El plantel del equipo de fútbol femenino de Primera División de Racing Club visitó este jueves en Avellaneda el Espacio de la Memoria donde funcionó el Centro Clandestino de Detención conocido como «El Infierno» junto al secretario de Derechos Humanos del municipio, Claudio Yacoy, y a Carmen Ramiro de Guede, Madre de Plaza de Mayo, en un recorrido donde conocieron en primera persona el «infierno» ideado por la mente macabra del represor Miguel Etchecolatz.
En este edificio funcionó hasta 2016 la Brigada de Lanús con asiento en Avellaneda, bajo la órbta de la Dirección de Investigaciones de la Policía de la provincia de Buenos Aires. Pero entre 1976 y 1978 parte de este lugar fue utilizado como centro clandestino de detención, tortura y exterminio, que estuvo bajo la órbita militar del Comando Zona l, Sub-zona 11, Área 112 y fue parte del Circuito Camps.
«La historia hay que conocerla para que no se vuelva a repetir. Así que por más que sea duro, difícil, que se sienta el aire denso del lugar y que te duela un poco el pecho, es un recorrido necesario para afrontar lo que sucedió, porque es parte de nuestra historia como argentinos y argentinas», reflexionó Luana Muñoz, subcapitana del plantel.
Las jugadoras de fútbol de @RacingClub visitaron el centro clandestino «El Infierno», en Avellaneda, junto a «Tota» de Guede, Madre de Plaza de Mayo
✍🏻 Roberto Koirahttps://t.co/D6UYkpVujc pic.twitter.com/nXuF9Nvefu
— Agencia Télam (@AgenciaTelam) March 24, 2023
Durante la visita, las jugadoras pudieron observar los lugares en los que se torturaba a los prisioneros y los calabozos de 1.50 por 2 metros sin ventilación, sin luz y sin acceso al agua, donde encerraban hasta a ocho personas juntas. También escucharon relatos sobre las violaciones que sufrían las detenidas por parte de los represores y las ejecuciones sumarias que luego se hacían pasar por enfrentamientos.
Las investigaciones del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) determinaron que los restos de algunas de las víctimas de esos fusilamientos ilegales fueron ingresados como NN en el sector 134 del Cementerio de Avellaneda, donde fueron encontrados más de trescientos cuerpos.
La mayoría de las personas inhumadas de este sector fueron víctimas del circuito represivo dependiente de la Dirección de Investigaciones de la policía bonaerense, de la Subzona 11 y del centro clandestino El Vesubio, que estaba bajo el comandado del general Ramón Camps, secundado por su mano derecha, Miguel Etchecolatz. Según algunos sobrevivientes, en «El Infierno» también había personal militar, ya que dependía del Regimiento III de Infantería de La Tablada.
Para Claudio Yacoy, la importancia de esta visita radicó «en la posibilidad de mantener vigente el ejercicio de la memoria colectiva», así como en recordar los hechos que atravesó la sociedad.
«Es importante que cada día más cantidad de gente venga para conocer en primera persona lo que ocurrió en este centro clandestino y cómo fue reprimida la idea del proyecto político emancipador y de liberación nacional. Estas son las razones por la que la Dictadura llevó adelante este plan macabro, genocida. Por eso hoy tenemos la posibilidad de pensar, de reflexionar, de generar políticas públicas que permitan garantizar de que esto no se repita más», resaltó Yacoy.
Tras la visita, la Madre de Plaza de Mayo Carmen Ramiro de Guede, cuyo esposo y uno de sus hijos y a su nuera (que estaba embarazada) permanecen desaparecidos, se refirió al símbolo de su lucha contra la represión dictatorial: el pañuelo blanco.
«En octubre del 77 decidimos ir a la caminata a Luján y para reconocernos entre nosotras decidimos, por iniciativa de una de las madres, llevar un pañal blanco de tela. Es que todas guardábamos uno de nuestros hijos. Escribimos los nombres y la fecha de desaparición. Después lo seguimos usando porque socializamos la maternidad ya que íbamos a ser Madres de los 30.000», recordó «Tota».
Y continuó: «Siempre nos preguntan qué sentimos las Madres cuando nos ponemos el pañuelo en la cabeza: Cada vez que lo vamos a atar, sentimos que es un abrazo que nos damos con nuestros hijos y cada vez que lo hacemos decimos ‘acá estamos'».
A 47 años del Golpe de Estado de 1976, ese pañuelo en la cabeza de cada Madre de Plaza de Mayo pudo más que represión asesina la más cruenta Dictadura Militar que tuvo la Argentina.