La huella de la historia, entre menhires y estancias jesuitas, en Tafí del Valle
La localidad tucumana de Tafí del Valle es una villa turística joven, aunque en su suelo la historia -desde la precolombina hacia adelante- dejó una huella indeleble que se puede observar en lugares tan únicos como la Reserva Arqueológica Los Menhires y las cuatro estancias jesuíticas, dos ejemplos que marcan la impronta cultural de la zona y que invitan al visitante a adentrarse en un pasado fascinante.
La reserva de menhires
En la localidad de El Mollar, departamento de Tafí del Valle, rodeada de un paisaje exuberante y bajo un cielo inmenso, la Reserva Arqueológica Los Menhires impacta al visitante que, luego de recorrer caminos de increíble belleza natural, se encuentra cara a cara con monumentos realizados por el hombre hace 2.500 años.
Distribuidos por todo el territorio del valle y de los cerros, una decisión del dictador Antonio Bussi había ordenado quitarlos de sus emplazamientos originales.
«Esos menhires fueron arrancados de su lugar de origen y se los llevaron a la entrada del pueblo, que hoy en día vendría a ser el ex parque de los menhires, donde estuvieron unos 26 años; pero sufrieron algunos daños y por eso el traslado hacia donde se ubica actualmente la Reserva, que fue a partir del 2000, porque el objetivo es poder preservar y cuidar patrimonio», explicó María, guía cultural del lugar.
Pese a no ser su lugar original, traspasar el portón de entrada con el fondo de los cerros tapizados de un verde profundo y toparse con esas enorme piedras erectas trabajadas por las manos de los pobladores de lo que se ha dado en llamar ‘cultura Tafí’, produce una sensación de asombro y admiración.
Los 135 menhires dispuestos en el predio, de los cuales 30 están tallados, dibujados o labrados, se alzan hacia el cielo en un recordatorio de lo que significaba -o se cree que significaba- para esos hombres y mujeres de la época el agradecimiento a sus dioses por la fertilidad de la tierra y todas sus criaturas: humanos, plantas, animales.
La guía, que informó que el lugar está abierto de martes a domingo en el horario de de 9 a 19, detalló que la palabra menhir «significa ‘piedra larga’, y es de origen celta»; y precisó que esos monumentos fálicos «fueron realizados unos 300 a 500 años antes de Cristo».
«Lo que llamamos ‘la cultura Tafí’ únicamente llega hasta el 900 después de Cristo, por lo que estos menhires tienen 2.500 años de antigüedad», continuó.
La denominación fue acuñada por el naturalista, arqueólogo y antropólogo entrerriano Juan Bautista Ambrosetti, pionero en las bases de la etnografía, quien encontró y descubrió los menhires, además de la ciudad sagrada de los Quilmes y el Pucará de Tilcara, entre otros sitios emblemáticos.
«Ambrosetti es quien los bautiza como menhires porque los compara con iguales monumentos de otros lugares, pero me gustaría saber cuál es la palabra real, quizás los antiguos no lo llamaban de ninguna manera», agregó María.
Por suerte está la guía, porque la curiosidad llevaría a un recorrido más anárquico ante el impacto visual de esos gigantescos monumentos de piedra que se ubican aquí o allá sin una distribución ‘clásica’ circular o en galería.
«Por detrás de estos menhires hay un gran significado y un gran sacrificio. A la mayoría se los encontró individuales, no alineados o en círculo como en otros lados», relató.
Para comenzar, hay una muestra de otros elementos que se utilizaban en la vida cotidiana: morteros para moler el maíz; conanas (piedras ahuecadas para macerar semillas); y parideras (rocas con la forma exacta para que las mujeres dieran a luz).
«Algo que sucede con los menhires es que se cree de que eran monumentos de adoración -es toda la parte cosmogónica de las culturas prehispánicas- a sus dioses estelares: el sol, la luna, la noche, etcétera; pero lo que no se sabe es específicamente la función, el rol que cumplían en cuanto a las formas, tamaños y los tallados que tienen». dijo por su parte David Intile, del Ente Turismo Tucumán, quien acompañó a Télam en el recorrido.
Coincidió en la apreciación la guía del lugar, del Ente de Cultura provincial, para quien «esta gente trabajó los menhires con algún objetivo, y lo que suponemos es que, al ser todos fálicos, ese significado estaba dirigido a la fertilidad».
«Estaban realizados para ubicarlos en un patio central, en las casas de la familia, alrededor de los campos de cultivo y también cerca de las sepulturas», por lo que su simbología puede ser muy diversa, precisó.
Los menhires, que tienen distintos tamaños -y que, según la guía, son mucho más grandes si se toma en cuenta que la cuarta parte de la estructura de piedra está enterrada en la tierra para que no caigan- pueden pesar hasta 6 o 7 toneladas.
Fueron esculpidos piedra con piedra, y así surgieron tallados de rostros humanos, figuras geométricas y felinos, entre otras representaciones.
Las estancias jesuíticas
Para completar el regocijo histórico de este viaje, una buena opción es avanzar miles de años en el calendario y visitar lo que fueron las estancias de los jesuitas que estuvieron en la zona desde 1716 hasta 1777 y que dejaron también aquí la impronta productiva y cultural que caracterizó su estadía en América.
Una de esas cuatro estancias es Las Carreras, de 9000 hectáreas y ubicada a unos 15 kilómetros de la reserva, que fue reconvertida en hotel boutique y propone actividades rurales y de turismo, además de elaboración de quesos tafinistos.
Todos los muebles y textiles de la estancia -que es ecofriendly- fueron realizados por artesanos de la zona, y el lugar cuenta además con un pequeño museo.
Las cabalgatas, que pueden ser de dos horas y media hasta cinco días, permiten acceder por las cumbres calchaquíes hasta San José de Chasquivil, donde se descansa dos jornadas en las Queñuas, una estancia de dos siglos ubicada entre los cerros.
Las otras estancias jesuíticas que pueden visitarse en la zona son: Los Cuartos, que ofrece alojamiento y experiencia audiosensorial a través de un celular inteligente que desarrolla imágenes holográficas mientras se camina por el lugar; La Banda, que es un museo; y Las Tacanas, con actividades de turismo activo (cabalgatas y trekking).
Cuando se expulsó a los jesuitas de forma definitiva del continente las estancias pasaron a manos de la orden dominica, que comenzó la venta a privados; pero el legado jesuita, así como el de los pobladores de la llamada ‘cultura Tafí’, continúa presente para disfrute de turistas y locales.