‘Artaud’, obra cumbre de Spinetta, se vistió de gala en una celebración por sus bodas de oro
«Artaud», obra cumbre de Luis Alberto Spinetta, que en octubre próximo cumplirá 50 años, sonó la noche del lunes de manera completa en el Teatro Colón, en una lectura realizada por Adrián Iaies que cruzó el lenguaje de cámara con el jazz, a partir de interpretaciones efectuadas con un cuarteto de cuerdas y uno de vientos, dirigidos por el maestro Ezequiel Fautario, y una base de guitarra, batería y bajo.
Los arreglos de las canciones que fueron parte del concierto homenaje titulado «Mañana es mejor», que además tuvo como vocalistas a Deborah Dixon y Sol Liebeskind, y como invitados especiales a Emilio Del Guercio y al bandoneonista Santiago Arias, borraron a grandes rasgos los vestigios más personales del autor para anclarlo en un discurso musical más susceptible a diversas referencias universales.
Los colchones de cuerdas, los fraseos vertidos desde los vientos -en especial en las partes solistas de clarinete- y las cadencias propuestas desde el combo conformado por batería, guitarra y bajo fueron, en líneas generales, los elementos que se conjugaron para ello.
«Esta noche se va a homenajear una obra básica para la cultura argentina. No va a haber una cabalgata de invitados, no habrá lugar para la nostalgia, tampoco se van a contar anécdotas. Esta noche se va a recurrir a una pata fundamental de la tradición que es la interpretación de una obra», advirtió en la presentación el conductor radial y musicalizador Bobby Flores.
Y añadió: «Porque quien interpreta también compone. Todos sabemos que no es lo mismo Duke Ellington que Bill Evans. No es lo mismo ‘La Cumparsita’ de Firpo que la de Piazzolla. Este ‘Artaud’ no es el mismo de hace 50 años. Esta es una interpretación que realiza Adrián Iaies desde esa obra original».
Un rato después, luego del ingreso de los músicos y la interpretación de «Todas las hojas son del viento», tema que abre el disco, el propio Iaies tomó la palabra y, de alguna manera, puso blanco sobre negro.
«Estamos celebrando los 50 años de una obra única en el sentido más literal de la palabra. Es un disco donde uno no reconoce que haya influencia de discos anteriores o de otros artistas. No da la sensación de un disco hecho por un artista habiendo escuchado otras cosas, sino que todo parece nacer ahí. ‘Artaud’ es como un big bang, una explosión del universo Spinetta y todos los elementos que encontramos en su obra ya están ahí», señaló el pianista.
«Y es un disco único porque no ha dejado un legado en el sentido que uno no puede decir que haya artistas que hayan seguido el camino iniciado por ‘Artaud’. Es un camino en sí mismo», completó.
Tantos las palabras del presentador como del gran factótum de esta celebración dieron así rienda suelta a una serie de versiones que reescribieron en cierto sentido todo el álbum y que, en este caso, sí estuvo plagado de referencias a estilos, géneros y artistas.
Las nuevas lecturas también se hicieron extensibles a otros temas de Luis Alberto Spinetta que completaron el repertorio abordado en el concierto, únicos pasajes en donde Iaies tocó el piano, debido a que a lo largo de todo «Artaud» se limitó a disfrutar desde un costado de las interpretaciones.
La formación estuvo integrada por Juan Pablo di Leone en flauta, Lis Rigoni en oboe y corno inglés, Emiliano Álvarez en clarinete y clarinete bajo, Julieta Di Fede en fagot, Guillermo Rubino en primer violín, Natalia Analía Cabello en segundo violín, Elizabeth Ridolfi en viola, Paula Pomeraniec en violoncello, Rodrigo Aguedelo en guitarras, Santiago Lamisovski en bajo eléctrico y contrabajo, y Carto Brandan en batería y percusión.
Tal como se mencionó antes, la apertura fue con «Todas las hojas son del viento», cuya voz cantante la llevó Sol Liebeskind, y a la que el entramado de cuerdas y vientos dotó de un clima cinematográfico.
A partir de allí, y con la gigantografía de la icónica irregular portada del disco como telón de fondo, se fueron sucediendo en su orden original, salvo alguna mínima excepción y alguna breve aparición de alguna composición de otro álbum.
Deborah Dixon tuvo a cargo «Cementerio Club» en una versión que desde lo instrumental se desentendió de su toque blusero, lo que obligó a exhibir apenas a medias su caudal vocal. En tal sentido, la guitarra evocó el fraseo característico del tema pero con un sonido menos filoso.
«Superchería», con el regreso de Sol Liebeskind, contó con una de las más logradas lecturas, tal vez por lo cambiante de su estructura natural, lo que abrió el juego para diversas aventuras sonoras; en tanto que la continuidad de «La sed verdadera» perdió su original carácter intimista pero sumó profundidad sonora.
El pequeño enroque en el orden ubicó a «Por» como el siguiente tema, el cual recayó sobre el invitado Santiago Arias, en una interesante versión de bandoneón y voz que arrancó una ovación.
Antes del paso a lo que sería el Lado B del disco, entremezclado entre los temas de la cara A, Iaies se sumó a los músicos en una variación de «Canción para todos los días de mi vida», primera composición por fuera del álbum celebrado.
«Cantata de puentes amarillos», otra vez con Sol Liebeskind, ubicó al concierto otra vez en la senda de «Artaud» y, al igual que «Superchería», permitió desde su compleja estructura otra notable lectura.
Deborah Dixon se hizo cargo de una interesante versión de «Bajan», que arrancó con un guiño al riff de «Cheques» desde los vientos para luego dar paso al famoso arpegio de guitarra de la introducción.
Con el gran pergamino de haber sido el bajista en el disco, Emilio Del Guercio fue el invitado estrella de la noche y, como tal, se encargó de las dos últimas canciones que faltaban para culminar el repaso del álbum.
«Starosta el idiota» supo mantener el dramatismo que le había impreso su autor, además de continuar en la senda de los guiños musicales cuando en el psicodélico pasaje intermedio combinó «El twist del Mono Liso», de María Elena Walsh, y «Como Together» de Los Beatles.
Finalmente, «Las habladurías del mundo» mantuvo bastante su fidelidad respecto a la original debido al abordaje central desde el combo conformado por la batería, el bajo y la guitarra, en lugar de la preponderancia de los cuartetos de cuerdas y vientos, como en los otros temas.
Aunque «Artaud» había llegado a su final, todavía quedaba espacio para algunas lecturas más a las que se sumó el piano de Iaies. Así pasaron «Tema de Pototo», «Laura va» con Arias otra vez en bandoneón y voz; y una hermosa «Maribel se durmió» con los vientos y las cuerdas como principales protagonistas.
Iaies en plan solista se reservó el final con unas variaciones sobre las que tímidamente aparecieron las introducciones de «Dale gracias» y algunos pasajes de pianos de distintas canciones del disco «Bajo Belgrano».
Cuando en octubre de 1973 «Artaud» vio la luz, las disquerías se las vieron en figurillas porque no había manera de ubicar el disco en las bateas debido a la particular forma de su portada. Esta singularidad se trasladaba también a su música. En la doble función de anoche en el Teatro Colón, Iaies se encargó de que, al menos por un rato, la monumental obra encajara en las discotecas.