acordás de algo que pasó hace 20 años, pero no te podés acordar el nombre de la pareja con la que estás en la alcoba, y tenés que pasarte la noche diciéndole “bombón, dulce, amorcito…”
Las mujeres tienen mejor memoria que los hombres. Nosotros necesitamos el replay del gol en el fútbol. Porque al instante, ni nos acordamos cómo fue la jugada. Y como cada vez hay más repeticiones desde distintos ángulos, peor es la memoria, porque ya no sabés si estás viendo la repetición u otro gol y no te acordás si es la repetición u otro gol.
En cambio, las mujeres, a la hora de pasarte una factura… te la pasan con fecha, hora, membretada, lacrada, certificada y hasta con tu número de CUIT.
Un buen recurso para no olvidarse de las cosas es sacar fotos. Mucha gente saca fotos para no olvidarse, pero, a veces se le va la mano y se olvida de vivir el momento con sus propios ojos y no a través de la pantalla del celu. Como un amigo que la vez pasada le pregunté: “¿Qué sentiste el primer día de escuela de tu hijo?” y me contestó: “Que no podía hacer foco con la cámara”.
Y nada más feo que encontrarte con alguien por la calle, y que te salude y que vos no tengas idea de quién es. Bah. Si. Sabés que lo conocés, o te parece. No recordás de dónde, ni por qué, ni siquiera si lo conocés de esta vida o de vidas pasadas.
Y entonces recurrís a la estrategia de las preguntas de “cultura general”: “¿Y estás viendo a alguien?” “¿Vos seguís con la misma gente?” “¿Cuándo fue la última vez que nos vimos?” Y claramente, el otro se da cuenta que no tenés idea de quién es y no te contesta jamás con una precisión. Y te deja la daga clavada en el pedúnculo cerebral. Y buscás y buscás en tu memoria. Y nada.
Semanas pueden pasar torturándote, autoflagelándote, por no saber quién era. Porque podría ser alguien importante en tu vida. O que te sirva para algo. Como recuperar alguna guita que no esperabas. Y no hay caso. Y en algún momento, sin avisar, te cae la ficha. Y lo primero que hacés es bloquearlo en las redes sociales, en Whatsapp, en el celu, porque te morís de la vergüenza de no haber recordado quien era y mirá si el tipo intenta contactarte…
La memoria es más traicionera que el Cabo Chirino comiendo sanguchitos de miga con un diputado. Te juega malas pasadas. Te transforma cosas que recordás, o romantiza cosas: “¿Te acordás vieja qué bien se comía en la parrilla esa que íbamos en la ruta 8?” “¡Qué comer bien! Era de cuarta. Pasa que era toraba”. Y andá a saber quién tiene razón. Bah. Si. Seguramente ella, el lugar era toraba y la carne más dura que piedra pómez al horno con papas.
A mi los que me desesperan son los que te empiezan a contar algo interesante, y en el medio se olvidan. Como los que se olvidan de cómo era el chiste a la mitad del cuento. Y lo empiezan de nuevo. Y se vuelven a olvidar en el mismo lugar. Capaz que a las tres semanas, mientras hacen pipí a las 3 de la mañana, se matan de la risa solos.
Pero también me sacan los ultra memoriosos que se van en detalles intrascendentes, como el color de la mesa, lo que pidieron para comer, la hora, el nombre del mozo, la temperatura, la humedad relativa ambiente, el precio del cubierto y el teléfono del restorán, pero son incapaces de recordar si al final pasó algo entre tu mejor amigue y tu espose…
Y nada peor que una pelea entre memoriosos, que se acuerdan de cosas que vos ni idea y no podés participar. Y vos estuviste ahí con ellos, en el recital de Serú Girán, pero no te acordás nada de lo que ellos recuerdan. Y es como que pueden inventar y mentir a piacere, total… ¿quién se va a acordar?
Pero me gusta jugar con los recuerdos. Especialmente en las reuniones familiares. Que viste que empiezan bien cuando alguien dice: “¿te acordás del tío Antonio?” y todos coinciden en que era un gran tipo. Ahí es donde me gusta meter la cuchara, y decir cosas como: “¿pero cómo? ¿No se acuerdan cuando se quedó con la plata de la abuela?” De ahí en adelante, la fiesta está asegurada, especialmente si alguno de los presentes fue el que se quedó con la plata de la abuela, cosa que en algún momento, va a saltar.
Como sea, dicen que la memoria está asociada a fenómenos químicos y físicos que se dan entre las neuronas. Otros dicen que el exceso de actividad sexual provoca pérdida de memoria… No creo que el exceso de actividad sexual perjudique la memoria, de ninguna manera, pero… ¿de qué les estaba hablando?