Los secretos de su método y la vigencia de su cine
El neoyorquino John Cassavetes murió en 1989, en Los Angeles, víctima de una cirrosis hepática. Tenía apenas 59 años, pero ya había desarrollado una carrera como actor, guionista y director que se agigantaría con el correr del tiempo hasta convertirse hoy en una de las principales influencias, estandartes, referencias y modelos a la hora de pensar y ejercer la independencia artística y el cine de autor.
Su particular y luego muy imitado método de trabajo ha sido analizado en decenas de publicaciones y hasta en papers académicos, pero nadie lo registró de primera mano y en toda su dimensión, matices y detalles como el ensayista, crítico, guionista y novelista Michael Ventura en “Cassavetes Directs”, libro que apareció originalmente en 2007, pero que recién ahora tiene su versión local gracias a la editorial Entropía, que acaba de lanzarlo con el título “Cassavetes dirige (en el rodaje de Love Streams)”.
Un poco de historia y de contexto: en 1983 Cassavetes era un tipo más prestigioso que exitoso (uno de los pocos artistas con nominaciones al Oscar como actor, guionista y director), incluso más popular en Europa que en los Estados Unidos (“la prensa especializada y la academia lo trataban con bastante desdén, si les gustaba alguno de sus trabajos, algo que sucedía muy de vez en cuando, en general elogiaban las actuaciones y no tanto la película, como si el film funcionara a pesar de John”, escribe Ventura en el libro).
Con su esposa y musa Gena Rowlands, pero también con intérpretes y amigos como Ben Gazzara, Seymour Cassel y Peter Falk, había conforma un clan, una troupe para filmar películas y montar decenas de obras de teatro.
Varios de sus largometrajes, como “Sombras” (“Shadows”, 1958), “Rostros” (“Faces”, 1968), “Minnie & Moscowitz” (1971), “Una mujer bajo influencia” (“A Woman Under the Influence”, 1974), “The Killing of a Chinese Bookie” (1976) y “Noche de estreno” (“Opening Night”, 1977), se pueden (re)descubrir en la plataforma de streaming Qubit.
Tras autoproducir la mayoría de sus proyectos con un presupuesto mínimo, Cassavetes es convocado por Cannon Films, una compañía especializada en cine clase B que lideraban los israelíes Menahem Golan y Yoram Globus, para concretar “Love Streams” (“Torrentes de amor” se llamó por estas tierras), un intenso drama sobre el amor y la locura que él mismo protagonizaría junto a Rowlands.
Y antes de iniciar la producción Cassavetes tuvo la idea de convocar a Ventura para que registrara con su maravillosa prosa y capacidad de observación todo el proceso creativo de ese filme, que mucho tiempo después se materializarían en “Cassavetes dirige” y en el documental “I’m Almost Not Crazy: John Cassavetes – The Man and His Work”, que se puede encontrar en YouTube. Tras un largo y complicado rodaje, “Love Streams” se estrenó en febrero de 1984 en la Berlinale, donde ganó el Oso de Oro, máximo galardón del festival alemán, y el premio Fipresci de la crítica internacional, en este caso compartido con “No habrá más penas ni olvidos”, de Héctor Olivera.
Más allá de las decenas de jugosas anécdotas sobre la personalidad (encantadora y despótica a la vez) de Cassavetes y su extraordinario universo creativo que Ventura recupera en el libro, también se permite describir con precisión los descomunales aportes de Rowlands.
“La particularidad de su belleza fue siempre elusiva, casi como si no tuviera mucho que ver con su físico, o ni siquiera con ese rostro clásico, encantador, inteligente. La joven despampanante de ‘Faces’, la chica desconcertada de ‘Minnie and Moskowitz’, que no alcanza a comprender si la vida se le está escapando o no; la maltrecha Mabel de ‘A Woman Under the Influence’, que sucumbe a feroces ‘influencias’ de todo tipo; la estrella teatral de ‘Opening Night’, distinguida y brillante; la pistolera de ‘Gloria’, sagaz y refinada; y ahora Sarah Lawson, una mujer madura, maquillada no para resultar adorable sino para revelar los estragos de la experiencia. Es imposible confundir estos personajes entre sí, y sin embargo todos irradian distintas frecuencias de una misma cualidad reflexiva, reconcentrada, algo no dicho ni pasible de ser develado (“Toda mujer hermosa tiene un secreto”). Esta cualidad ilumina cada objeto sobre el que ella fije su atención, es una luz reveladora que modifica, de formas inesperadas, nuestra perspectiva de lo que estamos mirando -como si ella misma iluminara la escena-. Ya sea en persona o en pantalla, al ver a Gena reaccionamos ante esa cualidad mucho más que ante su inmensa belleza.”
Y estamos frente a mucho más que un (excelente) diario de rodaje, ya que Ventura analiza también la influencia de la obra de del creador de “Maridos” (“Husbands”, 1970) en directores como Robert Altman, Stanley Kubrick, Woody Allen, Steven Spielberg y Martin Scorsese. Este último indicó que “Shadows” fue la película que más lo impactó. “Basta con ver ‘Calles salvajes»https://www.telam.com.ar/»Mean Streets’: se parece a ‘Shadows’ en la cadencia de los diálogos, en las excentricidades y en los ritmos, y hasta llega a emular algunas escenas. La película de Scorsese tiene un enorme valor intrínseco, desde luego, y sus temas no podrían ser más distintos que los de Cassavetes, pero está claro que absorbió el cine de John de manera intencional y absoluta, al punto que, por momentos, ‘Mean Streets’ parece una suerte de remake, una ‘Shadows’ violenta”, escribe Ventura.
¿Por qué trascendió y se amplificó su cine? Ventura, hoy de 77 años, tiene los argumentos precisos: “El trabajo de Cassavetes es el arte de lo impredecible, porque él sentía que en la vida uno nunca sabe lo que va a suceder a continuación. El suyo es el arte de la inquietud, de lo irresuelto”. Y agrega: “Inventó una forma cinematográfica para expresar y encarnar esa visión. El arte de Cassavetes está hecho de ritmos irregulares, de primero planos abarrotados. Sus diálogos están hechos de frases truncas, de lugares comunes, exabruptos, ensoñaciones y parlamentos superpuestos, jalonados por largos silencios”. Y remata: “Su mirada no busca verlo todo, sino sólo un fragmento, percibido en un momento determinado. Esto teje un lazo desasosegante con el espectador, que experimenta la misma zozobra que los personajes en la película. Es así que perfora esa frontera inviolable que en general confiere la pantalla, creando un efecto de inmediatez similar al que se da en el teatro. Cassavetes construye un vínculo intencional entre espectadores y personajes, casi como si estuvieran en una misma habitación. Crea una inquietud compartida”.
Muchos cineastas experimentados o nóveles siguen buscando esa profundidad y esa autenticidad en cada uno de sus trabajos. Tratan de hacer honor a esa esencia, a la honestidad, la coherencia y la perseverancia de un director que marcó un camino, un rumbo, y dejó una huella que hoy, a casi 35 años de su muerte, se mantiene inalterable.