En el marco del 40° aniversario del regreso de la democracia en Argentina y a 50 años del golpe de Estado en Chile, la reflexión sobre la memoria llega al Parque de la Memoria con la muestra «El imposible paisaje» del artista chileno Enrique Ramírez, que entrelaza temas como la desaparición, la migración y el desarraigo.
La Sala PAyS (Presentes, Ahora y Siempre) del sitial dedicado a la memoria de las víctimas del terrorismo de Estado, el Parque de la Memoria, inauguró su temporada 2023 con la exposición «El imposible paisaje» del artista chileno Enrique Ramírez y curaduría de Florencia Battiti, en una mirada que entrelaza a Chile y Argentina y la reciente migración europea en Francia. Y por otro lado, «Historia natural», un diálogo entre las artistas argentinas Mariana López y Paula Massarutti de la mano de la curadora Jimena Ferreiro que indaga el cruce entre ciencia y arte y tiene el proceso de investigación como sustento.
Ambas muestras parecen desconectadas, y sin embargo, el agua como imaginario de la deriva, que trae memorias y cuerpos de Ramírez, parece dar pie al oscilar sobre la construcción de conocimiento entre ciencia y arte y esa separación impuesta desde la modernidad, tal vez hasta arbitraria, alienada, y como atisbo, tal vez, el incierto vaivén de la vida.
«El agua, el mar es el hilo que hilvana las historias», propone Battiti en diálogo con Télam sobre las obras de «sentido muy abierto» de Ramírez. Y detalla: «En su trabajo hay un tropo, como un elemento fuertemente simbólico que es el mar, el agua, pero sobre todo el mar», algo que deviene de esa crianza «trabajando con su padre que es fabricante de velas» y «tiene un cuerpo de obra relacionado con la historia política de Chile con cruces también con la historia política reciente de Europa».
Radicado en París por elección desde 2010 Enrique Ramírez (Santiago de Chile, 1979) propone en sus videos, instalaciones y fotografías del campamento francés para migrantes de «Calais» (2009) y «Las cruces» reflexionar sobre la historia, la memoria y, en particular, la violencia política en su Chile natal, desde la sutileza que sólo otorga lo poético.
Como si fuera una continuidad del río, la explanada de ingreso a la gran sala atraviesa las vidriadas paredes proyectándose en los dos botes dispuestos boca abajo, la instalación ideada para el espacio y que inicia el recorrido de cuatro espacios donde habitan las obras de Ramírez y una paleta cromática ambiental delineada en gris, blanco y azul.
«Nos pidió que quería hacer una instalación con dos botes de madera, usados y que se viera el paso del tiempo», que montados en el interior de «plateas de agua» permitieran al recorrerlos y al mismo tiempo «escuchar el latido de un corazón que sale por debajo del bote, amplificado por el agua, como si el bote estuviera vivo, casi como una personificación del objeto». Uno de esos latidos es el de Cecilia De Vincenti, hija de Azucena Villaflor, fundadora de Madres de Plaza de Mayo y una de las víctimas de los vuelos de la muerte.
Como vínculo entre Argentina, Chile y Francia, dos cajas llaman la atención: en una, un barco de papel hecho con una página de la revista satírica francesa Charlie Hebdo -que en enero de 2015 sufrió un atentado que conmocionó el país galo y provocó la salida a la calle de la gente con la leyenda «yo soy Charlie»- , y en la otra un avión de papel y la inscripción «América en peligro» y la fecha del 11 de marzo», ambas de 1973.
«Es como un juego entre Argentina y Chile y sus memorias políticas recientes y es una clave de lectura de la muestra», porque «Ramírez articula esas historias, como por ejemplo con las fotos de Calais (Francia) de las viviendas de emergencia de los refugiados» que pueden leerse «en sentido del arte constructivo porque son geométricas, pero va superponiendo historias relacionadas con América Latina, y en algunos casos las cruza con problemáticas de la Europa contemporánea», señala Battiti.
El marco del 40° aniversario de democracia ininterrumpida en Argentina y el 50° aniversario del golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, como hecho conmemorativo, otorgan a la muestra la dinámica fluida y a la vez eterna del agua, tan presente como juego en los videos «Brisas» (2008) con el personaje de un joven empapado que recorre las calles de Santiago y el Palacio de la Moneda, un testigo silencioso que equipara la experiencia chilena y la represión con los vuelos de la muerte en el Río de la Plata, o como la deriva del cuerpo del migrante africano en tanto metáfora encarnada de la vela, el timón, y la propia madera de un bote que podría ser también una balsa, que flota, en «Un hombre sin imagen» (2020) y «Jardines migratorios» (2021).
También está ese otro video en juego a destiempo de sí mismo, «El muro» (2020) -con su frase «muro es el lugar donde la mirada donde imagina» y el ruidos de cacerolas como protesta-, y lindante con la serie de fotografías «Las cruces» en el Río de La Plata, o sus fotos combinadas en una sola bajo el nombre de «Silueta» (2022) que marcan presencias y ausencias, así como la centralidad que adquiere el contorno del mapa del sur de América en «América bajo el agua» (2018), sobre su base roja y elevada.
Sobre una de las paredes un collage de cuatro paneles compone «Vela n° 20» (Silencio Plata, 2023) donde combina geometrías hechas con tela de vela y esas que se usan en las mantas para los náufragos rescatados doradas, plateadas, brillantes, y allí escribe palabras asociadas como Pacífico, el tiempo, secreto a voces, atlántica, recuperada del olvido, «yo, nosotros, tú, los otros», «del sur sin norte», «silenciados, silencio, lejano».
Para Battiti «toda su obra es bastante poética y bastante sutil. No hay comentarios literales, tiene una dimensión política pero en clave muy poética, muy metafórica» y esa cotidianidad de las fotos de los migrantes de África y Asia podría traducirse en los precarios refugios urbanos bien americanos que dan cuenta de la «articulación de su realidad de latinoamericano viviendo en Europa», y una realidad que da cuenta su trabajo entre París y Santiago.
Como artista contemporáneo su versatilidad lo lleva a trabajar no solo en cine y medios audiovisuales en los que se formó o la música, a la que le hubiera querido dedicarse y que acompaña alguna de sus obras, sino que también fue influenciado con las pinturas aeropostales de Eugenio Dittborn (Santiago, Chile, 1943), «o sea como que de entrada siempre tuvo una mirada al arte político chileno bastante conceptual», detalla la curadora, sobre su formación, que complementó con un posgrado en arte contemporáneo y nuevos medios de Le Fresnoy – Studio National des Arts Contemporains (Francia).
Ramírez conoció el espacio del Parque de la Memoria por intermedio de la agregada cultural de Chile María Jose Fontecilla hace unos años y de allí surgió su contacto con Battiti, a la que propuso realizar la muestra a raíz de una invitación que recibió de la Escuela Nacional Superior de Fotografía de Arles (ENSP) para hacer un proyecto, y que lo adaptó a Buenos Aires, Por eso, la muestra «fue posible gracias a la ayuda del Instituto Francés de Argentina dependiente de la Embajada de Francia y de la ENSP, instituciones que apoyaron la producción y sin cuya colaboración no la hubiéramos podido hacer», destaca la curadora general del Parque de la Memoria.
Por otro lado, además de Ramírez, se inauguró la exposición «Historia Natural», argentinas Mariana López y Paula Massarutti. Se trata de «una propuesta realizada por Ferreiro, que pone en juego -además de la dimensión bastante lúdica-, cuestiona y se pregunta sobre el modo en que la ciencia construye los saberes y los puntos de contacto y los puntos de tensión que esa modalidad de construcción tiene con el trabajo de las artistas, como el arte, pero en especial, porque ambas elaboran, investigan y construyen sus propios cuerpos de obra», explica Battiti.
Las muestras «El imposible paisaje» e «Historia Natural» pueden visitarse en la sala PAyS del Parque de la Memoria, ubicado en Av. Costanera Norte Rafael Obligado 6745, a metros de Ciudad Universitaria, en la Ciudad de Buenos Aires, con entrada libre y gratuita, de martes a domingos y feriados de 11 a 17 hasta el 16 de julio.
Diálogo sobre el conocimiento entre arte y ciencia en el Parque de la Memoria
Videos con entrevistas a científicos, objetos al mejor estilo de un ready made duchampiano actualizado, hojas de revistas intervenidas de divulgación de los años 1960, así como un libro de autor o botellas de aluminio explotadas, configuran la muestra «Historia Natural» en la que Mariana López y Paula Massarutti se preguntan desde el arte sobre los modos en que se construye el conocimiento científico.
La muestra curada por Jimena Ferreiro interroga sobre «¿Qué lugar ocupan las exhibiciones de arte en el mundo de las ciencias, y viceversa? ¿De qué manera se cruzan estos dos campos?», en esa falsa antinomia entre la jerarquización del «saber científico» y «un arte de élite» de la modernidad, pero que en la actualidad tienen a «las ciencias» como «un insumo más para producir arte» y «las exhibiciones se configuran para «repensar la jerarquización de los saberes» y «donde apuntar contra los supuestos principios de objetividad y neutralidad que envuelven a las distintas disciplinas», escribe Ferreiro.
El espacio para las posibles respuestas está en la exposición recientemente inaugurada bajo el nombre «Historia natural», que reúne a Mariana López y Paula Massarutti en el Parque de la Memoria, donde abordan e ilustran los procesos de investigación de ambas artistas, en un abordaje que sirve «para reflexionar en torno al vínculo entre la episteme científica y el trabajo artístico», sostiene Ferreiro sobre este proyecto con un año de trabajo.
El medio son las piezas audiovisuales de entrevistas, o donde las hojas del libro «Museo» publicado por López en 2018 -resultado de su investigación sobre el Museo de Ciencias Naturales de La Plata- son pasadas de a una por una mano incansable; también están «los objetos, collages, los escritos y pinturas que ponen en diálogo a las ciencias exactas y naturales con las ficciones académicas y las crónicas literarias, a partir de proyectos» que desde un no saber científico se involucran y observan y crean obra.
Un largo pasillo reúne el ingreso de estos dos espacios de trabajo diferentes, en una mano un larguísimo barral bien amarillo que busca dislocar y juega con ser algo que no es por su extensión desmesurada como eco de las barandas del edificio donde los científicos trabajan y en el que Massarutti investigó; y frente a esta, el objeto libro de López, con sus numerosas páginas, intocable, algunas hojas como ejemplo sobre la pared, el «video-libro», y tres pinturas.
Massarutti presenta dos videos que convocan a ser observados atentamente, «Lo viviente» (2017) y «El futuro tiene la forma de una bola rehecha» (2020) trabajos que surgen «a partir de una investigación que realizó en un instituto de investigación científica de físicos y químicos en la ciudad de La Plata, dependiente del Conicet, medio en que me fui infiltrando en un rol bastante ambiguo porque empecé entrevistando a los científicos, (pero previamente) tuve que presentar un proyecto formal. La idea era cómo se cruzaban estas formas del saber, que son la ciencia y el arte, qué tópicos tenían en común, dónde se alejaban y (poder) ver esos cruces entre arte y ciencia», describe la artista.
«Un poco esa fue la excusa porque después (los videos) derivan en situaciones bastante más bizarras que esa primera indagación» y «aparecen científicos hablando de los sentimientos y cómo poder medir eso científicamente o como la ciencia no llega a de alguna manera a vislumbrar esos pasajes entre distintas modalidades del saber y hasta qué punto es tan exacto todo».
Massarutti presenta objetos que son «abstracciones de los componentes que están dentro de las computadoras, que transmiten, comunican», pero que por su materialidad distan de «poder cumplir tal función». En su porción de la muestra están muy presentes su padre ingeniero electrónico y una madre médica.
Y sobre una pared también los vasos de aluminio explotados por operación del «azar, la libertad», un final alejado del rigor científico e influenciado por el artista conceptual Víctor Grippo.
Por su parte, López pone un dispositivo que mueve una tela con frases de su libro, y un par de vitrinas de museo que simulan serlo, entre el texto rotatorio está el elocuente «Yo trabajaba con restos óseos de niños», parte de sus entrevistas a los trabajadores de la institución.
«El universo de obras que articulan Paula Massarutti y Mariana López por medio del desvío, el absurdo y la fuga poética son un método eficaz para comprender sensiblemente el mundo y sus fenómenos inasibles y «lo viviente que palpita en el corazón de la materia», cierra Ferreiro.
Mariana López (Buenos Aires, 1981) es artista visual, cursó estudios en Letras y Artes en la Universidad de Buenos Aires, y ha recibido distintas becas y premios. Entre sus exposiciones individuales se destacan Frontera, Galería Mite, Buenos Aires ( 2019). Es autora del libro de poesía Velorio y velódromo (Vox, Bahía Blanca, 2015).
Paula Massarutti (La Plata, 1976) es artista visual, docente, egresada de la Facultad de Artes de la UNLP, y maestra en Estéticas Contemporáneas Latinoamericanas por la UNDAV. Ha recibido premios, así como becas y subsidios para desarrollar su trabajo artístico.